NUEVA YORK.- El coronavirus podría frenar al coronavirus,
sí, hace como se lee, ya que diversos investigadores están comenzando a
plantear que la sangre de los pacientes recuperados podría tener la
llave para un tratamiento efectivo contra la enfermedad.
Una
vieja medida que en medicina se llama “inmunidad pasiva” donde las
personas que se recuperan de una infección desarrollan anticuerpos que
circulan en la sangre y pueden neutralizar el patógeno.
Esta
infusión de plasma podría ser por tanto la primera respuesta para
encontrar un tratamiento que pueda servir y así dejar menos mortalidad
en el camino.
La receta ya ha tenido éxito contra la poliomielitis, el sarampión, las paperas y la gripe.
Arturo
Casadevall, presidente de microbiología molecular e inmunología de la
Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins, se refirió con más
detalles al tema en conversación con el Washington Post.
“Las personas recuperadas podrían tener en la sangre algo que podría ser muy útil. La historia es que esto se ha usado en 120 años en medicina, y es bien conocido”, sostuvo.
Esto
en medicina se llama “plasma convaleciente”, que significa extraer de
un paciente recuperado este líquido celular de la sangre, hacer las
pruebas correspondientes y establecer si podría ser potente y si es rico
en anticuerpos para el combate de la enfermedad.
Jeffrey
P. Henderson, especialista en enfermedades infecciosas de la
Universidad de Washington en St. Louis, informó que está trabajando en
el proyecto.
“Estamos
realmente obsesionados con probar siempre lo más nuevo, lo último y lo
mejor. Y a veces los clásicos también son buenos, y tienden a ser
ignorados”, comentó.
Wayne
A. Marasco, médico especialista en enfermedades infecciosas en el
Instituto de Cáncer Dana-Farber en Boston, también comentó al Post la
efectividad de este tratamiento.
“El
plasma convaleciente tiene un papel real: esto ha estado sucediendo
durante más de 100 años. Sabemos que esto funciona. Si lo hace bien y
extrae plasma de alguien que se ha infectado, puede obtener anticuerpos
protectores que pueden infundirse en otras personas”.
Sin embargo, Evan Bloch, profesor asociado de patología en Hopkins, puso un poco de mesura.
“Ninguno
de nosotros ve esto como una solución a largo plazo. Este es un recurso
provisional, pendiente de disponibilidad de intervenciones más
definitivas”, sostuvo.
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