jueves, 1 de mayo de 2008

Las razones de Zaplana / Pablo Sebastián


El abandono —definitivo o temporal— de la política de Eduardo Zaplana incluye tres lecturas o posibles motivaciones. La primera de ellas está relacionada con la pérdida de la confianza del líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, quien anunció semanas atrás que se presentaría a su reelección como líder del PP, con su “equipo propio”, distanciándose de los que eran su principales colaboradores, Acebes y Zaplana.

Aunque, en el caso de este último, los motivos de Rajoy eran mayores porque había comprobado, en reiteradas ocasiones, que su portavoz en el Congreso de los Diputados no era leal y atendía a intereses políticos ajenos a los que emanaban de las posiciones y de la dirección del partido. Además aparecía alineado con quienes, desde antes de las elecciones, ya trabajaban para la promoción de Esperanza Aguirre como presidenta del PP, lo que explica los lamentos de la madrileña diciendo que la marcha de Zaplana es “una gran pérdida”. Sobre todo para ella.

En algunas ocasiones, Zaplana actuaba en el Congreso de los Diputados más como el portavoz de otros intereses y activismo político y mediático —de la COPE y El Mundo— que como representante de la dirección y de la política del PP. Se vio con claridad en los debates del 11-M, donde también él tenía intereses que justificar, como portavoz que fue del Gobierno de Aznar y del equipo de crisis en los días de los atentados, donde, mintiendo premeditadamente, pretendieron culpar a ETA de los crímenes para evitar así las consecuencias electorales —que las hubo— de la posible relación del terrorismo islámico con la presencia de España en la guerra de Iraq.

La segunda motivación de su retirada podría estribar, precisamente, en la pérdida de impulso y de posibilidades de victoria de la intentona de Aguirre para hacerse con la presidencia del PP, operación que parece desinflarse por la pésima estrategia y desmedida ambición de la presidenta madrileña. La que se ha ganado la desconfianza y la animadversión de numerosos barones y militantes del partido por el espectáculo montado tras la derrota del PP. Un comportamiento al que no era ajeno el citado Zaplana, así como El Mundo y la COPE, medios con los que este político ha mantenido unas relaciones que van más allá de las propias entre la política y el periodismo.

Finalmente, parecía claro, desde hace tiempo, que la salida de Zaplana de la política hacia el mundo económico y de los negocios era un destino más que previsible, a la vista de las relaciones que mantuvo con ciertos grupos y empresarios —algunos con actividades más que discutibles, como el famoso Paco Hernando, ‘el Pocero de Seseña’, condecorado por Zaplana cuando era ministro de Aznar—, y que, cuando Zaplana era presidente de Valencia —los Pedro Pérez y otras amistades, como Alejandro Agag—, merodearon por el entorno de dicha Comunidad. Como lo hicieron en la Telefónica del tiempo de Juan Villalonga, y recientemente por los alrededores de la Comunidad de Madrid, siempre con una estrecha relación con Pedro J. Ramírez, José Antonio Sánchez y Federico Jiménez Losantos, los que, desde El Mundo, TVE y la COPE, se ocuparon de ensalzar y promocionar a Zaplana, a la vez que menospreciaban o agredían a otros de sus compañeros del PP.

Naturalmente, en el haber del político valenciano —de adopción, nació en Cartagena y se crío políticamente en Benidorm— figura una buena gestión política en la Comunidad Valenciana, donde obtuvo dos grandes victorias electorales, un razonable paso por el Ministerio de Asuntos Sociales y una dura labor de oposición, en línea con la estrategia del enfrentamiento que en el PP promovían Aznar y los sectores más conservadores del partido, con el beneplácito de Acebes y Rajoy, y que ha resultado fracasada en las pasadas elecciones generales. Y, al día de hoy, resulta muy difícil imaginar su regreso a la política salvo que el clan de Aguirre y sus medios decidan alguna aventura disfrazada de “liberal”, o salvo que Aznar reaparezca en el PP para recomponer la crisis galopante que Rajoy lidera en este partido, lo que tampoco sería de extrañar.

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Zaplana, satisfacción general / Germán Yanke

Como Eduardo Zaplana ha aceptado la oferta profesional de Telefónica, renunciando a ese honor del que nos hablaba de ser “diputado raso”, asistimos ahora a la riada de comentarios. Unos, sobre su nuevo sueldo, lo que no es cuestión menor… para el interesado. Otros, sobre si esta decisión, que responde sin duda a los intereses de Zaplana, ayuda a Mariano Rajoy (el propio ex diputado ha dicho que se va para no entorpecer el trabajo del presidente del PP) o supone un varapalo en el sentido de que se acrecienta la sensación de que los “pesos pesados” abandonan el barco.

Más interesante está siendo el debate sobre la responsabilidad y el compromiso con sus electores de quien pide el voto y, cuando no ve cubiertas sus expectativas, deja el escaño sin atender ni sus promesas ni la confianza manifestada en las urnas. Los hay también que aprovechan para elogiar al que se marcha, ya sea porque lo consideran justo o por aquello de que, al enemigo que huye, puente de plata.

El florilegio, de todos modos, tiene su gracia porque, para algunos, el espejismo de “dimitir” de portavoz parlamentario, lo que ya no era, para pasar a “diputado raso”, lo que no ha sido nunca, y terminar abandonando el Congreso a toda prisa, puede querer presentar a Eduardo Zaplana como el crítico con el desastre del PP, lo que en las últimas jornadas se ha acrecentado con otro espejismo barato (intelectual y políticamente) como es el apoyo a Esperanza Aguirre. Piden todos ellos, al parecer, una reflexión sobre las causas de la derrota electoral y una apuesta por la democracia interna. Algo divertido.

Una de las causas fundamentales de la derrota del PP es el papel político y ante la opinión pública de Eduardo Zaplana al frente del grupo parlamentario: no ha dado con el tono (que le parecía, al tan liberal diputado, gritar más y más inconsistentemente) ni con el fondo, enmarañándose en el tópico y, sobre todo, en la conspiración del 11-M que ha pretendido poner patas arriba el sentido común y las instituciones del Estado de Derecho. Además, fue incapaz de organizar adecuadamente y coordinar el trabajo del grupo parlamentario, que estaba ya hasta las narices de su gestión.

Otra de las causas del fracaso electoral de la derecha ha sido el secuestro de la voz del PP por grupos mediáticos y comentaristas, asociaciones estrafalarias y personajes arbitrarios, todos ellos apoyados, ayudados y en ocasiones financiados por el ex portavoz.

Sobre la democracia interna, el asunto deviene esperpéntico y risible porque los que se quejan, alentados por Zaplana hasta ayer, tienen, en esa caso, una absurda representatividad, ya que no han aparecido en el paisaje del PP, ellos precisamente, por un sistema distinto del que critica. Al ex diputado, por ejemplo, no le quiso el PP en Valencia y Mariano Rajoy lo rescató para el puesto cuatro de su lista por Madrid.

Así que no hay motivos sino para celebrar lo ocurrido. Desde el punto de vista del interesado, un trabajo interesante en una gran compañía. Desde el del PP, se deshacen de quien ha encarnado buena parte de las causas por las que han perdido las elecciones. Felicidades.