domingo, 21 de diciembre de 2008

La revuelta política y social / Pablo Sebastián

Dos de las especialidades del presidente Zapatero son la de acumular los problemas y no decir la verdad. Pues bien, después de anunciar la semana pasada en el Congreso de los Diputados que las expectativas de creación de empleo y de recuperación económica se iniciarán a partir del mes de abril del 2009, el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, acaba de declarar que estamos asistiendo a la crisis económica y financiera más grave desde la Gran Depresión de 1929, y que en el caso español vivimos inmersos en una parálisis en la que "los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan".

Una vez más, el "optimismo antropológico" del presidente se da de bruces con la dura realidad y, además, su vano intento de fuga hacia delante, o de "crear confianza" en vísperas de la nueva "gran depresión", no hace sino provocar mayor desconfianza, porque la realidad desmiente sus propósitos y porque su Gobierno, desarbolado y quemado, carece de credibilidad. Si a ello añadimos su empeño en favorecer, primero, a los sectores más ricos o poderosos de la sociedad, mientras airea un falso e imposible discurso a favor de su pretendida política socialdemócrata, veremos que Zapatero está a punto de unir una importante revuelta social, con múltiples conflictos, a la crisis económica y financiera, y todo ello en vísperas de un semestre con tres convocatorias electorales en ciernes.

A la vista están ya cuatro problemas de gran magnitud: la huelga oculta de los pilotos de Iberia, poniendo patas arriba las vacaciones de Navidad; la revuelta de los estudiantes, de la que la ministra Garmendia anda desaparecida; el horizonte de huelga de los jueces de toda España, enfrentados al soberbio ministro Bermejo y, en muchas de sus reclamaciones, hartos de razón; y la renegociación de la financiación autonómica -que Felipe González había propuesto que se aplazara hasta mejor ocasión-, reabriendo la herida de la insolidaridad interregional, entre Comunidades ricas y pobres, por causa de las injustas pretensiones de los nacionalistas catalanes, que Zapatero espera pactar con Chaves en Andalucía, pero excluyendo al resto de Comunidades, y especialmente a las gobernadas con el PP.

A todo ello hay que añadir el imparable reguero de empresas en quiebra y de despidos masivos, en un momento en el que en Comisiones Obreras se acaba de producir un giro a la izquierda con el nuevo liderazgo de Toxo Fernández al frente de este sindicato, al tiempo que en IU Cayo Lara ha asumido la presidencia de la coalición desde las filas del PCE. Dos hechos que anuncian un giro a la izquierda de ambas organizaciones y la posible salida a la calle de los sindicatos ante lo que consideran desconcierto y una cierta pasividad del Gobierno, y no digamos sus gestiones a favor de ciertos empresarios y "amigotes" y privilegiados, como los dueños de Sacyr en el culebrón de Lukoil y Repsol.

Y por si algo faltara en el escenario político, económico y social, sin duda muy tenso y complicado, Zapatero se dispone a enviar todavía más tropas a la guerra de Afganistán, y está a punto de entrar en un semestre electoral en el que están convocadas dos elecciones autonómicas, en Galicia y el País Vasco, y las europeas del próximo mes de junio.

O sea, se anuncian seis meses política y socialmente exclusivos, en los que ya no caben más mentiras, ni más optimismo, sino la cruda realidad y decir la verdad por encima de todo. Y seis meses que el actual Gobierno no está en condiciones de abordar, de ahí la necesidad de la crisis o remodelación que Zapatero se resiste a llevar a cabo, manteniendo en el cargo a quienes han demostrado su flagrante incapacidad y a quienes carecen de la fuerza y la necesaria credibilidad.

En realidad, estos seis meses van a dar la verdadera medida o talla política de Zapatero, quien sobrevivió a su catastrófica primera legislatura gracias a los errores del PP. Pero ahora su pulso político ya no será con la oposición, sino con el conjunto de la sociedad, que ya empieza a verle la peana al santo de la Moncloa, perdido y desconcertado en su laberinto monclovita y aún empeñado en estirar la sonrisa y no decir la verdad.

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Un vals en el Titanic / Jordi Sevilla

«Estamos bailando un vals en la cubierta del Titanic», cuentan que dijo un conocido e importante hombre de negocios español en una reunión privada. Y la imagen, aunque facilona, me parece un reflejo tan adecuado de la situación, que he hecho lo que Oscar Wilde recomendaba para evitar las tentaciones: caer en ellas.

Como todos los grandes sueños humanos, la hazaña del mayor barco del mundo da pie a muchas metáforas. Añadiré dos datos: el Titanic tardó dos horas y cuarenta minutos en hundirse desde que colisionó con el iceberg. Momentos de perplejidad ante lo imposible, dudas sobre sus repercusiones, confianza en la capacidad de las novedades técnicas introducidas en el barco, más perplejidad, nerviosismo, pánico y, al final, resignación ante lo inevitable. Segundo dato, mucho antes de agotarse ese tiempo, ya fue evidente que no había sitio para todos en los escasos botes salvavidas.

