En el acto, celebrado en el Paraninfo del edificio histórico de La Nau, el historiador relató como en sus numerosas visitas a Valencia a lo largo de 50 años le han permitido ser testigo de la "progresiva degradación y pérdida de la huerta", un fenómeno que refleja cómo la capital valenciana ha seguido la suerte de otra importantes huertas periurbanas en el mundo mediterráneo, como la 'Ghuta' de Damasco o la de Palermo, que están en vías de completa extinción.
Para el experto, actualmente profesor de Historia Medieval de la Universidad de Boston, "la extinción generalizada del regadío tradicional valenciano, sepultado por el cemento y el asfalto o transmutado en un neorregadío tubiforme extrañamente implantado en el territorio, va acompañada de una triste serie de expropiaciones y expulsiones de los agricultores tradicionales en buena parte de localidades valencianas poseedoras de huertas históricas". En conjunto, "el fenómeno presenta un inquietante paralelismo con la expulsión de musulmanes y moriscos entre 1238 y 1609, de quienes los labradores son herederos directos", afirmó.
Además de los "riesgos de tipo físico y ambiental", agregó, la eliminación del regadío tradicional "implica inevitablemente la desagregación, la atomización y, finalmente, la desaparición los lazos sociales que unen a las comunidades de regantes".
"En un contexto de competencia creciente por el agua, no alimentada, precisamente, por lo regantes tradicionales valencianos, el discurso dominante tacha a los labradores poco menos que de malgastadores contumaces", aseveró.
"Las acequias se ven demonizadas --prosiguió Glick--, y la presión social impulsa a los regantes a sustituir los viejos sistemas, de eficacia probada y coste limitado al mantenimiento, por unos nuevos sistemas cuya eficacia global (incluyendo la variable ecológica) está todavía por demostrar, y cuya construcción supone una inversión considerable, sin ninguna certeza (por el momento), de que los rendimientos se incrementen de manera sostenible en la larga duración".
El nuevo doctor honoris causa tuvo también palabras muy amables para Valencia, sus gentes y su paisaje. "Para mí, como medievalista, Valencia ha sido Eldorado. Colón pensó que el Orinoco era la entrada al paraíso terrestre. Contemplando la Huerta desde Godella a finales de los sesenta, donde residía con mi mujer Betty, en una casa sobre la acequia de Montcada, el Túria era la entrada a un paraíso real".
Por su parte, el rector de la UV, Esteban Morcillo, subrayó que Thomas Glick es "un universitario completo, dotado de una gran curiosidad científica y una gran honestidad intelectual, que destaca por la variedad y amplitud de sus intereses y sus conocimientos" a, sí como un "universitario comprometido con su tiempo y con los grandes problemas de nuestro mundo, en particular los que afectan a la convivencia entre pueblos y culturas y a la defensa del patrimonio, material e inmaterial, como un bien supremo de las sociedades".
"Siendo cómo es un historiador del contacto y l'intercambio entre culturas, y además un historiador de la Valencia medieval, donde convivían cristianos, musulmanes y judíos, Thomas Glick no puede ser sino un partidario del diálogo entre culturas y civilizaciones, en unos momentos en qué el fanatismo y la intolerancia renacen con fuerza y dificultan de nuevo la convivencia pacífica a Palestina y el Próximo Oriente", agregó.
Finalmente, el profesor Antoni Furio, que fue el encargado de leer la tradicional laudatio, manifestó que, "ajeno a las polémicas locales, Glick no sólo identificó las improntas orientales dentro el marco institucional del regadío valenciano, sino que destacó el papel crucial que había tenido al-Andalus en la recepción y transmisión de la cultura islámica y, a través de esta, de otras culturas y civilizaciones, como la helenística, la china o la hindú".
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