martes, 29 de mayo de 2018

'Inditex' y 'El Corte Inglés' adelantan las rebajas por la amenaza del e-commerce

MADRID.- Las esperadas rebajas de verano adelantan su inicio. Por lo menos en las dos compañías que marcan el calendario en este período, Inditex y El Corte Inglés. La época de descuentos arrancará en las dos principales firmas el próximo 29 de junio, antes del tradicional 1 de julio.

Fuentes cercanas a Inditex confirman que la propia compañía ya ha anunciado esta fecha de manera interna. Por lo tanto, los clientes de Zara, Stradivarius, Bershka, Massimo Dutti, Oysho, Uterqüe, Lefties o Pull & Bear podrán disfrutar de las rebajas de sus marcas desde el viernes 29 de junio por la mañana en la tienda física y en la madrugada del jueves al viernes en su portal online.
Una fecha que todavía prefiere no hacerse oficial. Un portavoz de la compañía ha asegurado a Vozpópuli que todavía “es pronto” para confirmar la fecha exacta del comienzo de las rebajas. No obstante, el representante de Inditex ha reconocido que este cambio tendría sentido, ya que “sería ajustar el arranque de esa temporada de rebajas al fin de semana anterior al 1 de julio”, valora.
Para El Corte Inglés este período también encaja. “Es razonable este movimiento, pero todavía es demasiado pronto para anunciar cualquier cambio de fechas en las rebajas”, afirman desde la compañía. Una coincidencia de fechas de las rebajas que siempre se ha producido entre la firma que preside Dimas Gimeno y la que dirige Pablo Isla.

Amenaza del e-commerce

El baile de fechas de las rebajas no sólo responde al ajuste de calendario. El e-commerce también golpea en este terreno. Un efecto que se notó en las rebajas de enero de este año. Inditex y El Corte Inglés adelantaron sus fechas de inicio al 6 de enero en sus plataformas online. Un fenómeno que muchos expertos del sector insisten que cambiará el formato tradicional de las rebajas.
Un hecho que también se aprecia en días como el Black Friday o el Cyber Monday que están robando protagonismo entre los consumidores. Una aceptación de la compra online que pone en riesgo las tradicionales fechas y amenaza con terminar con las famosas aglomeraciones de clientes en el inicio del período de rebajas.

Segundo año “excepcional”

El 1 julio no fue respetado por primera vez en 2017. Los dos gigantes del textil adelantaron al 30 de junio el inicio sus rebajas el pasado año. El Corte Inglés anunciaba este novedoso movimiento como un cambio de “carácter excepcional”.
Una excepcionalidad que iba vinculada a que el 1 de julio, fecha oficial y tradicional del inicio del periodo de las rebajas, el pasado año fue sábado y coincidía con el inicio de las vacaciones para muchos españoles. En este 2018, esta fecha corresponde al domingo y encajaría en los planes de ambas empresas.
Su cambio de fechas también tendrá un efecto dominó. Los principales competidores de El Corte Inglés e Inditex vigilan los cambios de inicio de las rebajas para poder responder con apuestas más ambiciosas a este envite.
El pasado verano firmas como Cortefiel, Bimba y Lola, Women's Secret, Springfield o H&M, colgaron descuentos que rondan del 50% al 60% una semana antes que los dos gigantes textiles. Una modificación que es posible gracias a la liberalización de las rebajas que se aprobó en julio de 2012 y que altera el tradicional período de descuentos.

El presidente de El Corte Inglés denuncia irregularidades en el grupo y amenaza con rechazar las cuentas

MADRID.- El presidente de El Corte Inglés, Dimas Gimeno, está dispuesto a plantear batalla hasta sus últimas consecuencias en el conflicto abierto con sus primas, Marta y Cristina Álvarez. Según han confirmado fuentes próximas al directivo, llegará a la reunión del consejo de administración del grupo el próximo miércoles bajo la amenaza de no firmar las cuentas anuales del último ejercicio, cerrado el pasado 28 de febrero, si no se atienden una suma de reivindicaciones.

