Al haber sido imputado por el Tribunal Superior de Justicia de Valencia, el futuro político de Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana está en el aire. La diferencia entre imputado y acusado es importante y juega a favor de la honorabilidad de Camps porque la imputación, en principio, no supone la atribución directa de culpabilidad en la comisión de algún delito.
Quiero decir, que tras ser llamado a declarar el juez puede decidir que termina ahí la relación de Camps con el sumario que indaga la supuesta trama de corrupción organizada por el empresario Francisco Correa y sus socios. Otra cosa es la deriva política que apareja el caso. Ahí --recuérdese el caso del socialista Demetrio Madrid, que fue presidente de la Junta de Castilla y León--, lo que cuenta es la apariencia de las cosas y ,en ese registro, sigue vigente la doctrina romana acerca de la honradez de la mujer del César.
La historia de los trajes, el fleco más chusco de la trama montada por los empresarios que organizaban eventos para el PP en Madrid y en Valencia, puede acabar con la carrera del joven político valenciano. Sí, como ha dicho el propio Camps, tiene la conciencia tranquila y, en relación con la letra menuda del caso que le ha depositado en los tribunales, fuera verdad que había pagado de su bolsillo los ya famosos ternos --como aseguró hace un mes a su paso por Madrid-- debe estar pasándolo muy mal. Pasando por un infierno.
A juzgar por el sufrimiento que reflejaba su cara en las últimas apariciones públicas, no me sorprendería que, así que pase por el trance judicial, acabe tirando la toalla sin necesidad de que se lo pida Rajoy, a quien, por cierto, este asunto salpica políticamente en el peor momento: a tres semanas vista de las elecciones europeas y con las encuestas a favor.
Quiero decir, que tras ser llamado a declarar el juez puede decidir que termina ahí la relación de Camps con el sumario que indaga la supuesta trama de corrupción organizada por el empresario Francisco Correa y sus socios. Otra cosa es la deriva política que apareja el caso. Ahí --recuérdese el caso del socialista Demetrio Madrid, que fue presidente de la Junta de Castilla y León--, lo que cuenta es la apariencia de las cosas y ,en ese registro, sigue vigente la doctrina romana acerca de la honradez de la mujer del César.
La historia de los trajes, el fleco más chusco de la trama montada por los empresarios que organizaban eventos para el PP en Madrid y en Valencia, puede acabar con la carrera del joven político valenciano. Sí, como ha dicho el propio Camps, tiene la conciencia tranquila y, en relación con la letra menuda del caso que le ha depositado en los tribunales, fuera verdad que había pagado de su bolsillo los ya famosos ternos --como aseguró hace un mes a su paso por Madrid-- debe estar pasándolo muy mal. Pasando por un infierno.
A juzgar por el sufrimiento que reflejaba su cara en las últimas apariciones públicas, no me sorprendería que, así que pase por el trance judicial, acabe tirando la toalla sin necesidad de que se lo pida Rajoy, a quien, por cierto, este asunto salpica políticamente en el peor momento: a tres semanas vista de las elecciones europeas y con las encuestas a favor.
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