Uno de los principios clave de la propaganda desarrollados por Joseph
Goebbels fue la creación de una visión maniquea del mundo: una división
clara entre «nosotros«, como los portadores de la verdad y el bien, y «ellos«,
como los responsables de todos los males. Este enfoque permitía
movilizar emociones, generar lealtad ciega y deslegitimar cualquier
forma de oposición.
En la comunicación del gobierno de Pedro Sánchez, pueden observarse
ciertos paralelismos adaptados al contexto democrático actual. Por
ejemplo, la presentación del Ejecutivo como el baluarte del progreso y
la igualdad frente a una oposición vinculada al retroceso y la amenaza a
la democracia refleja esta dicotomía.
De manera similar, el uso
constante de etiquetas como «negacionistas«, «retrógrados» o «extrema derecha» recuerda el principio de simplificación y la necesidad de crear enemigos claros para fortalecer una narrativa dominante.
Aunque en una democracia pluralista estas estrategias tienen
limitaciones y contrapesos, el análisis de su uso ilustra cómo las
técnicas propagandísticas de Goebbels siguen siendo una herramienta
eficaz para influir en la opinión pública, especialmente en tiempos de
alta polarización.
¿Quién era Joseph Goebbels?
Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda e Ilustración Pública del
Tercer Reich, fue una figura clave en la maquinaria de comunicación
nazi. Su enfoque sistemático y manipulado de la información estableció
principios que hoy son analizados como herramientas de control y
manipulación de masas.
Aunque sus métodos estén asociados a uno de los
periodos más oscuros de la historia, su estudio es crucial para entender
los riesgos y las implicancias de la desinformación.
A continuación, exploraremos los principios clave de la propaganda
según Goebbels y los vamos a comparar con la comunicación del gobierno
de Pedro Sánchez y el Equipo Nacional de Opinión sincronizada,
basándonos en diversas fuentes que analizan sus discursos, prácticas y
estrategias:
1.- La simplificación y el enemigo único
Uno de los principios fundamentales de la propaganda de Goebbels es
reducir asuntos complejos a ideas simples y fácilmente comprensibles.
Esto incluye la identificación de un enemigo claro y único, al que se le
atribuyen todos los problemas.
En el contexto nazi, este enemigo fue el pueblo judío, al que se
culpó de las dificultades económicas y sociales de Alemania tras la
Primera Guerra Mundial. Al simplificar el discurso, se fomentaba una
narrativa clara y emocionalmente poderosa que era fácil de propagar.
En las comunicaciones del
gobierno de Pedro Sánchez, se ha señalado una tendencia a simplificar el
discurso político, presentando a la oposición o ciertos sectores como
responsables de bloqueos o retrocesos. Por ejemplo, en temas como la
reforma laboral o la gestión de los fondos europeos, se ha destacado
cómo el gobierno atribuye a la derecha (principalmente al Partido
Popular y Vox) la resistencia al progreso o el uso del miedo como arma
política.
2.- La orquestación
Goebbels enfatizaba la necesidad de repetir constantemente los mensajes clave. Este principio, conocido como «orquestación«,
se basa en la idea de que la repetición constante convierte una mentira
en verdad, o al menos en una percepción aceptada por el público.
Ejemplo: las proclamas antisemitas eran promovidas a través de todos
los canales posibles: radio, prensa, cine y eventos públicos, creando
una atmósfera de adoctrinamiento constante.
La utilización de mensajes
clave repetidos a través de diferentes plataformas mediáticas es una
práctica habitual. Ejemplos incluyen frases como «gobierno progresista»,
«avanzar sin dejar a nadie atrás» o «reconstrucción social y
económica». Estos lemas son reiterados en discursos, redes sociales y
ruedas de prensa, generando una narrativa coherente que refuerza la
imagen de un gobierno comprometido con el bienestar social.
3.-El principio de transposición
Este principio consiste en acusar al enemigo de aquello que uno mismo
está haciendo. De esta manera, se desvía la atención de las acciones
propias y se deslegitima a la oposición. Por ejemplo, mientras el
régimen nazi perseguía a minorías, acusaba a los judíos de conspirar
contra la sociedad alemana.
