VALENCIA.-
El actual clima político en la Comunidad Valenciana está fuertemente
marcado por el aspecto lingüístico. El Gobierno autonómico presidido por
Carlos Mazón
se puso como uno de sus objetivos al inicio de su andadura desterrar la
intensa relación que el tripartito de Ximo Puig tuvo con el
independentismo catalán
y su órbita social. Para lograrlo, ha iniciado dos mecanismos: el fin
de la imposición del valenciano en las aulas y, paralelamente, la
revisión de los criterios lingüísticos del idioma regional, según El Debate.
Sin
perjuicio de que el primer ámbito haya causado grandes dosis de
polémica como consecuencia de la agitación de la izquierda,
el segundo es el que durante los últimos días está copando más
titulares. A este respecto, la Associació d'Escritors en Llengua
Valenciana (AELLVA) ha renunciado a una subvención de 3.000 euros
otorgada por la Academia Valenciana de la Lengua (AVL) porque, a su
juicio, significaría catalanizar los documentos a publicar.
Previamente,
la controversia alcanzó incluso a la Iglesia Católica, ya que la Real
Academia de Cultura Valenciana (RACV) pidió al Arzobispado de Valencia
que rectificase su traducción de los Evangelios al valenciano porque
cree que es una versión catalanizada, por lo que su decano, José Luis
Manglano, se ha puesto a «disposición» de Monseñor Enrique Benavent a
tal efecto.
Por tanto, puede comprobarse cómo en la región existe un contexto
bipolar entre qué versión o rama del valenciano es la que se ha de
utilizar.
Para entender esta disputa, cabe remontarse casi un siglo
atrás, hasta 1932, cuando el valenciano todavía no gozaba de una
ortografía consensuada y homogénea. Con tal de revertir esa situación,
varios intelectuales y personajes de la cultura de lo que hoy es la
Comunidad firmaron las llamadas Normas de Castellón, ya que el acuerdo se alcanzó en la capital de La Plana.
Sin embargo, con el paso de los años, no pocas entidades sociales y
culturales valencianas consideraron que dicho compendio tenía más bien
un carácter provisional y que sus reglas no se ajustaban a la
realidad del pueblo, a sus usos ni a sus costumbres. Por ello, la RACV
inició un proceso para elaborar una nueva codificación ortográfica del
valenciano con vistas a que fuese más fiel a la realidad ciudadana.
Las diferencias radicaban en acentuación, uso de demostrativos y otros
aspectos gramaticales, entre otros. La propuesta fue bautizada como las Normas de El Puig
(por el Monasterio de Santa María de El Puig, donde fueron ratificadas)
y las apoyaron un millar de autoridades y colectivos, entre los que
destaca, además de la propia RACV, Lo Rat Penat, símbolos del valencianismo.
En
lo referente a la política, a la anteriormente
citada AVL se le achaca que, lejos de estar con las Normas de El Puig
por ser lo más próximo al día a día de la Comunidad, esté instalada en
el oficialismo y con un cierto corte hacia la unión idiomática entre el
valenciano y el catalán. Es por ello que el Consell ha impulsado la
«revalencianización»
de los criterios lingüísticos sobre los que se basa el organismo.
En
este sentido, la AVL ha aprobado los cambios propuestos por la
Generalitat y el documento está en fase de borrador a falta de conocer y
evaluar las distintas aportaciones de asociaciones y del tejido
cultural.
Estas
modificaciones tienen como meta poner freno al ansia catalanista que
caracterizó al tripartito del PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos, que
llevó a cabo una modificación (aprobada por la AVL) de los criterios en
2016 orientada a mimetizarse con la gestión lingüística practicada en
la región vecina del norte y con la que tantas veces, ideológica y
económicamente, se ha sentido identificado Ximo Puig.
Basta como ejemplo que propuso que RadioTelevisión Valenciana, con À
Punt a la cabeza, siguiese el mismo camino y estilo que la catalana TV3.
Con
esa declaración de intenciones, no es de extrañar que en distintos
programas del ente público valenciano durante los años del Botánico se
haya hecho mención a términos como País Valencià o se hayan emitido anuncios de asociaciones anexionistas.
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