En los últimos días las manifestaciones de agricultores en diferentes
zonas de España están poniendo de relieve el problema de los precios de
los productos agrícolas en origen y de la renta agraria, con
declaraciones de los diferentes operadores de la cadena de valor
alimentaria que no siempre resultan esclarecedores de la situación real.
Es por ello que el presente artículo no trata de ofrecer soluciones
sino de realizar algunas reflexiones con el fin de tratar de facilitar
alguna información que ayude a una mejor comprensión del problema.
Como punto de partida, hay que señalar que nuestro país es una
potencia agrícola con productos de indiscutible liderazgo mundial -como
el aceite de oliva- y con otros que se sitúan entre los primeros puestos
-como, por ejemplo, el vino-.
Adicionalmente, las condiciones
climatológicas y las mejoras tecnológicas introducidas en nuestra
agricultura en los últimos treinta años hacen que en muchos otros su
producción se adelante a la de otros países productores, facilitando su
comercialización en otros países. Todo ello provoca que aproximadamente
el 70 por ciento del total de la producción agrícola se comercialice en
el exterior, ya que el consumo interno es del todo insuficiente para
poder asumirla.
Del 30 por ciento restante, puede estimarse que cerca del 20 por
ciento es comprado por la industria alimentaria española para su
posterior transformación, de manera que tan sólo aproximadamente el 10
por ciento del total es adquirido por la distribución nacional para su
venta directa a los consumidores.
Ante esta situación, responsabilizar a
este último escalón de los problemas del sector primario por los bajos
precios venta al público fijados resulta excesivo, aunque también es
cierto que éstos se sitúan en niveles tan bajos para determinados
productos que en numerosas ocasiones se producen ventas a pérdidas, algo
que ocurre muy especialmente en productos llamados "gancho" cuyos
precios invitan a visitar los establecimientos para adquirir otros
productos cuyas ventas permitan compensar las mencionadas pérdidas.
Responsabilizar a la distribución de los problemas del sector agrario es excesivo.
¿Cuál sería entonces el motivo real por el que los precios en origen
son tan bajos e impiden mejorar la renta agraria? En la opinión de quien
escribe ello obedece a cuatro diferentes razones.
La primera es la gran dispersión de la oferta, compuesta por un gran
número de productores en su mayoría de pequeño tamaño, frente a una cada
vez mayor concentración de la demanda, muy especialmente en lo que se
refiere a la distribución. Ello hace que esta esté en una mejor
situación a la hora de negociar los precios de adquisición,
presionándolos a la baja.
La segunda, íntimamente ligada a la anterior, es que la oferta ya no
es exclusivamente nacional sino que cada vez más se ve ampliada por
productos procedentes de terceros países cuyos costes de producción, y
muy especialmente los costes laborales, son mucho más reducidos. Por si
ello no fuese suficiente, las garantías sanitarias de éstos últimos no
cumplen en muchas ocasiones los estándares de calidad fijados para los
productos europeos, lo que les hace aún más competitivos en precios.
La tercera es la incapacidad, tanto del sector productor como del
sector industrial y la distribución nacionales, para hacer que el
consumidor español perciba las diferencias de calidad entre el producto
español y el de terceros países, de manera que su decisión de compra no
se base casi exclusivamente en el precio final. Está escasa
diferenciación, resultante de banalizar la calidad, impide establecer
precios superiores a los productos de procedencia nacional presionando,
una vez más, los precios a la baja y provocando unos márgenes muy
estrechos en todos y cada uno de los diferentes escalones de la cadena
de valor agroalimentaria.
Y la cuarta y última, muy similar a la anterior, es el modelo de
exportación basado más en el precio que en la diferenciación de nuestros
productos, tal y como ilustra perfectamente el caso del vino en el que
España es el primer exportador mundial en volumen pero el tercero en
valor a gran distancia de los dos primeros; ello es debido a que la
mayoría de sus exportaciones se realizan a granel.
En suma: no debemos simplificar el problema de los bajos precios de
los productos agrícolas españoles centrándonos en el papel que juega la
distribución en nuestro país, ya que se debe a razones de muy diversa
índole que deberían invitarnos a una redefinición de la comercialización
de los productos tanto a nivel nacional como internacional. Buena parte
del futuro de nuestra agricultura, sector esencial de nuestra economía y
uno de los pocos cuya balanza exterior es positiva, nos va en ello.
(*) Profesor del Máster en Dirección de Marketing de EAE Business School
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