El único punto del orden del día de este consejo es, en principio, la ratificación de las cuentas y no está previsto así que se debata su cese, algo que ocurrirá previsiblemente en otra reunión extraordinaria en las primeras semanas de junio, algo que Gimeno está tratando de evitar. 
Cuatro consejeros -Florencio Lasaga, Carlos Martínez Echavarría, Víctor del Pozo y Jesús Nuño de la Rosa- le exigieron el pasado 4 de mayo la convocatoria de este consejo extraordinario, para lo que tiene un mes de plazo. Pero puesto que se ha negado, a partir de esa fecha podría convocarse la reunión por los consejeros que lo han solicitado.
El presidente llegará, sin embargo, con una lista de peticiones al máximo órgano ejecutivo. En primer lugar, exigirá saber los detalles de la auditoría encargada a EY sobre el área de seguridad, después de haber denunciado que su anterior responsable, Juan Carlos Fernández Cernuda, habría estado contratando a empresas bajo el control de su familia.
Gimeno acusará directamente a un consejero histórico del grupo, Florencio Lasaga, de haber permitido y encubierto estas irregularidades y demandará además que se investiguen otras divisiones, fundamentalmente la filial Viajes El Corte Inglés, que estaba bajo la dirección de Jesús Nuño de la Rosa, desde el pasado mes de octubre nuevo consejero delegado junto a Victor del Pozo. 
Además, y según siempre las fuentes consultadas, exigirá un calendario para poner en marcha la salida a bolsa de la compañía, tal y como adelantó elEconomista el pasado 11 de mayo.
El hasta ahora presidente quiere forzar además la renovación del consejo de administración, planteando que tanto Lasaga como Carlos Martínez Echevarría abandonen sus puestos como consejeros y sean sustituidos como independientes, todo en el marco de un proceso de profesionalización del grupo, que exigiría también la puesta en marcha de un nuevo plan estratégico.
Si no se atienden sus peticiones, además de amenazar con no firmar las cuentas, está dispuesto a judicializar todo el proceso, especialmente tras las demandas presentadas por su madre, y su tío, María Antonia y César Álvarez respectivamente, contra sus primas Marta y Cristina, las hijas de Isidoro Álvarez. Lo que no entienden los demás accionistas es porque Gimeno no ha acometido todos estos cambios que reclama ahora cuando era presidente ejecutivo, teniendo en cuenta que mantuvo el cargo hasta el pasado mes de octubre.
El problema de Gimeno es que se encuentra en minoría tanto en el capital como en el consejo y su salida parece así ya inminente, aunque él sigue luchando por lograr el apoyo de Al Thani y de Corporación Ceslar.

Eduardo Zaplana, el escapista que despegó en Benidorm

BENIDORM.- Un año en política es toda una vida. Lo decía siempre Vicente Pérez Devesa y la historia (local, regional y hasta nacional) se empecina siempre en darle la razón. Los tres años que estuvo Eduardo Zaplana al frente de la Alcaldía de Benidorm dieron para mucho, como para tres vidas, porque fueron el principio del imperio popular, relata El Mundo.

No fueron tres años especialmente fructíferos a nivel de desarrollo urbanístico, los grandes planes parciales llegarían después, pero sí fueron claves en la carrera política del cartagenero «yerno de Barceló» que era además un señor joven, alto, educado, astuto y bien plantao, que a muchos les recordaba a Suárez y que parecía venir con ganas de comerse el mundo. 
Y se lo comió. Y de lo que le sobró comieron muchos que luego llegaron tras él, siguieron su estela y se arrogaron su herencia hasta que ésta dejó de ser rentable.
Le dio a la ciudad brillo, glamour, espectáculos multimedia en la playa, desempolvó el Festival de la Canción. Pan y circo mientras se abonaba el terreno para dar el salto al estrellato y salir del poble que se le quedaba pequeño. 
Pero como dice el refrán que «es de bien nacido ser agradecido» cuando conquistó el podio político jamás se olvidó de su querida Benidorm y le puso un parque temático con el que quería hacerle sombra al mismísimo Eurodisney. Y el parque atrajo inversiones y llegó el boom urbanístico, y Benidorm creció, y comenzaron los grandes planes parciales, las obras faraónicas y Zaplana alcanzó el Olimpo.
De la caída de los dioses y de cómo acaba la historia ya han podido leer estos días en este diario y en muchos otros medios. Pero en medio pasaron muchas cosas. Y aún hoy con Zaplana durmiendo en Picassent y con el Erial sobre la mesa, quienes le conocen bien insisten en que nunca se le podrá negar el mérito de ser «el gran transformador de la Comunidad Valenciana».

