martes, 10 de abril de 2018

El sociólogo Mario Gaviria, vinculado a Benidorm, estaba aquejado de una enfermedad degenerativa


Este fín de semana falleció en Zaragoza el sociólogo navarro Mario Gaviria Labarta aquejado de una enfermedad degenerativa que le ha ido invalidando físicamente los últimos años, que no mentalmente, y trabajando en este momento en dos proyectos, uno sobre Bardenas, ya concluido pero sin publicar, y otro de su mentor, Henri Lefebvre. 

A Mario Gaviria le sobreviene la muerte a punto de cumplir 80 años (nació el 14 de abril, de 1938) pero después de despedirse el pasado jueves de un grupo de amigos y colaboradores, y tras una vida intensa de activismo social, antinuclear y ecologista, de sociología urbana y rural, de inquietudes y de amistades;de aulas universitarias y de un trabajo investigador que deja en 40 libros y cientos de conferencias.

Como recordaba ayer Patxi Tuñón, amigo, colega en numerosos trabajos y una de las personas que pudo despedirse el jueves, “Mario fue un visionario, un adelantado a su tiempo, un activista por su cuenta;una persona que adelantaba 20 años circunstancias que iban a suceder y que hemos visto han sucedido”. 

Deja, entre sus numerosas aportaciones, el legado de “innovar en muchos campos y hacer de la Sociología una disciplina puntera, protagonista de debates y origen de cambios sociales”, tal y como destacaron en 2006 al darle el I Premio Sociedad y Valores Humanos que otorga el Colegio de Sociólogos de Navarra.

La biografía de Gaviría no tiene fin. Nacido en Cortes, este sociólogo universal que centró sus intereses y reivindicaciones en campos tan pegados a la tierra como la ecología, el urbanismo, la sostenibilidad, el medio ambiente, la fiesta, el ocio, el turismo, Benidorm, la pobreza o la exclusión social, se formó en los Jesuitas y, a nivel universitario, en Zaragoza, donde hizo Derecho, pero, “como quería aprender más”, dijo, se fue a Inglaterra, a la London School of Economies, y a Francia (fue discípulo de Henri Lefebvre), destinos en los que cursó estudios de Economía y Sociología. 

Entre los años 1960 y 1970 introdujo en España las más avanzadas tendencias en Sociología Rural y Urbana, del Ocio y del Turismo; y saltó el charco. Tras varias estancias en California “inició la construcción de un pensamiento sociológico alternativo en el que se fundían muchos de las propuestas de Lefebvre con el ambientalismo americano, y una tradición hispánica”, destaca Wikipedia.

En 1972, de vacaciones en su pueblo, Cortes (Navarra), a donde regresaba cada verano, y con 34 años de edad, siendo profesor de Sociología urbana en Los Ángeles, leyó la pretensión de instalar 22 centrales nucleares en España, una en Tudela, e inició una movilización en contra y su compromiso con el medio ambiente, con las energías alternativas, especialmente la eólica. Su apuesta fue decisiva en la construcción del pensamiento ecológico y del movimiento ecologista. “La central nuclear de Tudela no siguió adelante gracias a él”, reconocen los más cercanos.

En esos años y en los ochenta indaga también sobre la ciudad, el turismo sostenible, la fiesta.​ Asentado en Pamplona, su casa de la calle Nueva será sede de reuniones, conversaciones y taller de ideas; lugar donde gesta libros , publicaciones e ideas como la de considerar el Casco Viejo “espacio de la fiesta o la subversión” o su visión de los pamploneses como “gente de trago largo y coito corto”.

Desde 1985 trabaja en Navarra como profesor en la Escuela Universitaria de Trabajo Social y en la Universidad Pública de Navarra. Es de los profesores que accede a la universidad desde el activismo social, como decía Blanca Fernández en referencia a él o a Conchita Corera. Un profesor que gustaba desplazarse en bicicleta, entonces menos extendida, y sobre la que opinaba que es “ambientalmente perfecta”. 

“La bicicleta nos da salud y libertad, nos ayuda a ahorrar tiempo y dinero, y sobre todo nos ayuda y nos ayudará a salvar el planeta”. En la UPNA abordó temas de bienestar social y exclusión. En esos años colaboró en el desarrollo de los programas de renta mínima de inserción en Madrid y Aragón, y en desarrollar proyectos innovadores de intervención social, en campos como prevención del sida, inserción social y laboral o la integración social del pueblo gitano. Desde 2003 residía habitualmente en Zaragoza.

Su implicación en causas sociales y sus publicaciones fueron objeto de reconocimiento. Gaviria recibió el Premio Nacional de Medio Ambiente en 2005, el Premio Sociedad y Valores Humanos en 2006 o el Zahorí de Plata (2008) de la Sociedad Cultural y Gastronómica de Tudela El Pocico.

En mayo de 2016, Mario Gaviria presentó su libro El paraiso estancado en el Colegio de Ingenieros, evento que constituyó todo un homenaje. El sociólogo confesó sentirse sorprendido por la acogida que ha tenido su obra. “En un año no se ha leído mucho y, de pronto, ha atraído a los ingenieros industriales”. 

El interés obedecía a que el libro trata el tema de las energías renovables, sector en el que “Navarra es un modelo mundial”, aseguró Gaviria. El último reconocimiento llegó en 2016 del Gobierno de Navarra con la concesión de la Cruz de Carlos III El Noble, por su contribución “de forma destacada al desarrollo, la proyección y el prestigio de la Comunidad Foral”.

Sus hijas, Natalia y Sandra, y su entorno más cercano le despedirá en la intimidad en Zaragoza y desde Pamplona su círculo de amistades baraja organizar un evento para reconocer la valía de una persona que ha aportado y compartido tanto. 

“No hay más que un libro que he hecho solo. Los demás los he hecho siempre con compañeros, con grupos, y tal vez es mi destino trabajar en cosas en grupo y en cosas muy variadas”, decía a sus colegas al recoger el Premio Sociedad y Valores Sociales.


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