La posible fusión de Caja Madrid y Bancaja es bien vista en la cúpula nacional del PP, partido que controla ambas entidades, ya que el nuevo grupo superaría a La Caixa y daría lugar a la primera caja de ahorros de España, con unos activos superiores a los 300.000 millones de euros.
En las filas populares quieren compensar también la pérdida de influencia que van a sufrir en Caja del Mediterráneo (CAM), después de que esta entidad haya aprobado con Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura la creación de un Sistema Institucional de Protección (SIP).
Esta fórmula -ideada por el Banco de España para salvar la oposición de los gobiernos autonómicos a las uniones interregionales- supone una cierta bancarización de las cajas, ya que la denominada fusión fría se articula mediante la creación de un banco que gestiona de forma unitaria los beneficios y las políticas de riesgos, tesorería, calificación crediticia, control interno y requerimientos regulatorios, aunque cada una de las cajas mantiene independientes su personalidad jurídica, su implantación regional de negocio minorista, sus órganos de gobierno y la obra social.
La unión de Caja Madrid y Bancaja -que se podría materializar a través de un SIP- sería muy positiva desde el punto de vista operativo, según los analistas, ya que no tienen demasiadas duplicidades y alcanzarían un tamaño suficiente para abordar su expansión internacional.
Rato necesita dar en Caja Madrid un golpe de efecto para revitalizar una entidad que ha sufrido en el último año las consecuencias de la lucha intestina por su control entre Miguel Blesa y Esperanza Aguirre.
Bancaja, por su parte, acaba de perder el tercer puesto del ránking en favor de la unión de CAM y Cajastur, y se ha quedado un tanto aislada tras fracasar el intento de Francisco Camps de fusionar las dos cajas levantinas.
La entidad que preside José Luis Olivas también ha perdido todas las opciones en su intento de comprar Caja Murcia, ya que ésta aspira a ser líder -haciendo valer sus excelentes datos de solvencia- de un SIP en el que también estarían Caja Granada, Sa Nostra y Caixa Penedés.
Desde el punto de vista financiero, a los balances de Caja Madrid y de Bancaja les vendrían de perlas las ayudas que ha articulado el Gobierno para este tipo de operaciones a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB).
La caja madrileña es casi el doble en tamaño que la valenciana, pero ésta tiene mejores ratios financieros -la morosidad de Bancaja es del 5,20% frente al 5,43% de Caja Madrid-, e incluso durante el primer trimestre de este año la entidad presidida por Olivas registró mayores beneficios: 78 millones de euros frente a los 73 millones de la caja madrileña.
Esto podría permitir a Bancaja negociar un mayor peso en el nuevo grupo, lo que salvaría la cara a los políticos populares valencianos, que son los que más pegas pondrían a una operación de este tipo, sobre todo después de haber fracasado en su pretendida fusión regional entre Bancaja y CAM.
Tampoco las huestes del presidente Francisco Camps están como para oponerse a una maniobra orquestada desde Génova, dada su debilidad política derivada del Caso Gúrtel.
Rodrigo Rato quiere hacer una operación importante y cada vez tiene menos novias a las que cortejar. Le gustaba Caixa Galicia, pero Núñez Feijóo se lo impidió, luego se fijó en CAM, que logró escabullirse, y ahora tiene en Bancaja su última oportunidad.
Del baile de fusiones también se han quedado descolgadas Ibercaja y BBK, pero con éstas sería mucho más difícil, ya que están controladas por PSOE y PNV, y porque ambas cajas todavía tienen la esperanza de liderar cualquier proyecto en el que participen.
A José Luis Olivas no le hace ninguna gracia que Bancaja pueda servir de trampolín para impulsar a Caja Madrid, aunque su poder de presión dentro del Partido Popular es muy inferior al que tiene Rodrigo Rato. Olivas intentará oponerse con todas sus fuerzas a una fusión que no le convence. Otra cosa es que los intereses políticos de su partido le fuercen a ello.
En las filas populares quieren compensar también la pérdida de influencia que van a sufrir en Caja del Mediterráneo (CAM), después de que esta entidad haya aprobado con Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura la creación de un Sistema Institucional de Protección (SIP).
Esta fórmula -ideada por el Banco de España para salvar la oposición de los gobiernos autonómicos a las uniones interregionales- supone una cierta bancarización de las cajas, ya que la denominada fusión fría se articula mediante la creación de un banco que gestiona de forma unitaria los beneficios y las políticas de riesgos, tesorería, calificación crediticia, control interno y requerimientos regulatorios, aunque cada una de las cajas mantiene independientes su personalidad jurídica, su implantación regional de negocio minorista, sus órganos de gobierno y la obra social.
La unión de Caja Madrid y Bancaja -que se podría materializar a través de un SIP- sería muy positiva desde el punto de vista operativo, según los analistas, ya que no tienen demasiadas duplicidades y alcanzarían un tamaño suficiente para abordar su expansión internacional.
Rato necesita dar en Caja Madrid un golpe de efecto para revitalizar una entidad que ha sufrido en el último año las consecuencias de la lucha intestina por su control entre Miguel Blesa y Esperanza Aguirre.
Bancaja, por su parte, acaba de perder el tercer puesto del ránking en favor de la unión de CAM y Cajastur, y se ha quedado un tanto aislada tras fracasar el intento de Francisco Camps de fusionar las dos cajas levantinas.
La entidad que preside José Luis Olivas también ha perdido todas las opciones en su intento de comprar Caja Murcia, ya que ésta aspira a ser líder -haciendo valer sus excelentes datos de solvencia- de un SIP en el que también estarían Caja Granada, Sa Nostra y Caixa Penedés.
Desde el punto de vista financiero, a los balances de Caja Madrid y de Bancaja les vendrían de perlas las ayudas que ha articulado el Gobierno para este tipo de operaciones a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB).
La caja madrileña es casi el doble en tamaño que la valenciana, pero ésta tiene mejores ratios financieros -la morosidad de Bancaja es del 5,20% frente al 5,43% de Caja Madrid-, e incluso durante el primer trimestre de este año la entidad presidida por Olivas registró mayores beneficios: 78 millones de euros frente a los 73 millones de la caja madrileña.
Esto podría permitir a Bancaja negociar un mayor peso en el nuevo grupo, lo que salvaría la cara a los políticos populares valencianos, que son los que más pegas pondrían a una operación de este tipo, sobre todo después de haber fracasado en su pretendida fusión regional entre Bancaja y CAM.
Tampoco las huestes del presidente Francisco Camps están como para oponerse a una maniobra orquestada desde Génova, dada su debilidad política derivada del Caso Gúrtel.
Rodrigo Rato quiere hacer una operación importante y cada vez tiene menos novias a las que cortejar. Le gustaba Caixa Galicia, pero Núñez Feijóo se lo impidió, luego se fijó en CAM, que logró escabullirse, y ahora tiene en Bancaja su última oportunidad.
Del baile de fusiones también se han quedado descolgadas Ibercaja y BBK, pero con éstas sería mucho más difícil, ya que están controladas por PSOE y PNV, y porque ambas cajas todavía tienen la esperanza de liderar cualquier proyecto en el que participen.
A José Luis Olivas no le hace ninguna gracia que Bancaja pueda servir de trampolín para impulsar a Caja Madrid, aunque su poder de presión dentro del Partido Popular es muy inferior al que tiene Rodrigo Rato. Olivas intentará oponerse con todas sus fuerzas a una fusión que no le convence. Otra cosa es que los intereses políticos de su partido le fuercen a ello.
http://lcrispin.blogspot.com/2010/05/caja-madrid-novio-para-bancaja.html
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