La España de Zapatero se paletiza mientras los países menos desarrollados de nuestro entorno forman a su gente para no quedarse atrás en el terreno del conocimiento, la investigación y la competitividad.
La España de Zapatero, el Gobierno de Zapatero, se cruza de brazos amparándose en que no puede entrar en ciertos asuntos porque se han transferido a las comunidades autónomas, sin que parezca importarle que algunos gobiernos autonómicos juegan a hacer experimentos con sus competencias.
La España de Zapatero permite que en determinadas comunidades se impida el aprendizaje del idioma común, el castellano, y mira hacia otro lado cuando Galicia va por la misma senda que Cataluña -que se ha demostrado absolutamente equivocada-, como mira para otro lado cuando el nuevo gobierno de Baleares, socialista, convierte el catalán en lengua obligada y deja en segundo plano el castellano, lo que evidentemente deja en inferioridad de condiciones a los insulares respecto a quienes se manejan perfectamente en una lengua que no es solo la de todos los españoles, sino que cada vez se valora más fuera de nuestras fronteras.
La España de Zapatero es tan ridícula, tan extremadamente ridícula, que se inventa un ministerio de Igualdad donde coloca a una joven sin experiencia en nada, que en su primera comparecencia parlamentaria lanza como idea magnífica un teléfono al que puedan llamar los maltratadores cuando se vean invadidos por un ansia irrefrenable de maltratar a su cónyuge, para ser calmados a través de la voz que les atienda al teléfono. Una joven sin experiencia en nada que, en aras de la igualdad, llama "miembros y miembras" a los diputados y diputadas de la comisión correspondiente.
La España de Zapatero permite que un gobierno autonómico exija a una línea aérea extranjera que contrate personal que hable catalán a bordo y cuando se niega el responsable de esa línea con argumentos que entiende cualquiera, el Gobierno de Zapatero no se inmuta ante el parlamentario extremista -de un partido que gobierna en coalición con los socialistas en Cataluña- que difunde el logo de esa empresa extranjera con la esvástica nazi.
La España de Zapatero, el Gobierno de Zapatero, no ha movido un dedo en los últimos años ante la crisis económica que se avecinaba; el gobierno de Zapatero se encoge de hombros cuando los ciudadanos preguntan si está garantizado el abastecimiento de los productos básicos en los próximos días.
El Gobierno de Zapatero no pinta nada en política internacional, el Gobierno de Zapatero no parece preocuparse ante el crecimiento desaforado del paro, y echa la culpa al precio del petróleo del exagerado descenso de la venta de automóviles, cuando en los países vecinos, Portugal, Francia y Alemania, se ha incrementado la venta a pesar del incremento del precio del petróleo.
La España de Zapatero no aplica la solidaridad entre regiones y no distribuye el agua en función de sobrantes y necesidades, y el gobierno de Zapatero no sabe cómo financiar las comunidades autonómicas porque cada una de ellas pretende aplicar distintas fórmulas. La España de Zapatero da pena.
Va de pena.
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