Si uno es mínimamente lector de la prensa internacional, es
relativamente fácil hacerse a la idea de que la opinión publicada en el
mundo es muy crítica con las gestión del coronavirus llevada a cabo por el gobierno de Pedro Sánchez.
Una reacción tardía, una gestión enormemente ineficaz y una
centralización impropia de un estado que se define a sí mismo como el
más descentralizado de Europa han socavado el prestigio del gobierno
español.
A ello se añade, querámoslo o no, la fragilidad de la economía, incapaz de seguir el ritmo de sus socios comunitarios en
la respuesta a la pandemia y con el Ejecutivo dedicado preferentemente a
la publicidad de medidas que tienen muchos ceros y que a la hora de la
verdad acaban siendo muy inferiores y que tampoco se traducen en
soluciones inmediatas para los trabajadores autónomos o los pequeños
empresarios que, como se vio la semana pasada con las cotizaciones a la
seguridad social, han sido un absoluto fiasco.
España no tiene caja para hacer frente, no a una emergencia como la
actual, sino a la gestión diaria del Estado sin que crezca su déficit
público, ha ido perdiendo crédito internacional desde hace muchos años
con casos de corrupción inacabables y que, finalmente, han salpicado incluso a la monarquía,
y ha dilapidado años de bonanza con obras faraónicas como el AVE radial
de Madrid a toda España. Como corolario, ha dado lecciones a los
países de centroeuropa y del norte del continente, olvidando que Angela
Merkel es mucha Merkel y un día la puedes necesitar.
Y
ese día, parece que está a punto de llegar. Perdida, en principio, la
batalla por los coronabonos que defendían España e Italia ya que no va a
haber consenso en la UE,
es muy probable que Pedro Sánchez se encuentre en una situación que ya
vivió su antecesor Mariano Rajoy: pedir o no pedir el rescate a la UE. A
diferencia de Rajoy, deberá coger el camino de solicitarlo: si no lo
hace no podrá rescatar la economía española que tendrá dos de sus
motores, turismo y servicios, literalmente gripados. Cuando eso llegue,
Europa no va a ser condescendiente con el malgastador español.
¿Qué hará entonces el gobierno Sánchez-Iglesias? ¿Podrá aguantar, o
sus costuras saltarán por los aires? ¿Soportarán ir en contra de
cuestiones centrales de sus programas electorales? Veo en Madrid mucha
gente convencida de que esto no será posible y que, al final, la vía de los pactos de la Moncloa que propone Sánchez no es otra cosa que un escapismo más en su visión de la jugada. Enredar a todos un poco para socializar los errores que, en parte, ha cometido únicamente el gobierno español.
(*) Periodista y director de El Nacional
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