En su discurso, Obama volvió a describir su estrategia como "el plan de recuperación más extenso de la historia de Estados Unidos", una inyección económica de casi 800.000 millones de dólares, destinados a "la reactivación de la economía doméstica y la estabilización de los mercados financieros".
Sin embargo, el presidente puntualizó que el plan "no está destinado a restaurar completamente la salud económica por sí mismo". A juicio de Obama el objetivo inicial de "alimentar la demanda, favorecer el gasto y proteger a los más afectados por la crisis", ya está comenzando a dejarse notar.
La ley "ha permitido a los pequeños negocios y a las compañías de energías limpias que contraten nuevos trabajadores o eliminen sus planes para el recorte de empleo", garantizando "la construcción de carreteras, puentes y otros proyectos de infraestructuras, miles de los cuales están comenzando ahora, y miles más que comenzarán en los próximos meses".
Según Obama esta ley, en vigor el 17 de febrero del 2009, deja sin respuesta a "algunos de los críticos" que "la están tachando de fracaso pero que son incapaces de ofrecer una alternativa plausible", mientras otros creen que "el plan debería haber sido aún más grande, y ya están solicitando un nuevo plan de recuperación".
Con todo, se trata de un plan "que se acelerará enormemente a lo largo del verano y del otoño" y al que "hay que dejar de funcione como se pretende". "Confío en que Estados Unidos capée esta tormenta económica", añadió el presidente, quien destacó los avances registrados por la sanidad estadounidense, insistiendo al mismo tiempo en que el actual déficit del país "no deberá pesar sobre ni sobre sus proyectos de reforma de la Sanidad, ni sobre la legislación pendiente sobre el uso de energía limpia".
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