El documento, de 103 páginas, recuerda que en la Archidiócesis de existen "innumerables campos de pastoral evangelizadora y educativa, donde los menores tienen un papel preponderante en parroquias, universidad, colegios y movimientos", por lo que estas directrices pretenden ser "una ayuda para sacerdotes, docentes y personas implicadas en la pastoral diocesana que, por desconocimiento en este asunto, se pudieran sentir desorientados o incapaces de saber actuar ante posibles situaciones de este tipo, sin poder dar, por tanto, una respuesta adecuada al problema, o que su testimonio no pueda quedar reflejado en algún registro de intervención".
Desde el Arzobispado subrayan que la protección de los menores y la prevención del abuso sexual deben ser "prioridades absolutas para cualquier organización, incluyendo la Iglesia católica".
"La ocultación o el silenciamiento de los casos de abuso sexual infantil sólo sirve para perpetuar el daño causado a las víctimas y aumentar el riesgo de que se produzcan más abusos", recalca el documento aprobado.
En esta línea, considera "esencial que se adopten medidas claras y transparentes para abordar los casos de abuso a menores y esto incluye la cooperación plena con las autoridades civiles y la adopción de políticas claras y efectivas para la prevención del abuso, la denuncia de los casos, la protección de las víctimas y la sanción de los abusadores".
"Es importante también --prosigue-- que toda institución eclesial se centre en proporcionar apoyo y atención a las víctimas de abuso sexual infantil y adultos vulnerables, y en garantizar que, junto con sus familias, reciban la ayuda y el tratamiento adecuados para recuperarse del trauma que han sufrido. En última instancia, solo a través de un compromiso firme y sostenido con la protección de los menores, se podrá garantizar que no vuelvan a producirse más abusos".
El protocolo contempla un apartado de 'Prohibiciones y comportamiento', que explicita que está "estrictamente prohibido" para los agentes de pastoral y personal docente infligir castigos corporales de cualquier tipo o establecer una "relación preferencial" con un menor de edad. En este punto, especifica que "es motivo de cese inmediato de la actividad pastoral cualquier relación sentimental, consentida o no, de un adulto con un menor de edad".
También se prohíbe dejar a un menor en una situación potencialmente peligrosa, dada su situación mental o física; recurrir a un menor de manera ofensiva o involucrarse en conductas inapropiadas o sexualmente sugestivas; discriminar a un menor o un grupo de menores (con novatadas y otras dinámicas y juegos que puedan llevar consigo actos vejatorios, denigrantes o sexistas); o pedir a un menor que guarde un secreto o darle regalos discriminando al resto del grupo.
Igualmente, se impide ponerse en "situación de riesgo o claramente ambigua", entre las que cita "entrar en los vestuarios, baños o duchas mientras estén los menores, compartir habitación de hotel o tienda de campaña, o subir a un menor a solas en un coche".
En el caso de tener que acceder a estos espacios, apunta, conviene que entren al menos dos adultos y del mismo sexo que los menores presentes. En las convivencias, acampadas o viajes es siempre oportuno invitar a que vayan algunos padres, incluso que sean parte activa de la organización.
En caso de que haya que llevar algunos menores en el coche, se hará siempre con el consentimiento de los padres y, a ser posible, acompañado por otro adulto, agrega.
Entre las prohibiciones se recoge, además, la de quedarse a solas mucho tiempo con un menor, por ejemplo, en la sacristía de la iglesia, o en una sala o dependencia parroquial, y con la puerta cerrada. Si hubiera que examinar a un menor enfermo o herido se hará siempre en presencia de otro adulto.
Añade que, cuando haya que hablar en privado con un menor, se haga en un entorno "visible y accesible a los demás". Una buena sugerencia --precisa el protocolo-- es que haya puertas de cristales transparentes o cristaleras en despachos de sacerdotes, directores, formadores y animadores, tanto de menores como de jóvenes.
Y añade: "Cuando se habla con un menor en un despacho o habitación, se debe dejar la puerta abierta, o hablar con él en un lugar donde otros adultos puedan ser testigos del encuentro. Es decir, es necesario llevar a cabo una política de 'puerta nunca cerrada'".
Respecto a las sanciones, el decreto de aprobación, que firma el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, señala que los responsables eclesiásticos "deben actuar siempre que las personas a su cargo vulneren o no sigan este Código de buenas prácticas".
"Esta actuación puede ir desde una simple indicación o sugerencia de mejora a una llamada de atención, en casos leves. En casos de notoria gravedad debe procederse con una seria advertencia, y dar los pasos para el alejamiento inmediato del ministerio sacerdotal, o de la función pastoral, con la comunicación a las autoridades civiles, y con la apertura de un expediente, o el despido, según cada caso", manifiesta.
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