viernes, 2 de enero de 2009

La presidenta de las Cortes Valencianas está desbordada por el cargo

VALENCIA.- "Ella nunca podría haber llegado tan alto, ni la institución tan bajo". La frase lapidaria la expresa un rival político de Milagrosa Martínez (Córdoba, 1958), pero la decisión de Francisco Camps de elevar a la presidencia de las Cortes a la que fuera alcaldesa de Novelda y consejera de Turismo causó auténtica sorpresa entre sus compañeros de partido.

La propia Milagrosa Martínez no supo que iba a ser designada para ocupar la segunda institución por rango de la Generalitat valenciana hasta unos minutos antes de que el presidente de la Generalitat lo anunciara ante el comité ejecutivo regional del PP el 13 de julio de 2007. "Ha sucedido todo muy rápido", acertó a decir Milagrosa Martínez cuando se hizo oficial su nombramiento, según "El País".

Desde entonces, la presidenta de las Cortes está desbordada por la dignidad de su cargo. "Vive angustiada", diagnostican compañeros diputados de uno, otro y aún otro signo. Su timbre de voz expresa un íntimo desasosiego, resulta exasperante para quien la escucha por primera vez. Los diputados ya se han acostumbrado.

Milagrosa Martínez, además, no habla mucho. Cuando preside los plenos solo está pendiente del reloj. "Vaya terminando". Y ejerce un gesto certero para cortar el micrófono a cualquiera que se exceda unos segundos sin atender el contenido del discurso. A cualquiera que no sea el presidente de la Generalitat, desde luego, ni alguno de sus consejeros.

"Solo demostrará cierta autoridad el día que sea capaz de interrumpir en el uso de la palabra al presidente de la Generalitat", apunta un diputado socialista.

Francisco Camps no atendió al peso político ni al respaldo ciudadano ni a las maniobras internas en el partido cuando nombró a Milagrosa Martínez presidenta de las Cortes. "Se limitó a escoger una mujer, de la provincia de Alicante, que supo dar la espalda a Eduardo Zaplana justo en el instante preciso", comenta un compañero de partido.

"Una mujer sumisa que nunca pondrá en cuestión las órdenes del presidente", subraya un rival político. Martínez no habla mucho con el presidente de la Generalitat. Sus interlocutores habituales son Vicente Rambla, vicepresidente primero y portavoz del Consell, o Ricardo Costa, síndico del PP. El primero le remite los escritos que lee religiosamente cuando debe plantear ante la Mesa de las Cortes alguna cuestión de cierta complejidad. El segundo le asusta.

Meses después de ocupar el cargo, la presidenta de las Cortes concedió su amparo al diputado socialista José Camarasa, que intentaba, sin éxito, recabar información del Consell. "No sabía lo que implicaba el amparo", coinciden diputados de todos los colores. Los socialistas se aferraron al gesto de Martínez y suspendieron el acuerdo alcanzado con el PP para nombrar Síndic de Greuges a José Cholbi, vicepresidente de las Cortes, cuya experiencia política y mano izquierda ha sido clave para no quebrar la Mesa de las Cortes hasta la fecha.

El Consell hizo oídos sordos al requerimiento que implica el amparo de la presidenta de las Cortes y Martínez ha optado por el silencio. Ha consentido que se tramitara una modificación del Reglamento del Síndic de Greuges para desplazar a Emilia Caballero, que ocupa el cargo de forma interina desde abril de 2006; que se recurriera el auto del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que suspendió cautelarmente esa modificación; y no ha levantado la voz ante la nueva iniciativa del portavoz del PP de intentar alterar a través de un reglamento el contenido de una ley que solo se puede modificar por mayoría cualificada.

Cualquier cosa antes de que José Camarasa pueda fiscalizar la gestión del Consell, parte esencial de la tarea parlamentaria, sobre todo cuando la mayoría absoluta del PP es apabullante.

Milagrosa Martínez es abogada. Se licenció con cierta edad. Eso demuestra su tesón. Pero no su capacidad política. Un acto público de Eduardo Zaplana a tres días de las elecciones fue decisivo para que Milagrosa Martínez recuperara en 1999 la alcaldía de Novelda que tuvo que dejar en 1997 por una moción de censura.

Los hoteleros de Benidorm todavía recuerdan como una pesadilla su gestión como consejera de Turismo. Perdió el control de la agrupación local del PP cuando era miembro del Consell. Y como responsable del gobierno de las Cortes Valencianas pasará a la historia como la presidenta más austera frente a la arbitraria liberalidad en el gasto que dejó como impronta su predecesor, Julio de España. Otras navidades, los diputados han recibido de las Cortes televisiones de plasma o teléfonos de última generación. Este año, en sintonía con la crisis, se han quedado sin nada.

Las Cortes manejan su propio presupuesto y la institución tiene dinero de sobra. Pero la austeridad ha llegado hasta los funcionarios. Las Cortes siempre han repartido una cesta a sus trabajadores. Alguien le hizo ver a Milagrosa Martínez que podía asumir un gasto de unos 30 euros por empleado con ocasión de las fiestas. La presidenta se mostró conforme. Luego dudó. Después recibió un presupuesto de 12.000 euros para pagar el regalo a los funcionarios. "¿Cómo voy a justificar esto?", dicen que dijo. Milagrosa Martínez se angustió. Y en 2008 no ha habido cesta.

Una salida atropellada

El 30 de octubre, Francisco Camps, presidente de la Generalitat, solicitó entrevistarse con Milagrosa Martínez inmediatamente después de la sesión de control ante el pleno. Todos los grupos habían pactado una declaración de apoyo a los trabajadores de la fábrica de Altadis en Alicante. Luis Díaz Alperi, alcalde de Alicante hasta septiembre pasado, había preparado su primera intervención ante el pleno de las Cortes para defender la importancia de la fábrica de tabacos.

Sonia Castedo, la actual alcaldesa, estaba en la tribuna de invitados para subrayar el peso político de la declaración de las Cortes. Pero Milagrosa Martínez tenía prisa. Había sido convocada por el presidente. Se saltó un turno de explicación de voto y salió de forma atropellada. El pleno estuvo interrumpido durante 20 minutos para intentar subsanar el error. La presidenta del Parlamento autonómico se perdió la trifulca.

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