Ver y escuchar a Felipe González y José María Aznar en el mismo
escenario siempre es un espectáculo interesante. Se escuchan cosas
interesantes y se percibe el efecto del paso del tiempo en personas que
han vivido experiencias semejantes. Se parecen poco, casi nada, pero
comparten un sentimiento. La Transición y la democracia constitucional
merecen la pena. Aznar habla de “democracia liberal” y Felipe de
“democracia representativa”, en realidad hablan de lo mismo.
Los dos advierten de que esa democracia está amenazada y en riesgo en
España y en el mundo. Los dos precisan que la raíz del riesgo está en
el descrédito de las instituciones, en buena parte provocada por los
propios dirigentes de esas mismas instituciones. Ambos sostienen, de
forma más o menos explícita, que el pacto constitucional de 1978 está
roto, “lo han roto” dice Aznar, que añade “no me gusta los que está
pasando, siento angustia” para concluir: “lo de ayer (la mesa de la
Moncloa) es devastador para el sistema constitucional”.
Felipe González discurre parecido aunque con matices. Estima que el
consenso constitucional duró 35 años, hasta el 2004, aunque no se
percibió hasta 2014. Pero el sistema es resistente y resiliente (capaz
de reaccionar a la adversidad). Propone una pregunta a los políticos,
¿hice mejor mi país durante mi mandato? Tanto él como Aznar pasan bien
la prueba; no así otros presidentes posteriores.
Ambos razonaron que la estabilidad, el consenso constitucional de ese
tercio de siglo fue anormal respecto a lo que había sido norma en otros
períodos no autoritarios. Por eso hay que recuperar los acuerdos
trasversales que hagan posible otros 30 años de estabilidad.
Lo más interesante de los discursos de ambos expresidentes me pareció
la propuesta de Felipe a los políticos en activo: “quitaros los
cuchillos de la boca”, “cuidado con el provincianismo”, “es posible
ponerse de acuerdo”… Entre las advertencias de ambos destaca el concepto
de “lealtad” constitucional, unida al reconocimiento de la diversidad y
la descentralización que sustenta la Constitución.
Ambos políticos discrepan en la valoración de la reunión de la
Moncloa, Sánchez-Torra: para Felipe ayer “no pasó nada; no va a pasar
nada”, para Aznar lo de ayer es “devastador”. Pero como dijo Aznar: “Ni
tú, ni yo, haríamos algo semejante” Ni uno, ni otro, ni el anterior,
Adolfo Suárez. Quizá esa es la diferencia entre entonces y ahora, una
diferencia que no es generacional, sino de conceptos, de profundidad en
las convicciones.
Felipe recurrió a la ironía para recordar dos datos olvidados. “Yo
tuve un poder relativo con 202 diputados, por eso tardé tres años en
aprobar la ley de Sanidad… cuando a Suárez le faltaban 14 votos para
aprobar los Presupuestos (¿de 1980?) 16 diputados socialistas no fueron a
votar. Eran otros tiempos. Hoy el cuchillo va en la boca, quizá por eso
se entiende mal lo que dicen.
(*) Periodista y politólogo