Parece que, por fin, se van ustedes.
Usted, aferrado a la poltrona como una garrapata, resistiéndose con
todas sus fuerzas y dispuesto a que el país se hunda antes que abandonar
su puesto en La Moncloa, en el que no ha hecho usted más que daño a la
inmensa mayoría de los españoles. Mentiroso, altivo, autoritario y
servil con los de arriba, presunto corrupto y amparador de corruptos y
ladrones, falso, inculto, vulgar y pretencioso, realmente es usted una
vergüenza para cualquier país civilizado. Y la banda de ladrones a la
que llama usted partido, cortada a su imagen y semejanza. O al revés,
tanto da.
No
han dejado ustedes un euro público sin metérselo en el bolsillo; han
robado en prácticamente todos los cargos públicos que han ejercido. No
hay más que ver Valencia. Han malversado, despilfarrado o simplemente
trincado en todas las actividades de la administración pública, en las
adjudicaciones, licitaciones, contratas, concesiones y subvenciones. Se
han apropiado dineros públicos de todas partes, desde las instituciones
más solemnes a los colegios de niños y los programas de solidaridad
internacional, desde las dotaciones de infraestructuras hasta las
contratas de suministros a los hospitales. No es que carezcan ustedes
del mínimo sentido de la ley moral kantiana; es que son ustedes una
banda de granujas.
Constituyó
usted desde el pincipio un gobierno de analfabetos, imbéciles,
psicópatas, corruptos, meapilas, cínicos sin escrúpulos,
ultrarreaccionarios, aprovechados e inútiles, todos, claro está, muy
atentos a lo que pudieran afanar y cómo podían amargar la vida a la
gente despojándola de todo. Han provocado ustedes una involución
democrática única, según sus cánones neofranquistas. Han reprimido los
derechos y libertades, suprimido la democracia en los espacios públicos.
Han esclavizado a los trabajadores, empobrecido a la gente y obligádola
a emigrar, aumentado la cantidad de parados sin prestación, robado a
los pensionistas, privado de ayudas a los dependientes y esquilmado el
erario
Han
corrompido el Estado de abajo arriba, han llenado la administración de
funcionarios venales, parientes, enchufados, deudos, allegados o simples
pelotas; han destruido la objetividad de los medios de comunicación
públicos, empleados sistemáticamente como aparatos de agit/prop,
de ese fascismo "amable" y sonriente que los caracteriza y que llaman
ustedes "liberalismo"; tienen periodistas-provocadores directamente a
sueldo de las grandes empresas como El Corte Inglés (y a saber cuántas
más), engañando a toda la ciudadanía, verdaderos esbirros como la
colección de sinvergüenzas que según parece han cobrado sobresueldos o
han estafado en Valencia, Galicia, Madrid, etc.
Y
han destruido ustedes el país por su infinita codicia, mezclada con su
incompetencia e irreductible estupidez. Los catalanes se van y hacen
bien porque nadie con un ápice de dignidad puede soportar estar
gobernado por un hatajo de sinvergüenzas, corruptos y ladrones.
Un
desastre que durará muchos, muchos años y el principal responsable es
usted, el de los sobresueldos. Váyanse ya rodeados todos del oprobio, el
ludibrio y el desprecio de sus conciudadanos. Pasen antes por caja,
devuelvan lo afanado y preséntense al juez.
Con estos mimbres, pocos cestos
Al aceptar el encargo de formar
gobierno, Sánchez ha desbaratado la táctica del sobresueldos de bloquear
la situación hasta que la investidura le cayera como fruta madura. El
designado se puso a trabajar de inmediato y las primeras reacciones ya
permiten atisbar qué sucederá finalmente con este hipotético gobierno de
la izquierda:
Del
PP solo cabe esperar un "no" cerrado a Sánchez pues su interés es que
haya elecciones nuevas. De los independentistas catalanes otro "no"
cerrado en virtud de otra estrategia, consistente en que no haya gobierno
en España para que el suyo en Cataluña tenga las manos más libres,
estrategia qu veremos en el post siguiente. En IU, encantados con la
idea, se sacan la espina de los desprecios de Podemos. Coalición Canaria
también se apunta y el PNV ve con buenos ojos un posible acuerdo para
apoyar a Sánchez. Hasta los de C's, asustados por unas elecciones
nuevas, dan a entender que negociarían una posible abstención.
