También ha mencionado a los seres humanos «concebidos y no nacidos», a quienes «se sirven de la maternidad subrogada», algo que, según ha denunciado, convierte al ser humano en «una mercancía que se compra o se vende», además de quienes sufren «las consecuencias, a menudo irreparables, de las ideologías de género» y las personas en situación de enfermedad terminal, que son, ha defendido, «las que más necesitan sentirse amadas».
De esta manera se ha pronunciado Benavent durante su homilía en la multitudinaria Missa d'Infants, celebrada este domingo en la plaza de la Virgen ante miles de personas, donde ha afirmado que quien mira a Cristo «ve las injusticias, conoce los sufrimientos y ve la degradación en la que podemos caer por el afán de dinero, de placer o poder», situación ante la que «no queda indiferente».
En este punto, el arzobispo ha hecho mención especial a «todas las personas que han muerto por la violencia o por situaciones de desgracias» en la ciudad en el último año, como el incendio de Campanar.
Por otro lado, ha asegurado que «cada vez que dirigimos nuestra mirada y alzamos los ojos hacia la Mare de Déu, los valencianos lo hacemos con el deseo de que esta mirada, siempre acompañada de una plegaria, una acción de gracias, una expresión de amor filial, sea un homenaje de puro y verdadero amor».
Pero ha valorado que hoy, en este «día de fiesta», es cuando el homenaje que es «expresión de ese amor puro y verdadero» que le tienen los valencianos «se hace visible».
«Hoy, al manifestar como pueblo nuestro amor a la Mare de Déu, nos sentimos más hermanos porque sabemos que tenemos una Madre que nos une a todos», ha señalado. Y ha indicado que al encontrarse con ella se halla «una nueva vida» y la fe «revive al contemplar la suya».
«Nuestra esperanza crece al mirarla a ella», ha resaltado.
Benavent ha defendido que, con ello, el amor, «especialmente a los que más lo necesitan», se hace «más fuerte».
«La alegría de nuestra fe se hace más intensa porque vemos que nuestra alegría no es más que compartir la alegría plena de la Madre del Señor», junto con su hijo Jesús.
«Ellos nos indican la meta a la que todos estamos llamados. Una meta que no es solo un final, sino que constituye la plenitud de vida que Dios reserva a sus hijos», ha expuesto.
Así, ha subrayado que la ascensión del Señor «nos orienta hacia el cielo y nos impulsa a vivir en un horizonte abierto» y a «no estar encerrados y atrapados por nuestros deseos y egoísmos».
«Mirar al cielo no es vivir en un mundo irreal, es no absolutizar las cosas del mundo, valorar más las personas que las cosas, reconocer la dignidad infinita de todo ser humano, no someter a nadie a los propios intereses, vivir con un corazón abierto a todos, buscar la justicia y la verdad por encima de todo, no sacrificar a nadie en función de los propios deseos y no justificar la mentira para conseguir los propios objetivos», ha advertido.
Para Benavent, mirar al cielo también es «desear llegar a la plenitud de Cristo» y «no es estar parados contemplando la nube en la que entró el Señor».
«Quien mira al cielo, como no es esclavo de las cosas de este mundo, lucha contra el mal y lo hace con las armas del bien, perdonando y no acusando», ha continuado.
En este punto, ha subrayado que la Mare de Déu «nos recuerda que el cristiano que tiene su corazón en el cielo no se ha de alejar del mundo y lo ha de mirar con la mirada de María», quien ve con sus ojos «el corazón de todos sus hijos» porque «la mirada de una madre es la mirada que nace de la muerte, no de la inferencia de quien se desentiende de los demás».
«No es una mirada del odio que lleva a juzgar a los demás buscando motivos para condenar, sino de la misericordia que sabe perdonar y descubrir lo bueno que hay en el odio», ha argumentado.
Por ello, ha asegurado que únicamente «mirando el mundo como lo mira ella que podemos sembrar el bien en nuestra sociedad».
«La mirada de la Mare de Déu es una mirada de misericordia, plena de compasión para los que padecen y que despierta confianza. Su sonrisa nos da paz y esperanza, y nos lleva a Cristo por los caminos del amor y no del temor», ha explicado.
El arzobispo ha recordado que la devoción a la Mare de Déu «a lo largo de los siglos ha abierto caminos para llevar a cabo esta misión, practicando las obras de misericordia y siendo sembradores de la santidad para los más desamparados».
«La Virgen nos impulsa a comprometernos en la misión que el Señor confió a sus discípulos, siendo sembradores de la semilla de la vida», ha agregado.
Finalmente, ha puesto en valor que la Mare de Déu encarna «la esperanza de todos los pueblos», algo que los valencianos «llevamos desde siempre en el corazón» porque la patrona «lo es todo para todos». Y ha pedido a la Virgen de los Desamparados que siga siendo «nuestra protectora y esperanza» para que todos «lleguemos a la plenitud de Cristo».
A la celebración religiosa han asistido el 'president' de la Generalitat, Carlos Mazón; la presidenta de Les Corts, Llanos Massó; la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Pilar Bernabé, varios consellers y la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, entre otras autoridades políticas, militares y eclesiásticas.
La tradicional Missa d'Infants, que ha reunido a miles de devotos, ha cumplido 100 años de celebración en la plaza de la Virgen, como muestra de la «devoción heredada de generación en generación» para los valencianos y convertida en un acto «multitudinario» y de los más destacados de la festividad de la Mare de Déu dels Desemparats.
La primera celebración de este acto religioso tuvo lugar en 1924. Para conocer el origen de «uno de los actos más emblemáticos» de la fiesta de la patrona de los valencianos, hay que remontarse un año antes, a 1923, cuando, con motivo de la Coronación Canónica de la imagen, se celebró una misa de Comunión para niños en la Catedral, acompañada por los cantos de voces blancas infantiles.
Fue tal el «éxito» que, a raíz de esa «explosión de devoción y la multitudinaria participación», se planteó sacar esta celebración del interior de La Seo y trasladarla, con permiso del Ayuntamiento, a la plaza de la Virgen. Una ubicación que vino marcada también por la costumbre de instalar tapices de flor en la fachada de la Basílica, con motivo de las celebraciones en honor a la patrona.
Una parte importante de esta celebración es el acompañamiento musical que caracteriza a la eucaristía. El repertorio cuenta con composiciones de «grandes maestros» como José Roca, Salvador Chulià o su hijo Vicente Chulià, piezas que permanecen «en el recuerdo de los valencianos», como 'Al matí cap a llevant', el Ave María de Romeu, las obras compuestas para la festividad de la Virgen por el que fue canónigo de música sacra de la Catedral, José Climent o la 'Ofrena a la Mare de Déu' de Eduardo López Chavarri, entre otras.
Una interpretación al frente de la que está la coral Juan Bautista Comes y la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Municipal José Iturbi de Valencia, a la que se vuelven a sumar, desde el año pasado, los cantos de la Escolanía de la Virgen.
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