Mucho han cambiado las cosas en Zarzuela desde que entró el equipo encabezado por Alberto Aza, diplomático de fina estampa, a quién precisamente este verano le ha tocado lidiar con uno de los momentos más delicados y difíciles de la monarquía española. La publicación de unas caricaturas de los Príncipes en la revista 'El Jueves' -de muy mal gusto por cierto-, que sumadas a las críticas vertidas por políticos de la talla del senador Iñaki Anasagasti, o de algunos de los miembros del actual gobierno balear, han hecho saltar las alarmas y obligado a los servicios de prensa y al Jefe de la Casa, a cambiar el rumbo de la nave real, antes de que esta se fuera a pique.
Decía Javier Tussel que uno de los mayores problemas a los que tenían que enfrentarse los miembros de las Casas Reales Europeas del Siglo XXI era el de adaptarse al medio ambiente, o sea, a estar un día sí y otro también en los medios audiovisuales, en la prensa del corazón. Si sabían cómo torear ese toro, sobrevivirían, de lo contrario, desaparecerían. No le faltaba razón.
La boda del Príncipe y Doña Leticia fue un revulsivo para quiénes creían en los cuentos de hadas. No porque la Princesa no reúna las cualidades que se le exige a quién un día será Reina de España, no, es sólo que con ella se rompió el misterio que envolvía a la Casa Real.
Quizá por eso el trato que se ha dado a Doña Leticia, no se le ha dado a ningún otro miembro de la familia. Se le ha criticado por no tener hijos y por tenerlos, por su delgadez y por su forma de vestir, por su sonrisa, por sus orígenes, por llevarse bien con su suegra, y lo más increíble, por lucir bikini en alta mar, como si la mayoría de las jóvenes y menos jóvenes de este país no usaran esa prenda en playas, piscinas y embarcaciones. Lo que demuestra que a muchos ciudadanos no les gustó que el Príncipe eligiera a una mujer moderna, que ha sabido sacarse las castañas del fuego, sin más ayuda que la de su familia y una gran fuerza de voluntad.
La pregunta del millón ante una situación como la que está viviendo la familia real es ¿qué se puede hacer? Lo que han hecho, salir en tropel, adelantarse a los acontecimientos, incluso provocar otros que dieran juego a la prensa, por ejemplo: Al día siguiente de que se publicaran las fotos de Letizia y la Reina, las Infantas se fueron a la playa, con sus hijos y sus maridos, para que pudieran fotografiarles a gusto, como a una familia más. Habrá quién piense que es pura casualidad, no creo en las casualidades de este tipo, fue un "aterrizaje playero" en toda regla, organizado por Zarzuela para dinamitar el impacto de las fotos de Doña Leticia en bikini.
Pero hay más novedades que no han pasado desapercibidas y que dice mucho del nuevo rumbo de la monarquía española: el nombramiento de un interventor, encargado de llevar la gestión económica de la Casa del Rey. A partir de esta semana, euro que se gaste en Zarzuela, euro del que habrá que dar cuenta a Oscar Moreno Gil, experto en Derecho Administrativo. Con este nombramiento se acallan las críticas al Rey por la opacidad en sus cuentas. Hasta ahora se sabía el dinero que recibe de los Presupuestos Generales del Estado, no cómo los distribuía, o en qué los gastaba.
En España no suelen hacerse encuestas para saber cuál es el grado de aceptación del Rey o de la Reina, es una equivocación, porque sirven para tomarle el pulso a la sociedad, saber qué piensan de una institución que no puede quedarse anclada en el pasado.
Decía Javier Tussel que uno de los mayores problemas a los que tenían que enfrentarse los miembros de las Casas Reales Europeas del Siglo XXI era el de adaptarse al medio ambiente, o sea, a estar un día sí y otro también en los medios audiovisuales, en la prensa del corazón. Si sabían cómo torear ese toro, sobrevivirían, de lo contrario, desaparecerían. No le faltaba razón.
La boda del Príncipe y Doña Leticia fue un revulsivo para quiénes creían en los cuentos de hadas. No porque la Princesa no reúna las cualidades que se le exige a quién un día será Reina de España, no, es sólo que con ella se rompió el misterio que envolvía a la Casa Real.
Quizá por eso el trato que se ha dado a Doña Leticia, no se le ha dado a ningún otro miembro de la familia. Se le ha criticado por no tener hijos y por tenerlos, por su delgadez y por su forma de vestir, por su sonrisa, por sus orígenes, por llevarse bien con su suegra, y lo más increíble, por lucir bikini en alta mar, como si la mayoría de las jóvenes y menos jóvenes de este país no usaran esa prenda en playas, piscinas y embarcaciones. Lo que demuestra que a muchos ciudadanos no les gustó que el Príncipe eligiera a una mujer moderna, que ha sabido sacarse las castañas del fuego, sin más ayuda que la de su familia y una gran fuerza de voluntad.
La pregunta del millón ante una situación como la que está viviendo la familia real es ¿qué se puede hacer? Lo que han hecho, salir en tropel, adelantarse a los acontecimientos, incluso provocar otros que dieran juego a la prensa, por ejemplo: Al día siguiente de que se publicaran las fotos de Letizia y la Reina, las Infantas se fueron a la playa, con sus hijos y sus maridos, para que pudieran fotografiarles a gusto, como a una familia más. Habrá quién piense que es pura casualidad, no creo en las casualidades de este tipo, fue un "aterrizaje playero" en toda regla, organizado por Zarzuela para dinamitar el impacto de las fotos de Doña Leticia en bikini.
Pero hay más novedades que no han pasado desapercibidas y que dice mucho del nuevo rumbo de la monarquía española: el nombramiento de un interventor, encargado de llevar la gestión económica de la Casa del Rey. A partir de esta semana, euro que se gaste en Zarzuela, euro del que habrá que dar cuenta a Oscar Moreno Gil, experto en Derecho Administrativo. Con este nombramiento se acallan las críticas al Rey por la opacidad en sus cuentas. Hasta ahora se sabía el dinero que recibe de los Presupuestos Generales del Estado, no cómo los distribuía, o en qué los gastaba.
En España no suelen hacerse encuestas para saber cuál es el grado de aceptación del Rey o de la Reina, es una equivocación, porque sirven para tomarle el pulso a la sociedad, saber qué piensan de una institución que no puede quedarse anclada en el pasado.
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