El presidente nacional del PP y líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo,
ha visitado Valencia. Nadie lo diría, porque no se ha dejado ver, ni
ante los ciudadanos ni ante los periodistas. Feijóo, por lo visto, ha
visitado Valencia de incógnito, como el rey ruso Pedro el Grande
cuando visitó varios países de Europa Occidental para comprender mejor
sus sociedades, su industria y sus ejércitos y, en fin, para pasar un
buen rato al modo en como lo pasan los turistas británicos en Benidorm o
Magaluf.
Vas por la calle y puedes
encontrarte por ahí, de incógnito, a Núñez Feijóo. Pero curiosamente no
han aparecido fotos de Núñez Feijóo en Valencia visitando de incógnito
las zonas más afectadas por la Dana, ni charlando con la gente, ni nada
de nada. Y esto se debe a que Núñez Feijóo ha tenido que venir de
auténtico incógnito, visto y no visto. ¿El motivo? Que al lado suyo
había un activo políticamente tóxico: el president de la Generalitat
Valenciana, Carlos Mazón.
Feijóo
no se deja ver porque Mazón no puede dejarse ver en la provincia de
Valencia y sobre todo en las zonas directamente afectadas por la dana.
Por eso, sus apariciones nunca se dan en las poblaciones, sino en
espacios controlados y despoblados, como cruces de caminos o polígonos
industriales.
Cuando se arriesga a salir mínimamente de ahí, o
sencillamente cuando se hace público que Mazón está en algún puente
compareciendo ante los periodistas que han recibido unas coordenadas
(como si fueran espías del MI6) para asistir a las surrealistas
apariciones "públicas" del president de la Generalitat, existe el riesgo
de que aparezcan ciudadanos y le abucheen. Y ese es un riesgo que Núñez
Feijóo no se puede permitir.
Mazón
nunca fue un político afín a Feijóo. Cuando Núñez Feijóo llega a la
presidencia del PP lo hace merced a un pacto de barones autonómicos,
sobre todo un pacto con los presidentes de Andalucía, Juanma Moreno, y la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, para desembarazarse del entonces líder Pablo Casado y su afán intervencionista, canalizado a través de su número dos, Teodoro García Egea.
Mazón, precisamente, fue un producto de García Egea, que lo impuso como sucesor de Isabel Bonig
al frente del PP valenciano (sinceramente creo que con ella al frente
de la Generalitat las cosas habrían sido distintas), y no tuvo ningún
papel en la defenestración de Pablo Casado (tampoco se singularizó en su
defensa), así que después de la llegada de Feijóo se puso de perfil.
Como Feijóo llegó, desde el principio, postulándose como un presidente
poco intervencionista, aupado por otros barones como él, que dejaría
hacer a cada uno en sus territorios, Mazón pudo consolidar un precario
control del PP valenciano, que se fortaleció muchísimo tras su
relativamente sorpresiva victoria en las elecciones autonómicas de 2023.
Ni el mayor fan de Mazón (tampoco es que
hubiera muchos por aquel entonces) podría considerar que esas elecciones
se ganaron gracias al carisma del candidato. Fueron unas elecciones que
ganó el PP merced a la movilización de la derecha frente a Pedro Sánchez
y también por la errática campaña electoral de PSPV y Compromís, que
mantuvieron un perfil bajo que sólo sirvió para desmovilizar a los
suyos, pero no a los votantes de sus rivales.
Mazón, hasta cierto punto,
fue "presidente por accidente" (tampoco es esto algo muy novedoso;
también Ximo Puig lo fue en 2015, con el peor resultado de la historia del PSPV).
Y
lo primero que hizo, para garantizar que sería presidente, es pactar
con Vox en plena precampaña de las elecciones generales que acababa de
convocar Pedro Sánchez. Unas elecciones en las que casi todo el mundo
pensaba que PP y Vox sumarían suficientes escaños para darle la
presidencia a Núñez Feijóo, pero cuya estrategia (de Feijóo y el PP)
consistía precisamente en hacer como si eso no fuera a suceder.
Una vez
se dio el pacto en la Generalitat Valenciana, que además implicó la
entrada de Vox en el gobierno autonómico, el PSOE y Sumar pudieron
enfocar su campaña en el campo más fértil que tienen: votadnos para que
no llegue la ultraderecha al Gobierno. Un voto defensivo que fue
suficiente para que al PP no le salieran las cuentas con Vox.
En
resumen: que Núñez Feijóo tal vez perdió las elecciones en 2023 por
culpa de Mazón. Pese a lo cual, las evidentes, y cada vez mayores,
dificultades del gobierno de coalición PSOE - Sumar, en todos los
órdenes, parecen indicar que cuando haya elecciones, esta vez sí, PP y
Vox conseguirán los 176 diputados que dan la mayoría absoluta.
Porque
Sumar es una coalición muy debilitada, escindida con Podemos; porque la
tendencia entre la población joven, sobre todo masculina, a apoyar a
opciones de extrema derecha (Vox, Se Acabó La Fiesta) cimenta el voto a
Vox y consolida ese espacio frente a la debilidad de la izquierda;
porque el Gobierno no tiene una mayoría parlamentaria efectiva y resulta
inoperante; y porque, además, el PSOE comienza a estar acosado por
diversos escándalos (sin que importe demasiado, a efectos mediáticos y
políticos, si dichos escándalos tienen base real o son producto del
"entusiasmo" de ciertos jueces).
Por último, el claro giro a la derecha
(y a la extrema derecha) que está dando el mundo occidental en su
conjunto, como es lógico, también favorece a Núñez Feijóo.
Así que todos los astros se alineaban, y
se alinean, para la llegada de Alberto Núñez Feijóo a La Moncloa...
salvo uno. El desastre de gestión de las inundaciones en la provincia de
Valencia el 29-O, antes, durante y después de la tragedia, que afecta
directamente al PP valenciano y a su presidente, Carlos Mazón.
La
Comunidad Valenciana, ahora mismo, es la única en la que, si hubiera
elecciones, según algunas encuestas, la izquierda estaría en disposición
de recuperarla, sobre todo por la fortaleza de Compromís.
También es la
única en la que se desploma la intención de voto al PP, con una
motivación obvia. Por último, es la única en la que, si el deterioro
continúa, podría ser factible un sorpasso de Vox al PP, que tal
vez se produzca ya en la provincia de Valencia.
La Comunidad
Valenciana, en resumen, es el único problema de entidad, en términos
políticos y electorales, que afecta ahora mismo a Núñez Feijóo. Y dicho
problema está encarnado en su presidente, Carlos Mazón.
Ahora
bien: es evidente que ni Núñez Feijóo ni el PP tienen ningún interés en
mantener a Mazón en el cartel electoral. Pero tampoco tienen ningún
aliciente para desembarazarse de él ahora, porque con ello lo único que
lograrían es quemar prematuramente a quien haya de sustituirle.
Por eso
sigue Mazón, contra toda lógica, contra cualquier evidencia política,
que indica que su responsabilidad en el desastre, que es notoria, exige
su dimisión o destitución. La pregunta es hasta cuándo seguirá. Y cuánto
afectará al PP en la Comunidad Valenciana la continuidad de Mazón y la
evidencia de que el PP, igual que el PSOE, adoptan sus decisiones en la
Comunidad Valenciana siguiendo exclusivamente criterios de estrategia
electoral a nivel nacional. Como siempre.