Hoy estoy roto. Físicamente porque un virus o algo parecido ha
decidido cebarse conmigo. O quizás sea la propia desazón del día. Y
psíquica y moralmente porque hoy he visto salir del periódico a gente
con la que he trabajado codo con codo durante más de una década. A
algunos los he visto llorar. A otros sonreír con los ojos húmedos. A
otros intentando tragar saliva y trasladar ánimo a los que nos quedamos.
Pero por muy roto que estoy hoy no puedo cerrar el día sin dedicaros
unas líneas. Inútiles, seguramente, y vacías ante todo lo que estáis
viviendo. Pero este es mi humilde homenaje a los que hoy nos han dejado.
Permitidme que empiece por Enrique Boix. El gran
Quicón. Es obvio que lo haga por él. Él fue mi Maestro, cuando yo era un
pipiolo temeroso que allá por el verano de 1998 entró de prácticas en
Las Provincias. Él me dio mi primer artículo. “Consejos para evitar
robos en verano”. Nunca lo olvidaré. Un temazo para mí en aquel
entonces. Aún lo conservo en una carpeta que mi madre hizo con mis
primeras columnas.
Boix me lo enseñó todo. A hilar geniales crónicas negras con apenas
cuatro datos. A escribir a toda pastilla cuando la hora de cierre se
acercaba. A controlar los códigos (Charly 1, Delta 6, Delta 7) de
aquella marabunta de ¿cuatro, cinco escáners? que chisporroteaban
códigos ininteligibles de la Policía y la Guardia Civil. A distinguir
las zonas del mapa del COS de la Guardia Civil o de la Policía Local. A
descifrar los códigos del críptico TBase sin morir ante su pantalla
negra (¿te acuerdas del ‘Papa Colab’?, jajaja). A cómo entrar bien a un
desconocido o a una fuente por teléfono. A investigar sobre el terreno
un crimen en Peñíscola (¿te acuerdas de que solo una Coca-Cola a tiempo
evitó que nos ‘piñáramos’ volviendo porque te dormías?…. ¡pero vivimos
para contarlo, jajaja!), a pasar el día con ese tema y luego echar toda
la noche con un tremendo derrumbe con muertos en Patraix. Tú me lo
enseñaste todo. ¿A cambio de qué? A cambio de nada.
Periodismo en vena. Eso es lo que me metió el Maestro Boix. De él
mamé reporterismo. Él me enseñó a ser periodista. Sin él, sin tí,
Maestro, no sería lo que hoy soy. Por eso, aquí, hoy, mañana y siempre,
MIL GRACIAS, MAESTRO.
Jamás volveré a girar mi cabeza a la izquierda en la Redacción para descubrir la figura de Elena Bardisa.
Allá en el viejo edificio de la calle Gremis ella era nuestra guía,
nuestro diccionario andante. Ella era la correctora siempre dispuesta a
sacarnos del entuerto de un hiato travieso, un diptongo dubitativo o una
torturante hache intercalada. Siempre con una sonrisa, siempre con un
buen gesto. Aunque tuviera que leerse enterito todo el periódico. Si le
preguntabas, ella marcaba con su ‘pilot’ por donde estaba leyendo,
levantaba la mirada, te sonreía y te hacía tu trabajo tremendamente más
sencillo.
Luego le tocó ser redactora. Y lo hizo con la misma sonrisa. Sin un
solo mal gesto. Presta a escribir de Educación, Sanidad o a mover de acá
para allá los libracos de páginas decimonónicas de Las Provincias para
escribir la sección de revisión histórica. GRACIAS por ser tan buena
compañera y crear tan buen ambiente.
Y que decir del gran Ximo Ballesta, el mítico
protagonista de aquella cantinela que de vez en cuando sonaba en
deportes y que uno no sabe muy bien de dónde viene, aquello de “siii,
siiii, siiii, Joaquiiiiiin”, pero que creaba un instante de buen rollo y
sonrisas en el diario torbellino de letras, columnas y titulares. La
vida le ha golpeado duro en los últimos tiempos, amigo. Porque a un
maestro solo se le puede llamar de usted. Pero usted se ha levantado
unas cuantas veces. Y lo volverá a hacer. Pocas veces he oído a nadie
hablar con tal educación a una fuente por teléfono. Por algo descolgaba
el teléfono y le contaban casi siempre lo que buscaba. La elegancia
hecha periodismo, la veteranía hecha crónica. GRACIAS, Don Ximo, por su
ejemplo. Ahhhh…y gracias también por aquellas cenas míticas que acababa
de copazos de madrugada y otro celebrado canto: “¡Ximoooo Balleeeeesta,
laaaraaalaaaraaaalaaaraaaa, Ximoooo Balleeeeesta…”.
