¿Alguien tiene duda alguna de que el PP
ha puesto a Rita Barberá en el Senado con objeto de aforarla para
defenderla de su procesamiento? La señora sabe tanto del Senado como de
tagalo y no pinta nada en él. Claro que los demás senadores, tampoco. Es
cierto que la Cámara, que no sirve para nada más que para entorpecer,
es un depósito de zombies políticos, personajes que algún día fueron
algo en las instituciones y ahora no tienen acomodo, pero tampoco
quieren dejar de vivir de gorra. Barberá da perfectamente el tipo.
Después de 24 años forrándose, al parecer, en el Ayuntamiento de
Valencia, ahora seguirá cobrando de las arcas públicas como si hiciera
algo que lo mereciera. Pero, además de garantizarle un jugoso
estipendio, lo que se quiere con su nombramiento de Senadora es librarla
en la medida de lo posible del alcance de la justicia que, por fin,
empieza a ocuparse del robo sistemático que los peperos han perpetrado
en la Comunidad Valenciana bajo el mando de diversos personajes que
parecen de chiste, entre los cuales, Camps, Barberá y otros.
Hace
muy bien Cristina Cifuentes en pedir que la zafia y vulgar ex-alcaldesa
de Valencia renuncie al aforamiento y responda ante los jueces de sus
supuestas fechorías que, por lo que va sabiéndose, bien pudieran encajar
en más de media docena de delitos del código penal. Quizá no persiga
Cifuentes un único objetivo regenerador sino también tenga cálculos de
ambición personal, haciéndose visible y propiciando sus posibilidades
como presidenta del PP de Madrid, en lugar de la también achulapada
Aguirre. Es lógico que quiera fomentar su carrera haciendo como que
reprime la corrupción. Pero el hecho es que la presunta ladrona Barberá
debiera renunciar al aforamiento. Nada hay más anti-sistema que ver cómo
el sistema protege a los sinvergüenzas.
Porque de eso se trata. En sus orígenes, el aforamiento era una precaución para proteger a los diputados de las arbitrariedades de los reyes que los hacían acusar ante sus jueces de cualquier barrabasada que se hubieran inventado para encarcelarlos. Es decir, era una medida progresista que garantizaba la libertad de expresión de los representantes del pueblo. Pero, con el tiempo, ha degenerado y, bajo el dominio de esta banda de presuntos ladrones a la que llaman partido, se ha convertido en un procedimiento para garantizar que los delincuentes de su organización se libren de la acción de la justicia. Como es el caso de esta supuestaa ladrona que era alcaldesa de Valencia, según parece, para enriquecerse ella, sus amigos, parientes y demás patulea.
Porque de eso se trata. En sus orígenes, el aforamiento era una precaución para proteger a los diputados de las arbitrariedades de los reyes que los hacían acusar ante sus jueces de cualquier barrabasada que se hubieran inventado para encarcelarlos. Es decir, era una medida progresista que garantizaba la libertad de expresión de los representantes del pueblo. Pero, con el tiempo, ha degenerado y, bajo el dominio de esta banda de presuntos ladrones a la que llaman partido, se ha convertido en un procedimiento para garantizar que los delincuentes de su organización se libren de la acción de la justicia. Como es el caso de esta supuestaa ladrona que era alcaldesa de Valencia, según parece, para enriquecerse ella, sus amigos, parientes y demás patulea.
Pero
hay más. El aforamiento debe desaparecer -y debiera ser una de las
primeras medidas legislativas del Parlamento si quiere que nos tomemos
en serio lo de la lucha contra la corrupción- por otra razón de igual o
mayor peso: porque es una injusticia para los otros procesados en los
sumarios en que haya un aforado. La sola presencia de uno de estos
privilegiados, obliga a abrir la causa ante la última instancia de la
justicia, lo cual hace que los procesados que lo acompañan (y siempre
son bastantes) pierdan el derecho al "juez natural" y el de la doble
instancia penal. Es decir, para que los aforados mantengan sus
privilegios, los demás justiciables del proceso tienen que perder sus
derechos.
Nostradamus entra en campaña
En la situación actual, en la que la
opinión pública cambia por horas porque la misma realidad se transforma a
ojos vista y los acontecimientos se atropellan, cualquier predicción
tiene la misma verosimilitud que las profecías de Nostradamus. Si,
además, tenemos en cuenta que el CIS es un órgano dependiente de este
gobierno que lo ha manipulado y corrompido todo y ha desnaturalizado y
deslegitimado cuanto ha tocado sin el menor escrúpulo, podemos
tranquilamente entender sus conclusiones como propaganda de La Moncloa.
En este caso, la orden era: todo sigue igual, punto arriba, punto abajo;
Podemos sube algo (no mucho, no vayan a creérselo) y, por supuesto, el
PP va de remontada, conducido por el inigualable caudillo Rajoy. Si hay
elecciones (lo único que interesa a Rajoy el de los sobresueldos) todo
seguirá más o menos igual pero el PP, fortalecido.
Vayamos
a los hechos de la vida. Si hay nuevas elecciones, las llamadas
confluencias pueden desaparecer. En Barcelona, Ada Colau proyecta
partido propio que no es seguro forme coalición con Podemos. En Galicia,
con un Beiras escaldado, puede que no haya confluencia y en Valencia ya
se ha roto. Así que eso de que Podemos más confluencias suben y superan
al PSOE, sin duda entusiasma a los de la 6ª de TV, pero también puede
suceder lo contrario: que Podemos, de hecho, pierda las elecciones.
Yo
tomaría los datos sobre el PP a beneficio de inventario. A Rajoy le
duele que no le dejen terminar el desastre que organizó en su día. Pero
es un hecho que tiene a todo el mundo esperando verlo irse, incluido su
propio partido. La corrupción le ha hecho perder 63 diputados desde 2011
y seguramnte le hará perder otros tantos si se repiten los comicios.
C's
lanzado a todo tipo de frenéticas negociaciones por ver si consigue
evitar las elecciones nuevas, en realidad puede desaparecer.
Sospecho
que el único que aumentaría su apoyo electoral sería el PSOE, pero no
tengo inconveniente es admitir que pueda tener un resultado tan magro
como el que le augura el CIS. Este pretende convencerlo de que no haya
elecciones y acepte el gobierno de gran coalición, por el que suspiran
todos los intereses más reaccionarios, desde el PP a El Pais y muchos socialistas.
Pero
esa gran coalición es imposible porque supone poner a gobernar a dos
partidos, uno de los cuales tiene como programa electoral derogar toda
la obra legislativa del otro en la legislatura pasada. Eso o resignarse a
perecer.
Solo
queda la coalición PSOE, Podemos e IU y esta depende de que los
partidos independentistas catalanes no voten en contra, cosa más que
probable a la vista del frente anticatalán formado por el nacionalismo
español.
Es
decir, de momento, la opción más probable parece ser la de nuevas
elecciones cuyo resultado, según Nostradamus, será más o menos igual al
de las del 20D. En España seguirá habiendo un vacío de poder y Cataluña
apovechará para dar otro paso hacia la independencia.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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