Estimado señor Roig,
Permítame dirigirme a usted con la confianza con la que, como
presidente de Mercadona, usted se dirige al resto de los españoles en
sus apariciones públicas. El lunes volvió a la carga acuciándonos a "trabajar más" y "aumentar nuestra productividad"
ante el riesgo de una posible intervención. Pensé entonces que, en
justa contrapartida, era el momento de pedirle un par de cosillas yo a
usted, desde la humildad del que se sabe un mindundi frente a un titán
de los supermercados.
Vaya por delante que no tengo nada especial contra su figura: no
reconocer el éxito de una compañía que factura 16.400 millones de euros y
cuenta con 70.000 empleados sería de estúpidos. Aplaudo la buena
relación calidad-precio de algunos de sus productos envasados y la
inteligencia de su política de fijarse en lo que demandan los clientes.
Y sí, creo que ha llegado el momento de confesar en público que yo
también me he comprado alguna crema de Deliplus, con la vana esperanza
de frenar el envejecimiento sin dejarme un ojo de la cara en el intento.
Sin embargo, tengo mis particulares peticiones del oyente. Empezando
por lo más trivial, y ya que en sus palabras entreveo ciertas exigencias
morales al resto de sus conciudadanos, yo le rogaría que se aplicara el
cuento y tratara de mejorar la calidad de algunos de los alimentos que
vende. Entiendo que su obsesión son los bajos precios, pero hay
secciones de su supermercado que dan un poco de penica, en especial las
de productos frescos. Las veces que he comprado fruta y verdura en su
negocio he tenido la vaga sensación de estar comiendo corcho. Barato,
pero corcho al fin y al cabo. Y no le voy a contar la profunda depresión
que sufrí tras probar su piña fresca pelada y envasada, que tampoco es
plan de darle la paliza con mis males.
Aunque seguramente esto le suene a chino, le invito a comprometerse
más con el producto alimentario local a pequeña escala. Ayer mismo vi
calabaza panameña en uno de sus establecimientos en Barcelona, le
pregunté qué hacía por allí y me dijo que no tenía ni idea habiendo
tantas primas suyas por la zona. Usted es un comerciante, y como tal
compra lo que vende donde lo encuentra a mejor precio. Si el único
criterio es la ganancia económica a corto plazo, adelante. Pero si
usted está tan preocupado por el futuro de España como dice, quizá
debería hacer un esfuerzo por vender más comida de proximidad,
producida o elaborada por individuos cercanos a sus tiendas. No es una
cuestión de nacionalismo: es que si nos surtimos de espárragos en
Timbuctú y de chufas para la horchata en la Conchimbamba porque salen
baratitos aunque sean una birria, a la larga acabamos perdiendo todos.
A este respecto, veo mejorable la información que su supermercado da
al consumidor sobre el origen de los productos de marca blanca que
vende. Sobre el origen real, no sobre el lugar donde se ha
envasado o procesado el alimento en cuestión. Pensará usted que soy un
tiquismiquis -y no le faltará razón-, pero me gusta saber dónde y cómo
ha crecido lo que me voy a comer, sin subterfugios ni medias verdades, y
con cuantos más detalles, mejor.
Ya puestos a pedir, quisiera que, siendo una empresa líder,
enarbolaran de una manera más decidida la bandera de la sostenibilidad.
Ya sé que los alimentos ecológicos son más caros, y por eso no hay ni
rastro de ellos en Mercadona (le aviso de que Carrefour sí los tiene, y
no están mal de precio). Pero en fin, me conformaría con que no
vendieran alimentos antiecológicos. Que fueran escrupulosos a la hora de
exigir respeto al planeta a sus suministradores. Me consta que su
compañía tiene conciencia medioambiental e invierte en desarrollarla, pero aplaudiría que Greenpeace, por ejemplo, dejara de ponerles a la cola en su lista de supermercados y pesca sostenible por vender especies arrasadas por la sobreexplotación.
Hablando de excesos, aplaudiría hasta con las orejas una política activa contra el despilfarro de comida que se produce en todos los súpers,
derivando lo que se vaya a tirar hacia personas necesitadas. En esta
línea, le rogaría que no obligara a sus clientes a comprar packs (ocurre
con su gazpacho), puesto que está alimentando un potencial derroche en
el hogar.
También me encantaría encontrar algún producto de comercio justo en
las estanterías de sus establecimientos, aunque sólo fuera como motivo
decorativo. Véalo como una oportunidad de ser mejor persona y caer bien a
sus clientes con algo de conciencia. Y hablando de justicia, me
gustaría estar convencido de que su empresa trata de forma honesta a sus
proveedores y no les exprime desde su posición de líder del mercado. Lo mismo en las relaciones con los empleados, que siempre se han vendido como muy beneficiosas para estos pero también han recibido más de una crítica.
Hago aquí un inciso para tres peticiones de marcado carácter
personal, frívolo y consumista: me conquistaría con una mayor variedad
de marcas, que cualquier día nos va a salir el Hacendado por las orejas;
una buena revista de cocina que se desmarcara del folleto promocional,
al estilo de las de los supermercados británicos, y una web que no pareciera hecha por los alumnos de un curso de diseño online en 2004.
Volviendo al inicio de esta carta, y espero que no se lo tome a mal, le suplicaría por último que no nos tomara por monguers en sus declaraciones. Dice que nos hemos pasado "30 pueblos como país". Nunca leí que usted hicera saltar las alarmas sobre el pasotón que se estaba produciendo en su comunidad, la valenciana. Ni que pusiera un pero al señor Camps, ejemplo universal de livin' la vida loca
presupuestaria, cuando se reunía con él. Y por favor, no insista en que
"todos" somos responsables de la crisis, porque señor Roig, hay unos
muy muy responsables que andan por ahí disfrutando de sus bonus y
pensiones millonarias, mientras otros -la inmensa mayoría- que no son
responsables en absoluto la sufren cada día en sus propias carnes.
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