domingo, 6 de enero de 2008

Toda la información sobre la crisis económica en ciernes: http://economiavanzada.blogspot.com

Toda la información económica, de referencia y calidad, sobre la crisis económica en ciernes e importada de los Estados Unidos, on line en http://economiavanzada.blogspot.com

Noticias y crónicas desde Nueva York, Washington, San Francisco, Londres, Francfort, Zurich, París, Bruselas, Tokio, Shanghai, Roma, Viena, Moscú, Sidney, Abu Dhabi y Madrid para el mejor seguimiento de los acontecimientos que van a marcar toda la actividad pública y privada de las economías de Estados Unidos, Unión Europea y Asia durante el muy incierto ejercicio fiscal 2008.

Columnas de opinión en castellano de los mejores especialistas y expertos para un mejor contraste de los diversos aspectos de la crisis y sus posibles vías de salida, con una selecta revista de prensa. Y el cierre diario de las más importantes Bolsas del Mundo para poder ir midiendo los efectos sobre los mercados de valores como un indicador fiable de la situación.

Seleccione en favoritos http://economiavanzada.blogspot.com para no perderse ni un detalle de lo que se presenta como una situación, a la vez, preocupante y apasionante a partir de una crisis financiera-hipotecaria que parece va a mutar todas las situaciones actuales a otras de mayor competitividad y progreso sobre la base de una fuerte innovación.

El precio de la vivienda nueva cae hasta un 3% en las zonas costeras durante la segunda mitad del 2007

VALENCIA.- El precio de la vivienda nueva en las zonas costeras experimentó, durante la segunda mitad del 2007, una pequeña caída, en contraste con la media del conjunto de viviendas de nueva construcción vendidas en España. En algunas poblaciones, la caída del precio alcanzó el 3%, según la Sociedad de Tasación.

La razón se encuentra no sólo en el menor acceso de los españoles a los créditos tras el estallido de la crisis de liquidez del pasado verano, sino también en el impacto que este proceso está teniendo en las economías familiares de ingleses o alemanes, compradores de viviendas asiduos del litoral español.

En este sentido, Sociedad de Tasación constata que "la crisis de liquidez ha golpeado más directamente a otros países europeos, tradicionales compradores de viviendas en la costa española".

Así, de las doce localidades que registraron descensos, cuatro se localizaron en Andalucía, cinco en Cataluña y otras dos en la Comunidad Valenciana, mientras que una última se situó en Asturias.

Además, en la segunda mitad del año 2007 se observaron descensos del precio de los inmuebles nuevos en Punta Umbría o Santa Pola, que alcanzaron el 3%, y a los que se unió una caída del 2,3% en Villassar del Mar o del 1,8% en Gijón.

Pero resulta aún más significativo observar que sólo dos poblaciones costeras de las 92 analizadas por Sociedad de Tasación, registraron subidas de precios por encima del 3% en el segundo semestre del 2007.

En este contexto, y a la espera de que esta tendencia a la baja de los precios continúe en la costa, desde Sociedad de Tasación se asegura que "es un buen momento para vender" en el caso de aquellos compradores que adquirieron viviendas en la costa al abrigo de las grandes plusvalías de años atrás.- (EP)

Zapatero avisa de que “nadie puede imponer ni fe, ni moral, ni costumbres, sólo respeto a las leyes”

MADRID.- El jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hizo ayer referencia a la concentración del pasado 30 de diciembre a favor de la familia cristiana y adviritió de que "nadie puede imponer ni fe, ni moral, ni costumbres, sólo respeto a las leyes", que es el "ADN de la democracia".

Zapatero, en una conversación informal con periodistas durante la celebración de la Pascua Militar, ha manifestado su discrepancia "absoluta" con las afirmaciones de los arzobispos de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y de Valencia, Agustín García-Gasco (en la imagen), porque el desarrollo de las libertades individuales afianza la democracia.

Puntualizó que se refería a las palabras de estos dos cardenales y que esta concentración no era un pronunciamiento oficial de la Iglesia y destacó, en este contexto, las palabras "sensatas" del presidente de la Confederación Episcopal, Ricardo Blázquez, que pidió a los obispos que no miraran a derecha e izquierda para resolver los problemas.

Zapatero, quien reiteró que discrepa "de manera profunda" con las opiniones de García-Gasco, quien dijo que las leyes sobre el matrimonio homosexual, el divorcio y el aborto disuelven la democracia, ha apuntado que "afortunadamente" hay un pensamiento plural en la Iglesia.

El jefe del Ejecutivo aseguró que, independientemente del color político, cualquier Gobierno debería afirmar que la moral y la fe no se legislan y defendió la aconfesionalidad del Estado y la primacía de la sociedad civil.

