La tauromaquia no ha escapado a los devastadores efectos del
coronavirus por la suspensión de actividad que llega cuando más
necesitada estaba de la visibilidad y del vigor mediático que le daba la
celebración de las grandes ferias como Castellón, Valencia, Sevilla y
Madrid, que tienen proyección internacional, todas ellas suspendidas sine die a la espera de que se supere la situación de alarma sanitaria y se vuelva a la ansiada normalidad.
Cuando
ya se hacen cálculos sobre los efectos económicos de la pandemia en la
Fiesta, los analistas hablan de cifras astronómicas y de difícil
reparación, por no decir imposible -los cálculos de algunos llegan a los
setecientos millones de euros- lo realmente preocupante es cómo se
saldrá de esta coyuntura con las estructuras actuales en las que los
costes de producción y el tratamiento de las administraciones, ya en los
momentos de normalidad reciente, le ponían al borde de la viabilidad y
por tanto del crack.
La idea, muy general, es que tendrá que
reinventarse, lo mismo que sucederá con otros sectores pero con el
agravante de que los principales actores de la tauromaquia no tienen,
seguramente nunca lo tuvieron, el necesario sentido de la unión para
iniciar acciones sectoriales de interés general. El caso es curioso,
mientras históricamente fueron los primeros, toreros, ganaderos y
también empresarios, en dar el paso al frente para salir en ayuda de los
damnificados por tragedias y necesidades ajenas con sus festivales,
siempre les ha costado un mundo defender lo propio.
Más allá de la obra
de Bombita que creó el Montepío de Toreros para atender a los toreros
heridos, no se recuerdan acciones de trascendencia con esa intención de
protección gremial. Ahora, cuando se escucha la campana del último y
decisivo asalto, van a ser más necesarias que nunca las acciones
conjuntas y en la medida que se tome conciencia de ello se podrán salvar
al menos los muebles. Y de la necesidad habría que hacer virtud y en
ese sentido sería el momento de corregir viejos vicios y adaptarse a la
realidad.
De que los toreros, matadores o banderilleros,
que en estas cuestiones tienen pocas posturas en común, se hayan reunido
para tomar posiciones conjuntas de acción u opinión no se tiene
noticias; sí se han reunido los empresarios, ANOET, primero de manera
presencial y luego ya utilizando los medios telemáticos, que emitieron
un comunicado que aunque poco conciso daba cuenta de su toma de
conciencia de la realidad y de la conveniencia de estar unidos -y no
pisarse las chanclas, sería la expresión coloquial- para cuando llegue
el momento de salir de esta situación.
Grandes damnificados
Los ganaderos, por su parte, los primeros y
seguro grandes damnificados de la situación, están canalizando su
preocupación a través de sus asociaciones, especialmente la Unión de
Criadores de Toros de Lidia, que acoge a los principales hierros.
Que no
se vayan a dar por el momento ferias tan importantes como las ya
aplazadas y con los festejos de San Juan, fecha de lo más taurina, en la
siguiente y amenazada hoja del calendario supone el riesgo máximo para
centenares de toros, producto altamente perecedero por las limitaciones
de edad y riesgo de bajas -las peleas a muerte entre los adultos son
constantes y prácticamente inevitables en estos tiempos-.
Cuenta además y
mucho la pérdida de su puesta a punto que tanto logró alcanzar y la
necesidad de seguir alimentándolos. Por todo ello es evidente que el stockaje a la espera de mejor momento es un imposible.
Algunos conocedores del campo bravo han llegado a calcular que
podrían sobrar mil toros, lo que teniendo en cuenta los costos de
producción -en torno a los cuatro mil euros por cabeza- se antoja una
cifra difícil de absorber por el ya debilitado mundo ganadero. En estos
momentos la principal esperanza es la capacidad de resistencia congénita
que han mostrado a lo largo de los tiempos los hombres de campo, lo que
no impediría grandes consecuencias de futuro.
A la espera del ministro
Por
el momento las tres principales patas del banco, empresarios, toreros y
ganaderos, que acogen a actores en muy diferente situación, condición
que seguramente complicará las situaciones, tienen puestas las
esperanzas en el apoyo que puedan encontrar de la Administración. Las
perspectivas no son malas en ese sentido. Al menos en este momento en el
que priva las buenas intenciones.
El ministro de Cultura ha querido
transmitir un mensaje de apoyo a la tauromaquia, que como tantos otros
sectores de la industria cultural está pasando por momentos
extremadamente difíciles, explicando que si bien las primeras medidas de
urgencia aprobadas por el Gobierno tienen carácter general en este
tiempo de excepción, habrá ocasión para plantear medidas específicas
para cada uno de los sectores, incluyendo la tauromaquia.
Victorino Martín, como presidente de la Fundación del Toro de Lidia,
que se ha mostrado especialmente activo y reivindicativo en los últimos
tiempos, valora muy positivamente la llamada: “Apreciamos la cercanía y
comprensión de nuestro ministro en unos momentos que son tan difíciles
para todos”. Y añade: “Hemos podido trasladarle nuestra disposición
absoluta a colaborar, tanto nosotros como todas las organizaciones
profesionales del sector, en todo lo que estimen pertinente en el futuro
inmediato”.
No escapan los populares
En todo ese ambiente de consternación se encuentran los espectáculos de bous al carrer
que en la Comunidad Valenciana tienen especial relieve y son el soporte
económico del mundo ganadero autóctono y de otras comunidades.
En
opinión de Vicent Nogueroles, presidente de la Federación de Peñas de
Bous al Carrer de la Comunidad Valenciana, el mundo del bou al carrer
no escapará de los efectos devastadores e irreparables de los festejos
de plaza pero se intentará mitigarlos con aplazamientos.
“Los que se
suspendan ahora no será posible celebrarlos en julio y agosto por la
saturación de fechas que supondría al juntarse con los ya programados y
porque no habría suficientes medios personales y de infraestructura,
barreras y demás, pero a partir de septiembre y hasta prácticamente
diciembre cabrían todos y hay voluntad de que así sea según he podido
constatar con los organizadores”, y acabó diciendo que los auténticos
damnificados son los ganaderos autóctonos.
Y como conclusión final
más allá del optimismo de futuro imprescindible -o sueñas o adiós- la
cornada es muy grave, esperemos que no letal. Ganaderos, empresarios,
toreros que verán reducido su campo de actuación y los aficionados que
se pueden ver privados de algo que si no vital sí ha sido parte
importante de su/nuestra vida, lo vamos a sufrir. Suerte.
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