En ocasiones, el gobierno ha
acusado a la oposición de polarizar o generar crispación, mientras
sectores críticos señalan que ciertas declaraciones oficiales también
pueden ser interpretadas como divisivas. Por ejemplo, atribuir
continuamente a «la derecha» la falta de avances o tildar de
«negacionistas» a críticos de ciertas políticas puede encajar en este
principio.
4.- La exageración y desfiguración
Goebbels sabía que los mensajes extremos y emocionales tenían más
impacto que aquellos racionales. Por ello, la propaganda nazi exageraba
las amenazas que representaban los judíos, comunistas y otros grupos,
presentándolos como peligros existenciales para Alemania.
Esta exageración también se utilizaba en la glorificación del régimen, presentando a Hitler como un salvador casi divino.
La comunicación política de
cualquier gobierno tiende a magnificar los éxitos y minimizar los
fracasos. En el caso del gobierno de Sánchez, se ha visto en la
presentación de logros como la vacunación masiva contra la COVID-19 o la
aprobación de leyes como la de igualdad salarial. Sin embargo, críticos
argumentan que también se han exagerado las consecuencias de no apoyar
determinadas medidas, como los presupuestos generales o ciertas
reformas.
5.- La vulgarización
Para llegar a las masas, los mensajes propagandísticos debían ser
simples y accesibles. Goebbels sostenía que los discursos debían estar
dirigidos a los niveles más bajos de comprensión, ya que las emociones
eran más efectivas que los argumentos racionales.
Los mensajes del gobierno
están diseñados para ser comprensibles y apelan a la emoción más que al
razonamiento complejo. Por ejemplo, el enfoque en frases como «la gente»
frente a «los poderosos» busca conectar emocionalmente con los
ciudadanos y generar una narrativa inclusiva y popular
6.- El principio de unanimidad
La propaganda buscaba crear la impresión de que todos compartían la
misma opinión. Esto se lograba mediante la censura de voces disidentes y
la saturación del espacio público con mensajes del régimen. Al dar una
apariencia de consenso, se reforzaba la idea de que las ideas del
partido nazi eran indiscutibles.
A través de la utilización de
portavoces coordinados y la distribución de mensajes comunes en redes
sociales y medios afines, el gobierno busca proyectar una sensación de
cohesión. Esta estrategia, que no es exclusiva del gobierno actual,
también se refuerza con la censura o descalificación de opiniones
disidentes dentro del partido o de aliados críticos.
7.- El principio de la renovación constante
Para mantener el interés del público, la propaganda necesitaba
actualizarse regularmente con nuevos eventos, historias o enemigos. Esto
permitía que las masas permanecieran involucradas y emocionalmente
conectadas con los mensajes del régimen.
En el contexto del gobierno
de Pedro Sánchez, este principio puede observarse en la manera en que se
introducen constantemente nuevos temas en la agenda pública. Las
iniciativas y mensajes suelen ser presentados en un flujo
ininterrumpido, asegurando que la atención mediática y social se enfoque
en los logros del Ejecutivo o en los desafíos que enfrenta.
Por
ejemplo: Leyes progresistas: Tras aprobar una reforma laboral, se
introduce una nueva legislación, como las relacionadas con la igualdad
de género o el cambio climático, asegurando una narrativa constante de
avance y actividad.
Gestión de crisis: Temas como la pandemia de
COVID-19, la guerra en Ucrania, la inflación o los fondos europeos se
presentan como retos inmediatos a superar, manteniendo la percepción de
un gobierno dinámico y activo.
Una frase atribuida a Marco Tulio Cicerón decía: «Cuanto más cerca está la caída de un imperio, más locas son sus leyes»
Muchas veces los clásicos eran clarividentes o quizás es que no
aprendemos de la historia y hacemos válido el aforismo de Ruiz de
Santayana:
«Quienes no pueden recordar su Historia están condenados a repetirla»
8.- El principio de la accesibilidad y monopolio mediático
Goebbels entendía que para que la propaganda fuera efectiva, debía
ser omnipresente. La maquinaria nazi aseguró el control absoluto de los
medios de comunicación, desde los periódicos hasta la radio,
garantizando que ningún mensaje alternativo pudiera competir con el
suyo.
