Mientras el presidente del Gobierno reflexiona en el Coto Doñana sin que esté programada ningún tipo de actividad política y su hombre de confianza en el partido, José Blanco, descansa a la espera de comenzar el próximo lunes la ronda de consulta para ulteriores pactos que hagan posible la investidura en la primera sesión parlamentaria, el partido Nacionalista Vasco (PNV) uno de los perdedores de las elecciones del pasado 9 de marzo ya ha dado el primer paso, y un paso decisivo, para dar estabilidad al Gobierno, un Gobierno que nace con un apoyo relativamente cómodo de 169 diputados.
Descartado un pacto con Convergencia i Unió cuyos dirigentes enfrentados con Montilla porque quieren su puesto y sus consejerías en la Generalitat tal como les prometió Zapatero, insisten en que el partido socialista es el que tiene que tomar la iniciativa y aparcado por el momento las ambiciones del dirigente de Unió, José Antoni Durán i Lleida, de entrar en el Gobierno de España (un Gobierno que tendría la estabilidad necesaria para un ambicioso programa económico que incluya las reformas estructurales que el país necesita), el camino hacia un entendimiento con el PNV parece despejado gracias a la colaboración del nuevo dirigente Iñigo Urkullu, el sucesor de Juan José Imaz y el sucesor también de Xavier Arzalluz, nada partidario de ese acercamiento.
Imaz tuvo que alejarse de la dirección (en estos momentos está dando clases en Estados Unidos) por su enfrentamiento con el lehendakari Juan José Ibarretxe y con su plan soberanista que debe terminar, como ha venido insistiendo hasta la saciedad, con un referéndum este otoño.
Urkullu, al igual que Imaz, ya ha comenzado a alejarse también de un lehendakari cuya obsesión primero por su “Plan” rechazado en el parlamento español y ahora con su referéndum, está llevando a la sociedad vasca a un camino sin salida ya que cualquier tipo de referéndum, o de consulta popular, y son palabras ya olvidadas de Ibarretxe, tiene que tener un amplio consenso y, sobre todo, solo se puede plantear un escenario con ausencia de violencia.
Mucho antes de lo previsto y, antes incluso, de que empiecen los contactos oficiales, el dirigente nacionalista vasco ya ha ofrecido un pacto a Zapatero argumentando que el referéndum en el que está empeñado Ibarretxe no es un obstáculo ya que según él una cosa es el gobierno de Ibarretxe y otra totalmente distinta es el partido que sostiene al Gobierno.
Desmarcándose de Ibarretxe, el nuevo dirigente vasco, insiste en que estamos en dos planos totalmente distintos y la única condición que pone para la firma de ese pacto que daría estabilidad a un gobierno que contaría en la cámara con 175 diputados (uno menos de la mayoría absoluta) es el compromiso del Gobierno de Zapatero a un “blindaje” del concierto económico en unos momentos en que está siendo puesto en duda desde Bruselas.
Si hace unos meses Imaz, era el hombre imprescindible para todo lo relacionado con el País Vasco especialmente para el fracasado proceso de paz en el que desempeñó un importante papel, ahora su sucesor, que parecía su adversario se ha convertido también en aliado de Zapatero dándole la espalda además al lehendakari al que deja en una situación insostenible.
Dicen que Zapatero tiene “baraka” en sus momentos más difíciles. Nadie hace unos meses podía pensar ese tipo de escenario y que el tan denostado PNV estuviese en puertas de firmar un pacto de estabilidad para el Gobierno de España.
Descartado un pacto con Convergencia i Unió cuyos dirigentes enfrentados con Montilla porque quieren su puesto y sus consejerías en la Generalitat tal como les prometió Zapatero, insisten en que el partido socialista es el que tiene que tomar la iniciativa y aparcado por el momento las ambiciones del dirigente de Unió, José Antoni Durán i Lleida, de entrar en el Gobierno de España (un Gobierno que tendría la estabilidad necesaria para un ambicioso programa económico que incluya las reformas estructurales que el país necesita), el camino hacia un entendimiento con el PNV parece despejado gracias a la colaboración del nuevo dirigente Iñigo Urkullu, el sucesor de Juan José Imaz y el sucesor también de Xavier Arzalluz, nada partidario de ese acercamiento.
Imaz tuvo que alejarse de la dirección (en estos momentos está dando clases en Estados Unidos) por su enfrentamiento con el lehendakari Juan José Ibarretxe y con su plan soberanista que debe terminar, como ha venido insistiendo hasta la saciedad, con un referéndum este otoño.
Urkullu, al igual que Imaz, ya ha comenzado a alejarse también de un lehendakari cuya obsesión primero por su “Plan” rechazado en el parlamento español y ahora con su referéndum, está llevando a la sociedad vasca a un camino sin salida ya que cualquier tipo de referéndum, o de consulta popular, y son palabras ya olvidadas de Ibarretxe, tiene que tener un amplio consenso y, sobre todo, solo se puede plantear un escenario con ausencia de violencia.
Mucho antes de lo previsto y, antes incluso, de que empiecen los contactos oficiales, el dirigente nacionalista vasco ya ha ofrecido un pacto a Zapatero argumentando que el referéndum en el que está empeñado Ibarretxe no es un obstáculo ya que según él una cosa es el gobierno de Ibarretxe y otra totalmente distinta es el partido que sostiene al Gobierno.
Desmarcándose de Ibarretxe, el nuevo dirigente vasco, insiste en que estamos en dos planos totalmente distintos y la única condición que pone para la firma de ese pacto que daría estabilidad a un gobierno que contaría en la cámara con 175 diputados (uno menos de la mayoría absoluta) es el compromiso del Gobierno de Zapatero a un “blindaje” del concierto económico en unos momentos en que está siendo puesto en duda desde Bruselas.
Si hace unos meses Imaz, era el hombre imprescindible para todo lo relacionado con el País Vasco especialmente para el fracasado proceso de paz en el que desempeñó un importante papel, ahora su sucesor, que parecía su adversario se ha convertido también en aliado de Zapatero dándole la espalda además al lehendakari al que deja en una situación insostenible.
Dicen que Zapatero tiene “baraka” en sus momentos más difíciles. Nadie hace unos meses podía pensar ese tipo de escenario y que el tan denostado PNV estuviese en puertas de firmar un pacto de estabilidad para el Gobierno de España.