Si consideramos que la crisis de las hipotecas subprime fue el iceberg con el que chocó ese nuevo Titanic llamado capitalismo financiero internacional, el paralelismo es ¿nos hundiremos? ¿En cuánto tiempo? ¿Quiénes se salvarán?

Desde esa clave analítica, las nuevas y espectaculares medidas adoptadas esta semana por las autoridades monetarias de Estados Unidos -tipos de interés cercanos a cero y expansión casi ilimitada de la base monetaria- cabría interpretarla como un intento desesperado de lanzar al agua todo lo que flote para agarrarse a ello por si esto se hunde. O para cuando esto se hunda.

Vengo sosteniendo que, en situaciones de grave crisis económica como la que vivimos, hacer lo de siempre no sirve de mucho. Eso es lo que convierte, ahora, en ineficaz para reactivar la actividad económica el uso de la política monetaria o las rebajas de impuestos.Conseguir que la gente tenga más dinero en sus bolsillos no garantiza que lo gaste, cuando lo que predomina es una fuerte incertidumbre y desconfianza ante el futuro.

Sin embargo, las nuevas medidas americanas, por su intensidad, parecen dirigidas también a desatar una guerra preventiva contra el siguiente, posible y más temible adversario común llamado deflación. Una situación en la que los consumidores aplazan indefinidamente sus decisiones de compra ante las perspectivas de descensos adicionales de precios y, con ello, reducen el consumo, la producción y el empleo en un autoalimentado círculo bajista de la actividad económica.

Por aclararlo más. No se trata de que la tasa de inflación baje (desinflación) sino de que sea negativa, de que los precios evolucionen de manera contraria a como lo hacen en una inflación con una bajada persistente y generalizada en toda la economía, hasta el punto de que deja de ser rentable producir. Y lo peor de todo es que no sabemos cómo salir de una situación como esa que no responde a los incentivos económicos tradicionales por estar más relacionada con procesos institucionales y su capacidad para trasladar confianza a la sociedad. Japón lleva casi 20 años intentándolo, sin éxito.

Pero además de descorchar todas las botellas del cava monetario, las autoridades americanas han aprobado o anunciado proyectos de estímulo presupuestario por un valor equivalente al 8% del PIB. Más de tres veces el importe de las adoptadas en Europa que, a su vez, es más timorata en el uso expansivo de los instrumentos monetarios.

Así pues, ante la misma crisis económica mundial, Estados Unidos y Europa empiezan a marcar distancias en las respuestas adoptadas.Posiblemente, no tanto en su dirección, pero sí en la intensidad de la misma que es la clave hoy para medir la eficiencia de medidas que, tomadas a medias, no sirven para mucho. Esta brecha puede deberse a una diferente percepción sobre la situación. Estados Unidos parece asumir ya que la colisión ha sido de tal tamaño que más vale intentar salvar a los más posibles.

Mientras, Europa parece seguir confiando en que el barco no se hundirá porque ya están trabajando el capitán y los técnicos en arreglar la brecha y porque la nueva tecnología con que fue construido permite cerrar los compartimentos anegados y evitar el contagio. Aunque también puede deberse al diferente grado de maduración institucional interno, que establece procesos de toma de decisiones muy distintos.Construir Europa a partir de los estados nacionales puede ser necesario en situaciones normales.

Pero es limitativo y perjudicial ante situaciones críticas, sean ayer la guerra de los Balcanes u, hoy, la crisis económica. Si a escala internacional es cada vez más denunciable la distancia existente entre la magnitud global de los desafíos y la inadecuación de los mecanismos de gobernanza, a escala europea, ocurre algo similar. Los acuerdos posibles son siempre de mínimos, cuando lo que la situación requiere son acciones de máximos.

En España ya podemos intuir lo que es esa deflación que tanto temen -y con razón- los americanos. Me refiero a la actual situación que vive el sector de la construcción de vivienda después de haber tenido momentos insuperables de esplendor. La convicción generalizada de que al exceso existente de oferta sólo se le puede poner fin mediante un descenso de precios superior al que se está produciendo paraliza las decisiones de compra.

Y bajadas adicionales de precios, con el actual esquema del sector y de sus apoyos bancarios, no son posibles a corto plazo sin provocar una crisis de hipotecas prime, concedidas sobre un valor del activo muy superior al que resultaría de ajustarse hoy los precios a la demanda. Todo ello detiene progresivamente la actividad y el empleo aún más, tras la fuerte caída inicial.

Los efectos sobre la economía mundial de la colisión con el iceberg aún no han acabado. En este momento, todavía desconocemos si aguantarán o no la fuerza del agua determinadas compuertas.

La realidad cambia, se mueve rápido y así deben reaccionar nuestros gobernantes. En la buena dirección pero, también, con la contundencia adecuadas. De momento, los americanos van por delante. En Europa, parece que todavía seguimos escuchando la música de la orquesta.Y suena como un vals en el Titanic. Feliz Navidad.

