La fusión natural, la más natural, la de Caja Murcia y la CAM, está a punto de anunciarse. Todo se ha llevado este verano con la mayor discreción, de la Dehesa de Campoamor a la playa de San Juan, y de Murcia y Alicante a Madrid, pasando por el Parador Nacional de Albacete, para escuchar al Banco de España, y de por medio, catedráticos de Historia como colaboradores espontáneos aportando su influencia-experiencia en espera de la lógica recompensa, versus Javier Guillamón, ex vicepresidente de la CAM y murciano de pro.
De fondo, los políticos Camps y Valcárcel, ambos bastante debilitados por el largo ejercicio del Poder y las diversas investigaciones en marcha de la Fiscalía Anticorrupción, y tensos entre ellos desde hace meses precisamente por este tema. Y Zaplana, muy relacionado con Egea vía ex Juventudes de UCD, sin estorbar para nada esta vez. Une a todos la emergencia de la crisis que han alimentado y la urgencia de cerrar filas para evitar imposiciones desde fuera de mano de terceros con otros intereses, quizás contrapuestos a los nuestros.
A la espera, la clase dirigente empresarial y profesional de ambas provincias, asustadas más que preocupadas, por la catarsis a que obliga la salida de esta crisis hipotecaria. Al frente del proceso, para su tranquilidad, los dos tipos que, aunque antipáticos, por aquí menos ignoran de un mundo financiero en transición: el lorquino Carlos Egea Krauel, ingeniero y economista, y el alcoyano Roberto López Abad, economista de valor añadido en el IESE y con amplia experiencia en gestión financiera.
La fusión se hace antes de que aflore la posición real contable de ambas entidades, con una mejor situación relativa de Caja Murcia aunque con un riesgo objetivo de ambas a medio plazo a cuenta de operaciones muy dudosas en su acierto, como las de Terra Mítica, Seseña o Polaris. Tranquiliza, igualmente, la probable presencia como asesor en la sombra del viejo y experimentado financiero de Orihuela, Agustín Pérez Espinosa, ex director general de la Caja Rural de Bonanza, por sus intereses económicos compartidos con Egea y propietario de muchos de los locales de Caja Murcia en la provincia de Alicante.
A falta de mayores detalles y eventuales giros de última hora no decartables, lo que está a punto de nacer, la nueva Caja Mediterráneo, podría volver a un mayor control por parte de la Región de Murcia de la mano de Egea porque será, casi con toda seguridad, el nuevo presidente (con algunas funciones ejecutivas) de la nueva entidad y el promotor inmobiliario murciano Antonio Sánchez Carrillo, por imposición de Valcárcel, será su vicepresidente segundo. El secretario general sería un cartagenero o un alicantino, aún por decidir en función de necesarios equilibrios.
La dirección general (algo mermada) quedaría en manos del actual dirigente de la CAM, Roberto López Abad, mientras la vicepresidencia primera, a petición de Camps, iría al empresario ilicitano de automoción y actual presidente de la CAM, Modesto Crespo. Saldrían de sus puestos los tres actuales vicepresidentes de la CAM (el empresario murciano Ángel Martínez, el promotor alicantino Armando Sala y el abogado valenciano Antonio Gil-Terrón, zaplanistas o provenientes de la UCD), y el vicepresidente de Caja Murcia y presidente de la CROEM, el promotor asturiano Miguel del Toro, privilegiado adjudicatario de la Comunidad Autónoma de Murcia.
El Banco de España vería bien todo lo anterior por el predicamento de Egea en razón de secretario de la CECA, su cualidad de profesor universitario, su situación como consejero de algunas empresas españolas estratégicas, el éxito del despliegue de Caja Murcia en la Comunidad Valenciana y, sobre todo, su probado modelo de gestion en una entidad de tamaño mediano aunque menos profesionalizada que la CAM. Esta fusión no se hace, pues, si él no sale reforzado personalmente aunque invoque los intereses de la Región de Murcia para no dar tanto el cante.
Se piensa en una sede bicéfala Murcia-Alicante, para situar la presidencia en la Gran Vía Salzillo, de Murcia, y la dirección general en la avenida Oscar Esplá, de Alicante. La Obra Social y Cultural, posiblemente con Javier Gillamón a la cabeza, también conocería la bicefalia. Vuelve así gran parte del control de la nueva CAM a la región donde nació (Jumilla y Cartagena), uniéndose desde Alicante a la caja de ahorros nacida en Murcia por iniciativa del tardofranquismo provincial.
Así, Alicante no pierde tanto como si la fusión fuese con Bancaja, que es un producto de fusiones de antiguas entidades de crédito de Valencia y Castellón porque aquella provincia tiene muchas más relaciones económicas con Murcia y porque esta nueva fusión puede dar lugar más adelante, de la mano de Egea-López Abad, a una gran entidad de crédito en el cuadrante suroriental de España si, finalmente, se sumasen Caja Castilla-La Mancha y la Sa Nostra balear, también bajo control político del PP y excluida de la fusión de las cajas catalanas.
Según coinciden varios expertos en fusiones y adquisiciones, conocedores de las negociaciones casi finalizadas, la conclusión de la fusión Caja Murcia-CAM es que resulta:
- Una vía de supervivencia para ambas entidades.
- Una fórmula idónea para mantener soberanía financiera.
- Crecimiento para alcanzar mayor dimensión de cara a la que se avecina.
- Una mutación necesaria y obligatoria ante los efectos de la crisis financiera.
- De entrada, modelos de gestión absolutamente compatibles, reforzando equipos.
- Obligada racionalización de la red de sucúrsales.
- Aire fresco para la CAM.
- Nueva dimensión para Caja Murcia.
- Acuerdo práctico de las clases dirigentes de Murcia y Alicante, Elche y Cartagena, para poder mantener la solvencia de sus entidades propias.
A primera vista, Caja Murcia parece más beneficiada y por eso ha tenido la iniciativa de dirigirse a la CAM antes de que el Banco de España impusese a ambas otras fusiones menos agradables. Recupera así el liderazgo perdido en Murcia al sumar cuotas de mercado y hace olvidar el rotundo fracaso del intento de fusión con la cordobesa Caja Sur, en parte por la resistencia de una abultada plantilla, que logró luego de Unicaja despidos cero para hacer viable esa fusión.
Por su parte, la CAM recupera imagen de murcianismo de la mano de Egea-Sánchez Carrillo y con la ayuda económica del Banco de España, más los beneficios fiscales de la fusión, aleja, casi conjura, su alta exposición a la potencial morosidad del ladrillo y puede corregir su trayectoria errática de los últimos meses con el aplomo de que ha hecho gala Caja Murcia en los peores momentos vividos de la crisis financiero-hipotecaria pese a haberlas hecho de todos los colores.
El obstáculo a salvar ahora es el futuro de ambas plantillas. Egea tiene ganada fama, tras su absorción de la antigua Caja Rural de Murcia, de gestionar el recurso humano sobrante con poco tacto y menos corazón. Y es de esperar que las obligadas prejubilaciones sean la antesala de un ERE casi inevitable. La cargada nómina de la CAM, pese a la blandura de los sindicatos en presencia en ambas entidades, puede dar lugar en Alicante a una resistencia de los trabajadores hasta imponerse frente a la fusión a los criterios de las respectivas burocracias sindicales, muy domesticadas como alguien ha comentado al trascender un proceso casi finalizado.
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