Dada la situación política de España, es difícil escribir sobre otra
materia, ya que esta proporciona a diario suficientes lances dignos de
comentar. La verdad es que no se vive tan mal sin Gobierno. Me explicaré
para no escandalizar a la concurrencia, que estos días está muy
propensa a rasgarse las vestiduras. La Administración continúa
funcionando. Gobierno tenemos, solo que con las manos atadas, como el
que dice, puede ejercer solo en los asuntos corrientes, en los de
trámite. Lo que no le está permitido es legislar, lo cual se agradece
después de una época más bien larga de diarrea legislativa, en
la que cada gobierno se superaba respecto al anterior. Por otra parte,
la experiencia dice que la mayoría de las normas traen pocas cosas
buenas. Se produce un gran contraste entre los programas electorales (o
los de investidura) y lo que después se termina llevando a cabo en el
Gobierno.
Después de las sesiones de no investidura, los dos partidos
políticos del pacto han quedado un poco fanés y descangallados, como en
el tango. Dicen que los socialistas están indignados con Pablo Iglesias,
no solo por no plegarse a los deseos de Pedro Sánchez, sino por su
alusión a la cal viva y a Felipe González, y la verdad es que no
entiendo muy bien por qué. La historia y el pasado son inmisericordes.
Recuerdo yo a una diputada de Izquierda Unida que hace años le propinó a
González aquello de que tenía las manos manchadas de sangre, y poco
después la hicieron consejera en el Gobierno de Andalucía con Griñán, y
más tarde ministra con Zapatero, diputada con el PSOE, y actualmente es
consejera con Susana Díaz. Así que me he preguntado si Iglesias que veía
cómo Pedro Sánchez no era proclive a nombrarle vicepresidente -ni
siquiera ministro- no habrá quizás escogido este camino pensando que era
una forma más directa de conseguir su objetivo. Tampoco entiendo muy
bien que el PSOE haya pretendido demonizar al líder de Podemos por la
referencia que hizo de Otegui. ¿Acaso olvidan que el primero que le
llamó hombre de paz fue Zapatero?
Felipe se ha hecho el displicente afirmando que no le ofenden las
palabras de Pablo Iglesias y apostillando a continuación que no entiende
por qué tiene esa carga de rabia y de odio dentro. Y sin venir a cuento
añadió: “Yo sé que es un buen discípulo de Anguita”. Con lo que
demostró que es él el que arrastra una buena dosis de resentimiento y
rencor, ya que, por lo visto, después de tantos años no puede olvidar a
Julio Anguita. Y es que el problema de González ha sido siempre la
izquierda. Problema que ha contagiado a todo el PSOE.
El partido socialista, a pesar de que cuando ha estado en el Gobierno
ha hecho la mayoría de las veces políticas de derechas, ha querido ser
siempre la única y auténtica izquierda, ha tolerado muy mal la
existencia de cualquier otra formación política a su siniestra, y ha
dado todos los pasos posibles para destruirla. Es más, la ha ninguneado
permanentemente y se ha creído con derecho a contar siempre con sus
votos sin pagar peaje alguno, bajo el chantaje de que, de lo contrario,
se hacía el juego a la derecha. En otras épocas, frente a Izquierda
Unida agitó de continuo el fantasma de la pinza, fantasma que vuelve de
nuevo de la mano de Pedro Sánchez y sus adláteres aplicado a Podemos.
Esta formación tiene por fuerza que ser su lazarillo sin pedir nada a
cambio, porque, si no actúa así, es que opta por el gobierno del PP.
El argumento es infantil pero sin duda tiene gancho. Tan es así que
Ciudadanos lo ha copiado para emplearlo en sentido contrario contra el
PP; esta formación al votar “no” a Pedro Sánchez se situaba del lado de
Podemos, de los independentistas y de Bildu. El sofisma es evidente,
porque si algo ha quedado claro de estas sesiones de investidura es que
el nacionalismo y el independentismo prefieren un gobierno de Pedro
Sánchez al de Rajoy.
El otro día en el discurso de la no investidura, entre los
muchos sofismas que utilizó, el candidato realizó dos afirmaciones
ciertas. La primera, que todo posible gobierno pasa por el PSOE. No
obstante, es incapaz de sacar las consecuencias y es que por eso mismo
esta formación también está implicada y es la máxima responsable en el
fracaso de posibles pactos y en la convocatoria de nuevas elecciones.
La segunda aseveración se refería a que el 20-D los ciudadanos
optaron por los acuerdos y a favor de que las fuerzas políticas se
entendiesen. Sin duda es cierto que el abanico político se ha hecho más
plural, y lo único claro de los resultados de las pasadas elecciones es
que los partidos, si quieren garantizar la gobernabilidad están
forzosamente obligados a dialogar y a pactar. Pero esta consideración se
la debía haber aplicado a sí mismo, y tendría que haber negociado al
menos con las otras fuerzas con las que puede sumar, es decir, con
Podemos y con el PP. Pactar exclusivamente con Ciudadanos es un brindis
al sol, como ya se ha comprobado.
Pedro Sánchez, siguiendo la tónica de sus antecesores, ha pensado que
las fuerzas a su izquierda están obligadas a cederle sus votos sin
ninguna contrapartida, con la única finalidad de que no gobierne la
derecha. Se olvida de que en esta ocasión el PSOE tiene tan solo 90
diputados, y Podemos se acerca a él en escaños y casi les alcanza en
votos, por lo que no cabe el ninguneo ni el apoyo gratuito. Pactar
significa pactar y, si es necesario, ofrecer gobiernos de coalición tal
como ha hecho Rajoy y tal como, con toda lógica, demanda Podemos al
PSOE, tanta más lógica cuanto que el partido socialista tiene una larga
experiencia en ser rojo en la oposición y azul en el gobierno.
El error de Pedro Sánchez es que ha procedido como si tuviera mayoría
absoluta o le faltasen unos pocos escaños para tenerla. Ha justificado
su actuación poniendo como pantalla al Rey. Su conducta obedecía a que
el Rey le había nombrado candidato a la Presidencia del Gobierno -se
alejaba así de lo que en sentido estricto es una Monarquía
Parlamentaria-, responsabilizando al Monarca de decisiones que no le
competen. La designación real obedece tan solo a lo que le indican en la
ronda de contactos los líderes políticos. Si el Rey designó al
secretario general del PSOE fue únicamente porque este le dio a entender
que obtendría los votos necesarios.
Curiosamente, es la propia Casa Real la que está recordando semejante
obviedad, refiriéndose a un texto del discurso de Navidad del propio
Monarca: “En un régimen constitucional y democrático de Monarquía
Parlamentaria como el nuestro, las Cortes Generales, como depositarias
de la soberanía nacional, son las titulares del poder de decisión sobre
las cuestiones que conciernen y afectan al conjunto de los españoles:
son la sede donde, tras el debate y el diálogo entre las fuerzas
políticas, se deben abordar y decidir los asuntos esenciales de la vida
nacional”. En fin, que cuando hay intereses en juego algunos son mas
monárquicos que el propio Rey.
(*) Interventor y Auditor del Estado. Inspector del Banco de España
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