En el catalanismo, las ´panzerdivisionen´ son carros de filólogos.
Convertida la lengua en una marca de pureza, los filólogos catalanistas
llevan un siglo rebuscando, desde Raspay hasta Grecia, hasta la última
huella de un topónimo, de un apellido que pueda justificar la
pertenencia de esos territorios a la ´Catalunya gran´, el renovado
imperio que el delirio nacionalista ha ido construyendo como imaginario y
compensación de una frustración histórica. Hay hasta un trabajo que
habla de Murcia como un país catalán perdido.
La famosa referencia de la
crónica de Muntaner al más bello catalanesc del mòn, que se habría
hablado en la Murcia del siglo XIII, y la evidencia de que los murcianos
seguís diciendo ´bajoca´ y ´pésol´ (los caravaqueños decimos guisante),
enciende en el catalanismo esa forma de nostalgia extrema y enfermiza
que es la de añorar lo que nunca se tuvo. El nuevo Gobierno de los más
radicales catalanistas, que son los valencianos de Compromís o
Comprodemos, ha visto llegado el momento de recuperar el Carche, con sus
poco más de 600 hablantes de un valenciano, que es sobre todo
alicantino, para los Países Catalanes, que hay que ir a la independencia
completos.
Lo primero que llama la atención de la visita del
director general de Política Lingüística de Podemís es que se haga
política con la lingüística, cuando la única política habría de ser
dejar que la gente hable en lo que quiera con quien le entienda. Pero el
genares valenciano no debe pensar lo mismo, pues ya lleva meses
incrementando el control de la lengua que usan sus conciudadanos, sobre
todo en la enseñanza y en la sanidad, a la que ha enviado ya
recomendaciones para que a los médicos no se les ocurra usar la lengua
opresora, ese castellano que sin embargo llegó a tierras valencianas a
la vez que el catalán y el aragonés, y que es la única lengua en casi el
30% de sus territorio (aunque hacen todo lo posible para que deje de
serlo: pregunten en Orihuela). Lo segundo, es que ya han catalanizado la
toponimia, y la Cañada del Trigo ya es Canyada de Blat, y así, cuando
en la Región de Murcia la toponimia oficial es la española. Eso sí, no
se le ocurra a usted preguntar por Játiva, por Jávea o por Gerona, con
esos horribles sonidos de ´jota´, sino por Xàtiva y Xàbia.
Creo,
sin embargo, que en esta tesitura de España, y para facilitar la
investidura, la caradura y el pacto, habría que facilitar la magna tarea
de Compromís, y ofrecerles dos opciones. Primera, la reciprocidad. Les
dejamos enseñar el valenciano si permiten que cualquier murciano pueda
ser maestro, municipal o barrendero en un pueblo de las zonas
murcianohablantes, como Villena, Aspe, Elda, Orihuela o el resto de la
Vega Baja, donde exigen valenciano, que nadie habla allí, hasta para los
más elementales trabajos.
Y segunda opción, el compromiso por
nuestra parte de que vamos a aplicar la misma política lingüística que
las Generalidades aplican en sus regiones. O sea, que vamos a
inmersionar a los carcheños, pobres sufrientes de esta España de risa,
en el español, para avanzar en la cohesión social y facilitarles su
integración con el resto de murcianos y hasta de murcienses.
En
fin, habrá que pensárselo. Con los catalanes queriendo anexionarnos por
el Norte, y los moros queriendo anexionarnos por el Sur, a ver qué
hacemos. Yo ya hablo catalán. Y cuando miro a Puigdemont, me emociono.
(*) Profesor de Enseñanza Secundaria
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