VALENCIA.- El PP es una olla a presión. El auto del juez Pedreira aceleró los movimientos para tratar de buscar una salida al futuro del presidente de la Generalitat, dispuesto, al menos por ahora, a atrincherarse, pero que ya se aferra al último asidero del precipicio. Y el titular del Consell parece estar decidido a morir matando, según 'Información' y 'Levante'.
Hasta el punto, de que hace unos días llegó a amenazar a un interlocutor de Génova con romper el PP y liderar una escisión de corte regionalista en los próximos comicios autonómicos de 2011 en el caso de que se le obligue a dimitir. Así lo sostienen dirigentes populares.
En cambio, Presidencia rechazó tajantemente este extremo. Tras conocerse el auto, en las filas del PP se desató la tensión. En Génova, de momento, guardan silencio. Aunque la procesión vaya por dentro. Mariano Rajoy permaneció reunido en la sede con algunos de sus más directos colaboradores. No hubo ni declaración oficial del PP tras conocer el durísimo auto de Pedreira ni tampoco un comunicado de apoyo a Camps.
Lejos de eso, en estos momentos, en Génova se empieza a interiorizar la necesidad de que el presidente de la Generalitat debería preparar las maletas y marcharse para no deteriorar, aún más, la imagen del PP. Desde Génova esperan su reacción para afrontar una decisión definitiva.
Al PP le aprietan los plazos. Entre junio y julio, la dirección que encabeza Mariano Rajoy tiene que decidir los candidatos en las trece autonomías que celebran sus comicios en 2011. Y el escándalo que los populares tienen montado en Valencia condiciona todo el proceso. Máxime cuando existe pleno convencimiento de que, en ningún caso, Camps debe seguir por mucho tiempo -el tope máximo es la apertura de juicio oral- y que, por tanto, no debe ser candidato.
¿El problema? Mariano Rajoy, reacio a tomar decisiones fulminantes, no quiere destituirle directamente desde Madrid. Pretende, de alguna manera, repetir con el jefe del Consell la operación que ensayó en su día con el ya ex senador Luis Bárcenas. Es decir, propiciar que sea el propio Camps el que decida marcharse para atajar la crisis del partido y, acto seguido, plantear la suspensión de militancia.
El escollo, en estos momentos, es que el presidente de la Generalitat no está por la labor de dejar el cargo y centrarse en su defensa judicial. Todo lo contrario. Se mantiene en sus trece de atrincherarse y venderá cara su derrota. La revelación de cargos del PP sobre las insinuaciones de Camps para "resucitar" el regionalismo, que se quedó sin representación en las Corts en 1999, y liderar otro partido en 2011 son una muestra del escenario de tensión.
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