Aunque España es una democracia con pluralidad mediática,
se han levantado críticas sobre el control de los mensajes oficiales en
TVE y otros medios públicos. También se ha cuestionado la utilización
de subvenciones a ciertos medios, lo que podría influir en la cobertura
favorable al gobierno.
9.- El principio de la verdad adaptada
Aunque Goebbels es conocido por la frase «una mentira repetida mil
veces se convierte en verdad», también entendía que la propaganda
necesitaba contener elementos de verdad para ser creíble. Al manipular y
adaptar hechos reales, el régimen podía construir narrativas más
persuasivas.
Los datos o hechos suelen ser
presentados de forma que respalden la narrativa oficial. Por ejemplo,
en cuestiones económicas, se destacan cifras favorables (como el
crecimiento del PIB o la creación de empleo) mientras se resta
importancia a los indicadores negativos (como la inflación o el
endeudamiento).
10.- Apelar a las emociones, no a la razón
La propaganda nazi evitaba los argumentos lógicos y en su lugar
buscaba conmover y movilizar a las masas a través del miedo, la
esperanza, el orgullo y el odio. Las emociones intensas creaban una
conexión personal con los mensajes del régimen, facilitando su
aceptación.
El gobierno utiliza un
lenguaje que apela al orgullo, la esperanza o el miedo. Ejemplo de ello
es el discurso sobre la lucha contra el cambio climático, presentado
como una responsabilidad histórica, o el uso del miedo a la «extrema
derecha» como amenaza para movilizar a su base electoral.
11.- Crear una visión maniquea del mundo
Para Goebbels, la realidad debía presentarse como una lucha entre el
bien y el mal, donde el régimen nazi representaba la salvación y sus
enemigos eran una amenaza absoluta. Este enfoque simplificaba los
conflictos y generaba un fuerte sentido de lealtad y urgencia.
En el gobierno de Pedro
Sánchez, podemos identificar ciertos ejemplos que podrían alinearse con
este principio: Polarización entre «Progreso» y «Retroceso», Contraste
entre «Gobierno de la gente» y «Poderosos», La democracia frente a la
extrema derecha, Crisis climática: «Responsables» frente a
«Negacionistas…
Las implicaciones de crear
una visión maniquea del mundo pueden ser efectivo para movilizar a las
bases y generar apoyo emocional, pero también tiene riesgos:
Simplificación excesiva: Ignora las complejidades y matices de los
problemas sociales y políticos.
Fomentar divisiones: Profundiza la
polarización al deslegitimar a la oposición como una amenaza moral.
Reducción del debate: Reemplaza el diálogo crítico por eslóganes y
consignas.
Conclusión
Los principios de la propaganda de Joseph Goebbels representan una
peligrosa muestra de cómo las herramientas de comunicación pueden ser
manipuladas para servir a fines autoritarios y destructivos.
Si bien
estas estrategias fueron utilizadas con fines nefastos, su estudio es
esencial para entender los riesgos inherentes a la manipulación de la
información en cualquier época.
Reconocer estas técnicas en el mundo
actual es vital para fomentar una sociedad informada y crítica frente a
los intentos de desinformación y control.
Es importante reconocer que el uso de herramientas de comunicación no
es exclusivo del gobierno de Pedro Sánchez, ni mucho menos comparable
en su totalidad a los principios extremos de Goebbels.
Sin
embargo, el
análisis de estas técnicas puede ser útil para entender cómo los
gobiernos modernos buscan influir en la opinión pública. La diferencia
fundamental radica en el contexto: mientras que Goebbels operaba en un
Estado totalitario con control absoluto de los medios, en democracias
como la española, existe pluralismo informativo, contrapesos
institucionales y libertad de expresión.
No obstante, el escrutinio
crítico sigue siendo esencial para proteger la salud del debate público y
garantizar que las narrativas oficiales no monopolicen la verdad. Una
vez más, gracias por leerme.
(*) Escritor y divulgador