Según relató, desde hace treinta años, España no ha hecho más que progresar en el desarrollo de los derechos y las libertades de los ciudadanos y en los derechos humanos, y remarcó que un país que tiene una legislación que garantiza estos derechos, los fortalece. Entre estos derechos fundamentales citó la libertad de conciencia y la libertad personal.

A su entender, el Gobierno ha mantenido una actitud de diálogo y cooperación, y ha abogado por respetar los principios que se fijan en la Constitución de 1978: la aconfesionalidad del Estado y las relaciones entre éste y la Iglesia.

"Mantendremos la relación con el Vaticano y con la Conferencia Episcopal dentro del respeto a la discrepancia", señaló Zapatero, quien manifestó: "Cuando no se está muy de acuerdo en una cosa, lo decimos con toda contundencia y firmeza", porque "es el deber de un gobierno democrático".

Por ello, se han mantenido los acuerdos con la Santa Sede de financiación de la Iglesia y de colaboración en la educación, recordó.

Zapatero recalcó que los países más avanzados y democráticos son los que extienden los derechos y las libertades individuales, mientras que en los lugares donde éstos no se respetan, "la democracia está en una situación de práctica inexistencia".

Preguntado por si el PSOE va a incluir alguna reforma en las relaciones entre el Estado y la Iglesia en su programa electoral, ha afirmado que su partido tiene unos principios "muy claros" y ha recalcado la aconfesionalidad del Estado, la supremacía de las leyes democráticas y la extensión máxima de los derechos individuales.

Zapatero ha añadido que el objetivo del Gobierno es dar derechos iguales a todos, más allá de la diversidad política, religiosa o el sexo.- (EFE)

El Rey y el Príncipe / Pablo Sebastián


El Rey don Juan Carlos I cumple 70 años y casi la mitad de ellos al frente del Reino de España y con un excelente balance de su reinado. Aunque en este preciso aniversario el horizonte político y económico que se presenta ante los españoles no sea nada halagüeño y está preñado de nuevos y viejos desafíos que tienen que ver con asuntos de calado, como son la identidad y la unidad nacional, así como serias divergencias entre españoles a las que se les va a sumar un mal ciclo de la economía que amplificará la situación.

Es verdad que, desde que accedió al trono, don Juan Carlos ha encontrado momentos mucho más difíciles como el inicio de la transición o el golpe de Estado del 23-F. Pero sorprende que, con treinta años de Constitución y de convivencia en paz y prosperidad económica y social, ahora, a estas alturas, reaparezcan en el escenario español cuestiones que parecían erradicadas y a las que se les ha abierto la puerta la pasada legislatura durante el mandato del presidente Zapatero.

Como, también, en esa legislatura, hemos asistido por primera vez a un ataque político contra la Corona, provocado desde los sectores más radicales del nacionalismo, como los que lidera en Cataluña ERC, el partido que comparte el gobierno de la Generalitat con el Partido Socialista. Un acuerdo “contra natura” democrática y constitucional que ha incluido la tensa reforma territorial del Estado en curso, y también la fallida negociación con ETA, y el posterior regreso del terror.

El Rey ha sabido reaccionar, y ante la pasividad de los partidos políticos y de las instituciones, ha sido el monarca quien ha puesto en valor su figura y la propia institución monárquica con discursos donde ha reivindicado el rol de la Corona en la transición. Y con iniciativas decididas y premeditadas, tales como el viaje a Ceuta y Melilla (para subrayar la unidad de España), la visita a las tropas españolas destacadas en Afganistán (como Capitán General, para que no se olvide que sigue al frente del Ejército, en contra de lo que pretendió, en el Senado, ERC), y su imperativa y sonora petición de silencio al presidente Chávez, entre otras cosas y gestos que han merecido el aplauso y el apoyo popular.

Y una posterior y un tanto tardía reacción del Presidente Zapatero, de su Gobierno y de su entorno mediático (RTVE y Prisa/El País), temerosos todos ellos de que los ataques al Rey y el prestigio del monarca puedan influir en la posible derrota de los socialistas en las próximas elecciones de marzo. Porque el Gobierno, el PSOE y esos medios de comunicación saben que los pactos de Zapatero y del PSC-PSOE con la Esquerra Republicana están en el origen de esta crisis sobre la Corona, a la que se han sumado de manera grotesca un ruidoso sector de la extrema derecha del PP, que lidera la Conferencia Episcopal a través de la COPE, desde donde se ha solicitado la abdicación del Rey, también agredido, en dichas circunstancias, por un eurodiputado del PP.

El Rey ha pasado, otra vez con éxito, un nuevo desafío y contratiempo, pero hay algo que no podrá evitar: que entre los nacionalistas se dio un paso, premeditado, de agredir a la Corona como medio para presionar al Estado en sus reivindicaciones de soberanía o independencia. Los ataques no iban dirigidos al presidente del Gobierno, sino al Rey, sabedores del efecto mediático y político de semejante actuación. Algo que ya sabía y había intentado ETA, con la preparación de un magnicidio en Palma de Mallorca que, afortunadamente, fracasó.

