Seguimos con el carnaval. Tras 45 días sin una sola negociación más allá
del cruce de tuits y declaraciones buscando el titular, la cosa empieza
a ponerse seria. Pero paciencia. Nos esperan semanas tensas en las que
probablemente habrá muchas sorpresas. Va a haber muchas intoxicaciones,
conjeturas, filtraciones, manipulaciones, hipótesis, recados. Se
celebrarán reuniones públicas y otras secretas que terminarán
filtrándose. Y los protagonistas utilizando el off the record, sobre todo los partidos de la casta, PP, PSOE y Podemos.
En estos menesteres no hay amigos ni principios. Esta es una lucha de
poder, y los contendientes han dejado patente ya en muchas ocasiones
que los principios se cambian con celeridad. Quién nos iba a decir que
PP y Podemos iban hasta a coincidir, como ayer, en tratar de acelerarle
el ritmo a Sánchez. Maniobran en la Mesa del Congreso de la mano, pero
Patxi López está firme. La primera sesión de investidura será la primera
semana de marzo. Hasta entonces habrá mucho baile de miedos y amenazas.
En el PP crece el cabreo con Rajoy. Uno de los dirigentes de nuevo
cuño me dice en una terraza madrileña al abrigo de una seta calorífica:
“Lo de Rajoy no tiene nombre. Error tras error. Y lo peor es que sigue
pensando que gobernará no haciendo nada. En vez de haberse puesto a
negociar, de haber intentado un acuerdo para al menos poner de
manifiesto que era el PSOE el que no quería, lo ha fiado todo a que el
Rey actuara indebidamente. Y claro, estamos donde estamos. Y con
Valencia y Bárcenas en ebullición. Y mañana en el grupo parlamentario
todos calladitos, no se levantará ni una voz”.
En Podemos siguen a lo suyo, aunque un veterano del 15-M ahora
cansado me hace ver que “ya nos tienen cogida la medida. Pero Pablo a
veces no mide. No nos conviene que se repitan las elecciones, y gobernar
puede ser un desgaste formidable. A ver cómo sale del lío. Pero ya
hemos acreditado que de salida ponemos líneas rojas a mansalva, grandes
cuestiones de principio, y después llegan las rebajas sin cambiar un
músculo de la cara. Ya nos tienen vistos, nos han cogido la matrícula”.
Y en el PSOE, Pedro Sánchez feliz. Ha conformado un equipo negociador
que permite pensar que va a dejarse la piel por un acuerdo con
Ciudadanos, para después tratar de conseguir la abstención del PP. Cosas
más difíciles se han logrado, por más que ahora parezca imposible. Sus
muchachos son personal con experiencia en asuntos de Estado, en
negociaciones de fuste, de carácter moderado, con hilo directo con el
poder, acostumbrados a trabajar en los desagües. Saben que se las van a
tener tiesas con Pablo Iglesias, y que cabe la posibilidad de que de
saque Podemos diga que se hace a un lado, lo cual le fuerza a entenderse
de algún modo con el PP, o elecciones.
Un dirigente socialista veterano, que por los pelos se ha quedado
fuera del Congreso, me comentaba ayer por la mañana que “Sánchez lo que
tiene decidido es que quiere ser expresidente. No le des más vueltas.
Hará lo que tenga que hacer para conformar Gobierno. Lo que sea. Sabe
que aún en el supuesto de que puede presidir el Ejecutivo no gobernará,
porque con Podemos sería imposible. Sabe que no tiene una mayoría propia
y que las alianzas son forzadísimas. Y sabe que si consigue su objetivo
la legislatura será más que corta. Pero no hay quien le apee. Es decir,
que su objetivo es poder decir toda su vida que presidió el Gobierno de
España. Es la primera vez que veo a alguien tan empeñado en ser
expresidente. Es inconcebible. Y va a hacer mucho daño al partido.
Mucho. Tardaremos en recuperarnos”.
Así está el patio. Esto va a cambiar cada día. Tengamos paciencia.
Este tipo de asuntos suelen resolverse siempre en tiempo de descuento, y
las soluciones finales son con frecuencia las más inesperadas.
(*) Periodista
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