La
reacción más virulenta viene de Podemos y no solo por el rebote de
Iglesias, cuyo narcisismo soporta mal que no lo llamen a él y que no sea
la "centralidad política", sino porque están atrapados en sus propios
problemas, que tratan de presentar como problemas ajenos. Ayer salieron
todos en todas las televisiones y radios que controlan afirmando que
Sánchez solo tiene tres posibilidades: a) un gobierno de Gran Coalición
con el PP; b) un gobierno de progreso con Podemos e IU (y, por supuesto,
bajo las condiciones leoninas impuestas por ellos); c) nuevas
elecciones. De C's no quieren ni oír hablar.
Enfrentar
a tu interlocutor con una dilema (o trilema), si cuela, es una vieja
estratagema de toda polémica o combate para llevar al otro a tu
territorio. Tan vieja que ya no funciona para lo que se pretende, que es
otra cosa.
No
es Sánchez ni el PSOE quienes están ante un dilema (o trilema) sino
Podemos, entre: a) seguir en la política del sorpasso y tratar de
aniquilar al PSOE, como le pide su referente anguitiano y su alma
neocomunista, lo cual conduciría a nuevas elecciones; y b) gobierno de
coalición en unas condiciones no impuestas por el diktat de
Iglesias, sino surgidas de un acuerdo con un PSOE dirigiendo. Hace un
par de semanas, la opción a) llevaba las de ganar porque pensaban los
morados que unas nuevas elecciones los pondrían, por fin, en la cabeza
hegemónica gramsciano-laclauana. Pero, desde que se ha decubierto el
pastel de la fragmentación interna de la organización, eso ya no está
tan claro y mucho menos si, finalmente , tienen que ir a unas elecciones
con el sambenito de haber sido ellos quienes las han provocado. Eso
será el fin de la partida.
Porque no es el PSOE el que tiene que elegir. Es Podemos.
Porque no es el PSOE el que tiene que elegir. Es Podemos.
Los catalanes, a lo suyo: desconexión
Ayer, mientras Junts pel Sí y la CUP presentaban tres proposiciones de ley en el Parlament
para iniciar el camino a la desconexión de España o sea, la
independencia, el juez de la Audiencia Nacional mandaba, al parecer,
orden a los alguaciles para que investiguen si diversas asociaciones
civiles independentistas pudieran estar incursas en los delitos de
rebelión y sedición con una intención fácil de imaginar. Empieza el
baile.
Para que haya rebelión, el código penal exige que se recurra a la violencia y, para que haya sedición que se recurra a la fuerza.
Es decir, los alguaciles pueden volverse por donde vinieron porque
ninguna de las entidades ha recurrido jamás a la una ni a la otra. Son
asociaciones compuestas por gentes muy pacíficas. Así que, nada de nada.
Aunque es un signo de por donde vienen los vientos porque el juez actúa
a instancias de la fiscalía y la fiscalía tiene que haber recibido las
órdenes pertinentes del gobierno de empezar ya a incordiar.
A su vez, el Parlament
debatirá las tres proposiciones de ley de desconexión: Hacienda,
régimen jurídico de la administración y seguridad social catalanas. Es
una propuesta de Constitución catalana in nuce. Cuando los
tecnócratas franquistas (el catalán López Rodó y sus secuaces del Opus)
pusieron en marcha la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del
Estado y la Ley de Procedimiento administrativo, allá por 1957 y 1958,
proclamaron que, en realidad, se trataba de una Constitución para un
verdadero Estado de derecho administrativo. López Rodó había
aprendido esta pintoresca doctrina del portugués también catedrático de
derecho administrativo, Marcelo Caetano, luego presidente de la
República.
Obviamente,
no es el caso de Cataluña hoy por entero; pero sí en parte ya que los
catalanes, de momento, no pueden dotarse de una Constitución. La Ley de
Régimen Jurídico cumple esa función transitoria y no se expone a
impugnación al no llamarse -ni, en el fondo, ser- Constitución.
Pero
lo más inteligente, a mi entender de este primer paso legal en busca de
la desconexión es que se presenten como proposiciones y no como
proyectos de ley, es decir, emanados del propio parlamento y no del
gobierno de la Generalitat. Es una sobreabundancia de precaución:
siempre será más difícil para el gobierno español impugnar un acto del
Parlament que del gobierno.
Y, políticamente, bien claro está: los catalanes siguen con su hoja de ruta o, como dicen ellos, per feina
mientras que los españoles aún no saben si tendrán o no gobierno porque
están discutiendo sobre el precio del desayuno en la cafetería del
Congreso.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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