Y quizás este ataque a la Corona, como consecuencia del desvarío federal o confederal de Zapatero, sin la previa reforma de la Constitución, y el deseo del presidente de revisar la memoria histórica de la Guerra Civil y todos los pactos y consensos de la transición, nos lleva a la conclusión de que dicha y famosa transición —cuyos males o errores nadie ha querido subrayar en aras de un cierto triunfalismo oportunista— está bastante agotada, como Régimen y sistema de poder, y empieza a enseñar sus flaquezas. Y bien merecería un punto y final para pasar de la transición de la partitocracia (el gobierno de los partidos) en vigor, a la democracia (el gobierno del pueblo) verdadera.

Naturalmente, para ello, haría falta una reforma en profundidad de la Constitución, y por lo tanto un gran pacto entre el PSOE y el PP, si es que sus dirigentes saben lo que es y quieren una democracia, renunciando al poder y privilegios de los jefes de los partidos para que el pueblo recupere su soberanía —estos pasados 30 años cedida al aparato de los partidos— y, de una vez, se imponga un sistema electoral directo, sin ventaja alguna para los nacionalistas, y verdaderamente representativo.

Para que también quede escrita en la Constitución, como tal, la verdadera separación —que hoy no existe— de los poderes del Estado: la independencia de la Justicia, sin que los partidos y otros poderes intervengan en su control y dirección; la autonomía del Parlamento frente al Gobierno, para controlar y no para servir al Ejecutivo; y la autonomía de Ejecutivo y supremacía sobre los partidos, lo que solo será posible si no se construye una monarquía nueva y presidencialista (una buena idea que en su día avanzó Maurice Duverger y de la que tuvo noticia don Juan de Bordón, padre del Rey), que permita la elección del jefe del Gobierno por sufragio universal, en una votación que integra a todos los españoles y ajena a los comicios legislativos.

Esta es la tarea pendiente en España. El Rey impulsó la transición y ahora le toca al Rey impulsar el trasvase hacia la democracia en condiciones más fáciles que la que habitaron el final del franquismo, para que el Príncipe don Felipe pueda acceder, en su día, a un Reino nuevo, más modernos, más democrático y más representativo. Lejos de las corrupciones, intrigas y los desvaríos autoritarios o centrifugadores del Estado, a los que nos llevaron (González, Aznar y Zapatero), en los pasados 30 años de Constitución, en el vigente sistema político con su tentadora acumulación de poderes —ese es el verdadero fantasma o mal de la Moncloa— y déficit de representatividad directa y verdaderamente justa y proporcional de todos los ciudadanos españoles. Treinta años, justo es decirlo, de grandes progresos económicos, sociales, de modernidad e integración internacional, y sobre todo de paz y de convivencia en libertad. Pero incompletos en lo que a la democracia de verdad se refiere.

Aunque en los últimos seis años, a raíz de la crisis abierta por el último gobierno de Aznar (Irak y 11M) y de sus maneras autoritarias y patrioteras, y por el disparate confederal de Zapatero, la situación y convivencia de los españoles se empezó a deteriorar, en casi todo. Hasta en la economía, frente a una crisis anunciada que el gobierno no ha previsto, y con ataques a la Corona, al poder judicial y a la unidad e identidad nacional.

Y, en estas circunstancias, nos acercamos a unas elecciones en las que se habla mucho de empate entre el PSOE y el PP. El que, de producirse, debería favorecer un gobierno de concentración entre las dos grandes formaciones políticas para hacer tres cosas esencialmente: recomponer la convivencia rota en los pasados años de Aznar y Zapatero; abordar la crisis económica y social que se avecina; y afrontar la reforma democrática, el paso de la partitocracia a la democracia.

El Rey don Juan Carlos I tiene tras de sí una ingente labor que la Historia le reconocerá. Pero falta todavía un impulso más, el salto hacia la democracia, porque el agotamiento y las carencias del régimen de la transición a la vista están y son la causa de muchas de las crisis vividas estos años e incluso de la incipiente debilidad del Estado, frente a la fragmentación autonómica que los partidos nacionalistas quieren llevar hasta el final.

Y si no se ataca el mal de raíz, con clarividencia y decisión, entonces el cuerpo enfermo de la transición, con la Corona incluida, empeorará camino de su perdición. No se trata de regresar a los años pasados de estabilidad, sino de avanzar hacia la consolidación democrática, de manera inequívoca y poniendo en valor la fuerza y la autoridad del Estado sobre todo lo demás. El Rey tiene aún nuevos retos por delante, y el Príncipe don Felipe lo debería de ayudar.

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