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Profesor Santiago Niño: 'En 2010 empezará la crisis de verdad y será brutal, terrible'

BARCELONA.- Santiago Niño Becerra, nacido en Barcelona hace 57 años, es un hombre que habla claro. Catedrático de Estructura Económica, es profesor en la Facultad de Economía IQS de la Universitat Ramon Llull. Considera que la situación económica mundial va a ir "tendencialmente a peor" en los próximos tres años y que todas las medidas que se están aplicando no van a servir porque responden a un viejo manual que ha quedado obsoleto. Lo entrevistó "La Vanguardia".

-¿Estamos ya en crisis?
-No, que va. Yo diría que estamos en "precrisis". La crisis empezará a mediados de 2010. Pero es que, además, lo que viene ahora y lo que vendrá no se parece en nada a lo que vivimos en 1993 o en el 2000. Esto es otra película, es una crisis sistémica. De parecerse a alguna cosa, se parecería al "crack del 29".

-¿Por qué es una crisis sistémica?
-Porque la manera como está funcionando el sistema se tiene que cambiar. En 1993 hubo un problema, se inyectó dinero en forma de crédito y se acabó. En 2000, lo mismo. Ahora no. Aplicamos un manual viejo que ya no funciona. Se han agotado las herramientas que se pusieron en marcha como el hiperconsumismo, el hipercrédito o la hiperdeuda y pasamos a otra película…

-¿Cuándo empezó esta "precrisis"?
-En septiembre de 2007 cuando se manifestó el problema de las subprime.

-¿Y hasta cuándo durará?
-Se alargará hasta junio o julio del año 2010. La tendencia dentro de este periodo será a peor. Esto no significa que un día la bolsa suba o que otro baje. En 2010 empezará la crisis de verdad. Caída "a plomo" hasta mediados de 2012. Habrá un hundimiento a nivel económico, y será a nivel mundial.

-¿Qué pasará a partir de 2010?
-Durante el periodo 2010-2012 el nivel de la caída será brutal, terrible. Habrá economías que sufrirán muchísimo, por ejemplo la española, la alemana, la estadounidense o la china. Habrá un periodo de estancamiento hasta 2015 y, a partir de ahí, comenzará un periodo de recuperación muy lento hasta 2018-2020. Estamos hablando de una duración de 10 años, similar a la "Gran Depresión" norteamericana de la década de 1930.

-¿El capitalismo ha llegado a su fin?
-El colapso del sistema capitalista aún no se ha producido. Los sistemas tienen una vida de 250 años. El capitalismo empezó entre 1815 y 1820 y terminará más o menos en 2070. Lo que ahora vivimos es una crisis de ajuste, como ocurrió en 1929. Las características del capitalismo no cambiarán pero el ajuste que se hará será muy importante.

-¿Cuáles son las posibilidades que tenemos para capear el temporal?
-Nada. Esto ha de pasar. Es inevitable.

-¿Pero los ciudadanos no tienen ninguna opción para intentar salir menos afectados?
-Yo siempre recomiendo que si alguien tiene deudas, que no se endeude más. Quien no tenga, que no se endeude y si una persona tiene deudas y dinero ahorrado, que lo dedique a reducir deuda. Otra cosa es que, antes de comprar nada, la gente se pregunte si realmente lo necesita. Que calculen muy bien cuales son las expectativas de sus ingresos y adapten el gasto. Lo que no sea necesario, no es importante.

-¿Habrá muchas empresas que puedan aguantar esta situación?
-No, habrá cierres en cascada. La evolución será cada vez a peor y, a partir de 2010, se acelerará.

-¿La culpa es de los bancos y las inmobiliarias?
-La culpa no es de una persona o de un grupo de personas. Las medidas que se han tomado han llevado al desastre. Pero si estas medidas no se hubieran tomado, no se hubiera crecido como se ha crecido. Y todos hemos estado muy contentos de crecer así.

-¿Habrá bancos que quebrarán?
-Sí, pero aunque un banco haga fallida no pasa nada. El problema es que, dentro de un escenario como el actual, que un banco caiga supone un torpedo a la confianza. El sistema que hemos montado no está atado con cables de titanio, está unido con algo tan intangible como es la confianza que, cuando se rompe, ya no se puede reparar.

-¿Es una buena decisión que los Gobiernos usen dinero público para salvar a las empresas?
-No servirá de nada. Se tiene que hacer porque el modelo dice que es lo que debe hacerse. Esto sirve para tapar un agujero, pero se abrirá otro. Estamos hablando de cifras tan brutales que es imposible tener dinero suficiente para tapar todos los agujeros.

-¿Cómo sabremos que estamos saliendo de la crisis?
-La recuperación se percibirá en el ambiente. El primer síntoma de la recuperación vendrá hacia 2012 porque no iremos a peor. El segundo signo será que algunas personas empezarán a hacer cosas.

-¿El resultado de esta crisis será la aparición de una nueva potencia económica?
-Yo opino que la figura del Estado irá a menos y que las grandes corporaciones tendrán más fuerza. Creo que General Electric es la primera corporación del futuro, es un caso a estudiar. En el futuro habrá más eficiencia, orden, aprovechamiento,…

-¿Grandes corporaciones como las de la película "Rollerball", que planteaba un futuro en el que las grandes corporaciones controlaban el mundo?
-Sí, eso mismo.