VALENCIA.- Vuelven las buenas temperaturas y con el calor amenaza con
regresar un fenómeno que parece aletargarse en invierno pero que se
recrudece en primavera: el botellón.
Si bien es cierto que los grandes epicentros de las concentraciones
ilegales como por ejemplo la Creu Coberta, Benimaclet, Honduras o plaza
del Cedro o el barrio del Carmen, entre otros, no están exentos de las
molestias derivadas del botellón durante todo el año, no lo es menos que
cuando bajan los termómetros los jóvenes son menos proclives a beber en
las calles (se pasan a los pisos, como bien saben en zonas como el
barrio de San José, entre otros), se relata hoy en Las Provincias.
El gran pistoletazo de salida para las concentraciones donde se consume alcohol lo dio este viernes el Festival de las Paellas Universitarias.
Una marea humana de 24.000 personas duplicó el censo de la localidad de
Moncada, donde se celebró, por un día. En este caso, un amplio
dispositivo de seguridad y sanitario controló la fiesta, autorizada y
organizada.
Así, el verano trae de nuevo el botellón a casi toda la ciudad.
Ningún barrio se libra de focos de varios tamaños donde se bebe en la
calle. Las zonas más afectadas se repiten año tras año.
Una de ellas es
el barrio de Benimaclet. Se trata de una zona de
Valencia donde uno de cada tres vecinos tiene menos de 30 años, y en
concreto, un 17% tienen entre 15 y 29, las edades en las cuales más se
bebe en la calle según la última Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas
en España (Edades) 2015-2016, elaborada por la Delegación del Gobierno
del Plan Nacional sobre Drogas.
El portavoz de la
Associació de Veïns de Benimaclet, Paco Guardeño, señala que a día de
hoy «el botellón que padecíamos meses atrás está controlado». «No porque
el personal se haya vuelto cívico de un día para otro, si no porque la
presencia policial es diaria», añade Guardeño. El dirigente vecinal
avanza que cuando esa presencia policial «se relaje», «mucho nos tememos
en que el problema volverá».
«La asociación de vecinos mantiene
reuniones periódicas con las concejalías de Seguridad y Participación
Ciudadana, para mantener candente el tema».
En una
respuesta de la concejalía de Protección Ciudadana a preguntas del grupo
municipal popular, la edil Anaïs Menguzzato dice que desde la Policía
Local, «tras la reestructuración de unidades llevada a cabo, y más
concretamente con la creación de la Unidad de Convivencia y Seguridad
(UCOS), se ha dado una respuesta «directa y específica al fenómeno del
botellón en la ciudad»; «el espectro de actuación de dicha unidad no
sólo se atiene a la acción directa en la celebración de los botellones,
sino que se realizan actuaciones integrales, tales como controles
preventivos, vigilancia en zonas determinadas proclives a esta
problemática, o en aquellas zonas detectadas como áreas de nueva
proliferación de dicha actividad», indica la concejala.
Menguzzato
señala que el botellón «es un problema de difícil solución, se está
actuando consiguiendo una disminución del hecho conflictivo».
«No obstante puntualmente repunta alguna actuación que se atiende con
todos los medios a nuestro alcance. Por último la preocupación del
equipo de gobierno por dar una solución a todos los afectados nos obliga
a seguir buscando fórmulas para la mejor resolución al fenómeno del
botellón», asegura la concejala.
Temor en la Creu Coberta
Otro barrio donde pese a las promesas municipales siguen mirando con miedo la potencialidad de nuevos botellones es la Creu Coberta.
«Estamos así todo el año. Lo que nos molesta es que las autoridades no
hayan dado ninguna solución. En la oposición decían que iba a colaborar
la Policía Nacional y no ha pasado nada», critica Rodolfo Izquierdo,
presidente de la Asociación de Vecinos de la Cruz Cubierta. «Todos los
fines de semana hay peleas, gritos...», lamenta Izquierdo.
«El barrio se ha convertido en el centro neurálgico del botellón,
que se ha extendido a otras zonas como las plazas Holanda o Segovia,
así como en cientos de pequeños fotos. El aparcamiento del cementerio
también está lleno de botellón», explica Izquierdo, que asegura que la
Policía Local sí acude cuando llaman, «pero tardan. Además, dicen que
tienen problemas para denunciar a quien bebe en la calle por la
ordenanza actual». El Consistorio está en proceso de modificar esa
normativa municipal.
Lo cierto es que las múltiples medidas planteadas tanto por
el Ayuntamiento de Valencia como por distintos agentes sociales de la
ciudad no han surtido efecto contra el botellón. La más
importante de ellas es la elaboración, junto a la Cátedra de Seguridad
Ciudadana de la Universitat, de una nueva ordenanza que permite a la
Policía Local multar a los jóvenes por exceso de ruido, lo que
facilitaría las sanciones por el botellón. Sin embargo, como aseguró la
misma Menguzzato, el Consistorio está a la espera de que la universidad
termine de «redactar la propuesta de articulado».
Otras medidas tampoco han llegado a implantarse, como la del alcalde de noche,
propuesta por el presidente de la Federación de Ocio, Turismo, Juego,
Actividades Recreativas e Industrias Afines de la Comunidad Valenciana
(Fotur), Víctor Pérez, que conoce de su funcionamiento en otras ciudades
europeas. El Consistorio no ha dado ningún paso en este sentido.
El
Ayuntamiento sí ha mejorado, de la mano de la concejala de Juventud,
María Oliver, la oferta de ocio nocturno saludable que organiza el
Consistorio, con más obras de teatro o entradas para el cine. Pero nada
de eso ha surtido efecto, como la intención de la teniente de alcalde,
Sandra Gómez, de que los locales vendan las copas más baratas para
combatir el botellón, que en muchas ocasiones es practicado por jóvenes
con bajo poder adquisitivo que, dicen, no pueden pagar las copas de los
locales de ocio.
Incluso se ha llegado a hablar de un botellódromo,
pero la idea no ha calado. Durante un tiempo, se trasladaron los
grandes eventos con botellón a La Punta o al solar de Adif junto a la
avenida de Francia, pero las molestias para los vecinos obligaron al
Consistorio a buscar otra ubicación para estos festivales universitarios
que llevan aparejado el botellón. La última alternativa propuesta es la
Marina de València.
Tampoco el vallado de amplias zonas, como en Tarongers o en la plaza del Cedro, que llevó a cabo el PP ha servido para eliminar el fenómeno: únicamente lo ha disgregado por la ciudad.
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