Jorge Aguadé ha sido el maestro de las pequeñas
grandes historias. Quien lo haya seguido en los últimos años en las
páginas de Las Provincias sabrá de que le hablo. Capaz de convertir en
un historión el relato de la vida de un mendigo, el inventor de una
serie de cachivaches imposibles, el dueño de la tienda más histórica del
centro de Valencia o del responsable de un bar de menú a 1 euro. Un
crack de los pequeños detalles, de los relatos de la calle, de las
historias que le interesan al vecino del primero izquierda, al banquero o
al cura de la parroquia. Un crack contando historias. Y eso, no otra
cosa, por mucho que se lo quieran inventar, es el PERIODISMO. GRACIAS,
como lector y como periodista, por todos esos magistrales retratos,
Jorge.
Hoy se fue también Javier Carceller. Discreto,
modesto, CURRANTE en una palabra. Lo conocí cuando él estaba en la
delegación de La Marina y yo en Sucesos. Con pocos medios, sin importar
la hora que fuera, atendían nuestros mil y uno encargos. Aunque no fuera
más que una falsa alarma escuchada a través del escáner y él y sus
compañeros tuvieran aún la edición patas arriba. Se ponían el mono de
trabajo ‘sucesil’ y se lanzaban a muerte a por el tema. Un gran
escudero. GRACIAS, amigo.
Si ni el reinicio solucionaba el entuerto del ordenador, o el texto
de una página se esfumaba por obra y gracia de los duendes periodísticos
a poco del cierre, allí estaba Andrés Alonso. El ángel
guardián desde Sistemas para evitar que los ordenadores acabaran
subiendose a nuestra chepa. GRACIAS por estar siempre ahí, compañero.
Belén, Toni Vilar, Chus, Julia… A unos os conocí
menos que a otros. De todos supe lo que es trabajar con buen ambiente,
no tener ni un gesto torcido por muy disparatada que fuera la maqueta
que os pedíamos o si habíamos metido una condensación de letras más
propia de un código de barras que de un titular. ¿Y esas noches de
fiesta, Belén? Esas en las que poníamos un pie al día siguiente en la
redacción habiendo cerrado un ojo apenas bajo el agua de la ducha,
resacosos pero listos para volver a hacer el mejor periódico posible.
Hoy me encontrado a tu chico a las puertas del periódico. La antesala
del drama humano. Sin paro tras dos años con el subsidio. Nos hemos dado
un fuerte abrazo. Le he deseado toda la suerte del mundo. Ojalá la
tengáis. La merecéis. ¿Y se puede ser más solícito, servicial y presto a
solventar nuestras tontunas formales o locuras de diseño que Tonivi o Julia? No lo creo. A todos, MIL GRACIAS por hacernos el trabajo tan fácil.
María José, Ángel (tu gesto te honra como un GRAN SER HUMANO, amigo), Mabel
… Me acogisteis durante un mes en la web. A mí, el pipiolo 1.0 que
intentaba jugar a ser 2.0. Me ayudasteis con la dudas como si fuera mi
primer día de becario, dejabais con lo que estabais para echarme un
cable, me explicasteis lo mismo 20 veces sin desfallecer ante un lerdo
2.0 como yo… Buena gente, grandes profesionales, un orgulloso trocito de
historia de un periódico con siglo y medio de existencia.
A los compañeros de las delegaciones, Manolo, Zoa, Concha,
me alegro que sigáis remando con nosotros. De esto de achicar agua a
base de trabajo, ganas e ilusión sabéis vosotros un rato, así que no hay
naufragio que os hunda.
A los compañeros de Castellón y Alicante, braceros
incansables de la información, toreros del periodismo pese a que
lidiaran en plazas con falta de medios o manos con las que juntar
teclas, GRACIAS por vuestro esfuerzo…
A los compañeros de Contabilidad, OLÉ por vuestro
ejemplo. Sabedores de vuestros despidos desde hace meses, pero faenando y
sacando adelante cuentas, gastos y nóminas de todos los compañeros.
GRACIAS también a vosotros.
A Centino, Marín, Peiró, Marina, Xavi, Desa, Pla, Miguelín, Mateu, Vicent el corrector…
A tantos y tantos que nos dejaron antes. Perdón si me olvidó de alguno.
A todos: GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, compañeros, ¡amigos!
#Sinperiodistasnohayperiodismo, cierto. Pero sin todo lo que hay
alrededor de un periódico, sería impensable hacer periodismo. Ojalá siga
existiendo mucho tiempo el maravilloso oficio de contar historias.
Vosotros habéis hecho posible durante muchos años que la gente pudiera
ejercer su constitucional derecho a estar informada. En mi nombre, en su
nombre, MIL GRACIAS A TODOS.
Orgulloso de ser periodista. Orgulloso de haber sido vuestro compañero. ADELANTE SIEMPRE
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