Vino a Murcia hace más de medio siglo y acaba de morir en ella hace
una semana con más de 90 años. El capuchino valenciano Clemente de
Alcudia era el religioso más antiguo en el Colegio San Buenaventura, de
la plaza Circular, donde siempre dió clase en Primaria pero atendía
todas aquellas necesidades puntuales que se iban produciendo y él podía
solucionar. Era un comodín nada comodón como atestiguan esas ojeras que
le caracterizaban desde que le conocí en octubre de 1960 al comenzar a
darme clase.
Pese a su veteranía y entrega, nunca quiso ser rector de la
comunidad de padres y hermanos legos desplazados al principio desde los
conventos de Totana y Orihuela y, por contra, era un excelente
relaciones públicas con la sociedad murciana y con los padres y madres
de alumnos, a los que solía conocer por su nombre pese al paso del
tiempo. Estaba muy implicado con toda la comunidad escolar que se ha ido
renovando a lo largo de ese medio siglo.
Perteneciente a una pudiente estirpe de la nobleza terrateniente de
L'Horta, al sur de Valencia, su familia entregó toda su dote a la Orden
de los Hermanos Menores Capuchinos a partir de lo cual Clemente se
mantuvo con humildad en la austeridad material sin renunciar a lo
básico. Nunca quiso ser trasladado fuera de Murcia y aquí pasó
prácticamente toda su vida como religioso y como persona muy incardinada
en el vecindario más próximo, al que asistía en diversos órdenes de la
vida y del espíritu.
En los últimos tiempos era frecuente verlo, todavía bastante lúcido,
por los alrededores del colegio departiendo con los vecinos y ex
alumnos, a los que siempre preguntaba por padres y hermanos, que también
habían pisado los Capuchinos. Y es que Clemente de Alcudia llevaba
ahora mucho tiempo más dedicado a labores litúrgicas y a visitar
enfermos, que a labores educativas aunque era por antonomasia desde
siempre el relaciones públicas del centro. Hace muy poco tiempo pude
hablar un rato con él, en la esquina del paseo Alfonso X el Sabio, al
interesarse sobre cómo le iba a mis hijos y por el estado de salud de
mis ancianos padres.
Desde
los años 50 y 60 del siglo pasado, junto al muy prematuramente
desaparecido Padre Buenaventura de Orán, Clemente formaba con él un
tándem de profesores jóvenes capuchinos incorporados al colegio en la
segunda tanda tras la fundación del colegio por el Padre Estanislao de Guadasuar, en
los años 40, para competir en buena lid con el internado de los Maristas
de 'La Merced', en Murcia, y el de los Jesuitas de 'Santo Domingo', en Orihuela.
Clemente de Alcudia fué sepultado hace unos días en el cementerio particular en el huerto del convento-madre de
La Magdalena, de los Padres Capuchinos, en la localidad de
Massamagrell, al norte de la ciudad de Valencia, donde reposan los
restos de otros legendarios capuchinos entregados a la formación
humanista y en valores de varias generaciones de murcianos, como
Hugolino y Benjamín Piquer, ambos hijos de Rafelbuñol, y cuyo rector actual es otro clásico fraile
pasado por Murcia, como es el recordado valenciano Padre Bernardo, en su momento
responsable de disciplina a sus 27 años y con toda la barba.
Hoy se ha celebrado en Murcia una misa funeral en la parroquia
capuchina de Nuestra Señora de los Buenos Libros a la que hemos acudido
numerosos ex alumnos de bastantes promociones, educados todos bajo el
lema 'Ciencia y Virtud' como una impronta grabada para siempre a fuego
en nuestras mentes, piel y corazón por personas como Clemente de Alcudia
que, con su tránsito, definitivamente cierra todo un ciclo de
existencia del Colegio San Buenaventura desde su apertura en 1947, y por
el que han pasado otros frailes díficiles de olvidar, como el ya
desaparecido valenciano Padre Juan Crisóstomo, enterrado en Totana, o los todavía
vivos Padre Claudio Llopis Aloy, valenciano también, o Padre Generoso de Javalí, murciano, disfrutando de su
jubilación en el convento de Alicante junto al oriolano Fray Abel, y en Valencia
como capellán de los Maristas, el Padre Alberto.
Fiel a la regla capuchina, Clemente de Alcudia se mezcló con el mundo y nunca se encerró en el convento. Si bien como perteneciente a una orden predicadora nunca pisó la misión capuchina de Valledupar, en Colombia, cambió ese gozo experimentado por algunos de sus hermanos en San Francisco por el de evangelización de los murcianos en vez los indios motilones.
Algunos acudiremos pronto a Massamagrell a pedir la intercesión de
Clemente de Alcudia para quedar protegidos en tiempos tan inciertos y
turbulentos.
Gracias y descansa en paz para siempre, amigo y maestro.
Gracias y descansa en paz para siempre, amigo y maestro.
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