España se enfrenta a un dolorosa caída tras el colapso del sector inmobiliario y hay quien teme que el parón podría durar una década si la octava economía es incapaz de encontrar nuevos motores de crecimiento y empleo.
Cada semana, 40.000 personas pierden sus puestos de trabajo, un ritmo endiablado que empequeñece los datos de desempleo de otros países europeos, mientras las turbulencias de los mercados cortan de raíz la financiación extranjera que permitió a los españoles triplicar la deuda familiar y duplicar su renta per cápita en los últimos diez años.
El país se ha encontrado sin sustituto para un desmoronado sector de construcción que aportó el 39 por ciento del Producto Interior Bruto y generó el 40 por ciento de los nuevos empleos en los últimos cinco años, según datos de la patronal del sector SEOPAN.
Nadie espera que España pase de la noche a la mañana a contar con una producción de valor añadido basada en alta tecnología, pero los economistas advierten que debe evitar un desempleo masivo y prolongado tras haber acogido a casi 5 millones de inmigrantes y aumentado su población un 15 por ciento en la última década.
"No cabe descartar el escenario de una década perdida en España. No sé que posibilidades hay y quizás no llegue a una década, pero tampoco me atrevería a descartarlo a juzgar por lo que estoy viendo", comentó Javier Díaz-Giménez, profesor colaborador del IESE.
Después de haber negado durante bastante tiempo los riesgos de una crisis económica, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero ha presupuestado más de 50.000 millones de euros en un intento de estimular la economía mientras los analistas pronostican para 2009 la peor recesión de los últimos 50 años y una cifra de desempleo que rondaría los 3,5 millones.
Zapatero, siguiendo las directivas de la Unión Europa, ha impulsado reformas dentro del costoso sector servicios español.
Pero lo que preocupa a los economistas es el silencio del Gobierno sobre estas reformas, consideradas cruciales para reducir los costes laborales y propiciar una recuperación en forma de "U" a fin de situar el crecimiento en el 3 por ciento en 2012.
Los sindicatos aducen que la falta de competitividad de la economía española se debe a una dependencia excesiva de los sectores de construcción y servicios, y que tanto el sector privado como el público tienen que cambiar de marcha rápidamente.
Si Zapatero opta por la no confrontación con los sindicatos o apuesta por una recuperación de la construcción, el perfil económico español podría parecerse más a la "L" que se prevé para países como Italia y Japón, opinaron analistas.
"El ajuste podría producirse en menos de una década en España si la gente no se aferra a lo que ya tiene", señaló Dominic Bryant de BNP Paribas.
España ha tenido un crecimiento medio del 3,8 por ciento en los últimos diez años, pero no por cuestiones de productividad o innovación, sino por su entrada en el euro, que rebajó drásticamente los tipos de interés.
Con abundante crédito exterior, España creó más de 24 compañías multinacionales, sobrepasó a Italia en renta per cápita y cimentó uno de los sistemas bancarios más estables de Europa.
A diferencia de Japón, España cuenta con una fuerza laboral creciente y relativamente joven. Por otra parte, se diferencia de Italia en que su economía es más flexible y puede adaptarse al marco de desaceleración global, indicó la analista Diana Choyleva de Lombard Street.
En cuanto a los contras, el frenesí constructor ha dejado al país con una bolsa de al menos 1 millón de viviendas sin vender, que al ritmo actual de ventas tardaría unos cuatro o cinco años en agotarse, y con un ratio de morosidad que podría alcanzar el 9 por ciento del total en 2010, según Credit Suisse.
"Ahora la partida se acabó, España no tiene problemas estructurales, sino unos problemas cíclicos exagerados, con altos endeudamientos en familias y empresas", apuntó Choyleva
El Banco de España ha advertido a Zapatero de las medidas de estímulo fiscal que han agotado el superávit presupuestario en menos de un año y que podrían no bastar para resucitar el gasto y la confianza de los consumidores.
El énfasis puesto en las medidas a corto plazo adoptadas recientemente para combatir la desaceleración económica mundial podrían provocar olvidos o retrasos en las necesarias reformas estructurales, señalaba el pasado noviembre el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez.
En las últimas recesiones, España devaluó su moneda, la peseta, para ganar competitividad, pero al formar parte del euro ahora tiene que sufrir un doloroso ajuste en el que los salarios se ven contenidos por el desempleo.
Para facilitar la transición, la OCDE propone acabar con los rígidos contratos indefinidos que hacen más costoso el despido de los trabajadores y bloquea el acceso al empleo a la población inmigrante joven.
El organismo sugiere una revisión de los convenios salariales vinculados a la inflación, que han frenado durante mucho tiempo la competitividad en España.
Los sindicatos han amenazado con la huelga general si el Gobierno intenta recortar los beneficios de los trabajadores durante la crisis y por otra parte los analistas económicos no creen que Zapatero se embarque de manera inminente en una reforma del mercado laboral.
Lo que podría cambiar las cosas son las previsiones que circulan para el desempleo, que podría alcanzar el 18 por ciento en 2010 (desde el 11,3 por ciento del tercer trimestre de este año) e incluso superar el 20 por ciento de la población.
"El argumento de que hay que intentar algo diferente cobrará fuerza cuando las cosas empiecen a empeorar", afirmó Carlos Maravall, economista de AFI.
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