Todo empezó con un café

El joven Zaplana se sienta en la mesa con Vicente Pérez Devesa con un objetivo claro: coser el centro derecha benidormí. Pero acabar con la guerra entre familias irreconciliables que lideraban su suegro Miguel Barceló y el propio Pérez Devesa no es tarea fácil, muchas veces se intentó y se fracasó.
Zaplana removía su taza: «Vamos a ver Vicente....», «Eduardo, con Barceló no se puede hablar», «Vicente, si no estamos unidos los socialistas ganarán siempre», «Con Miguel, no», «No estás hablando con Miguel, estás hablando conmigo»... La conversación no sería exactamente así pero quienes la conocen indican que debió ser muy parecida. El caso es que lo consiguió y la de Zaplana fue la mano mediadora al que terminaron siguiendo todas las facciones como al flautista de Hammelin
El centro derecha no solo se unió sino que hizo del «todos a una» y el «prietas las filas» todo un arte que la izquierda benidormí mira con cierta envidia.
En Benidorm, menos esta última legislatura, todos los cambios de color político se habían hecho siempre a golpe de «-azo» primero el marujazo y luego el bañulazo. Los populares ganaron el gobierno de la ciudad como lo perdieron después: con un tránsfuga. Solo que la ex socialista Maruja Sánchez supo rentabilizar mucho mejor y durante más tiempo su manotazo que José Bañuls.
La operación fue un éxito, fue avalada por el mismísimo Rajoy entonces secretario de organización y en 1991 Eduardo Zaplana fue alcalde. Comenzaría una época de encadenar victorias una tras otra mientras los socialistas veían pasar las citas electorales como una vaca mira el tren.
De aquella época como alcalde es el plan de acción para lavarle la cara al casco antiguo, también la supresión del recibo de la basura a los pensionistas o el inicio de las obras de la nueva Biblioteca Municipal. 
«Heredó unas arcas municipales en una situación dramática» aseguran sus partidarios que recuerdan que «había que inventarse cosas» para relanzar la imagen turística. Y uno de aquellos inventos fue un espectáculo multimedia en la playa de Levante que despertó mucha expectación y que después como llegó se fue. La oposición lo consideraba un despilfarro pero Zaplana era un mago del artificio, de vender imagen, de sacar conejos de la chistera y arrancar el aplauso del respetable cegado por el brillo de las lentejuelas. 
Suyo es el mérito también de haber rescatado del baúl de los recuerdos el Festival de la Canción que aguantó casi quince años más resucitado hasta que Manuel Pérez Fenoll lo dejó morir en paz.
También de su mandato son los Mapas Verdes y Mapas Sonoros de la ciudad que se encargaron y pagaron a una empresa externa vinculada a un ex militante del PP y de los que nunca más se supo y la oposición jamás llegó a ver una copia.
De aquella época también es el Caso Naseiro en cuyas grabaciones también quedó retratado pero de aquello salió indemne, como de todos y cada uno de los muchos casos de corrupción que han salpicado al Partido Popular, hasta ahora.
Tres años para preparar su salto al Palau de la Generalitat, arrebatársela a Lerma y, de paso, quitarse de encima a los blaveros. Desde Alicante fue haciendo grande su ejercito y se alió con Castellón para sitiar Valencia y hacer saltar al PSOE por los aires. 
Cuando consiguió ser Molt Honorable se sintió como pez en el agua. Creó la Academia Valenciana de la Lengua y en los institutos se estudiaban los països catalans como concepto cultural. Y no pasaba nada. 
La valenciana fue la primera comunidad en tener una Ley de Parejas de Hecho, puso playas accesibles, acordó trasvases como Júcar-Vinalopó o Tajo-Segura y se fue a negociar con Bono para hacer posible la autovía Alicante-Madrid y también Valencia- Madrid.
Pero a Zaplana lo que de verdad le lucía era el urbanismo. Las grandes obras. Lo quería todo a lo grande. Acuñó una forma de hacer política que dejo marcada, para bien y para mal, la ciudad y la Comunidad Valenciana. Sirvió para «poner Valencia en el mapa» para unos y para «dejar la Comunitat hecha un solar» para otros.
Para Benidorm, su ojito derecho, lo que hiciera falta. Las subvenciones comenzaron a llegar como no si no hubiera un mañana. Construyó una depuradora, una potabilizadora, los centros de Salud de Foietes y La Cala, los institutos Bernat de Sarriá y Beatriu Fajardo, la sede de la Uned, los colegios Serra Gelada, Els Tolls y Puig Campana, una planta de residuos, la carretera Benidorm-Guadalest y la Vía Parque, futura zona de ensanche de la ciudad rodeada de grandes planes parciales.
 Y su apuesta personal, la joya de la corona: Terra Mítica. Un gran parque temático que pudo construirse porque un incendio -cuyas causas siempre han sido un misterio-, arrasó Sierra Cortina y acabó con todo valor ecológico esos terrenos y el Ayuntamiento aprovechó para recalificarlos.
Y al calor del parque temático llegaron los campos de golf, más parques temáticos, más hoteles y un frenesí urbanístico que tenía contagiado a su sucesor en el Ayuntamiento, Vicente Pérez Devesa, y que lo hizo empezar a diseñar planes parciales con rascacielos y lagos artificiales como Armanello, o desarrollar allí donde quedara un metro libre como el PAU del Murtal o el PP 6.1Xixo. Y un tal Enrique Ortiz empezaba a pasearse por la ciudad. 
A velocidad de vértigo la ciudad entró en una borrachera de ingresos urbanísticos, préstamos bancarios para más proyectos faraónicos y todo se le quedaba pequeño. Todo tenía que ser más grande para estar a la altura. Ayuntamiento nuevo, Palau d'Esports, remodelación del puerto... 
 Las dos primeros no contaron con subvención autonómica pero estaban impregnados de esa forma de hacer política a lo grande que ya era marca de la casa en la Comunidad Valenciana. Y como buena sucursal del ejemplo autonómico, los sobrecostes fueron también millonarios.
Benidorm crecía y, a pesar de encontrarse en una de las mayores épocas de bonanza económica de la historia reciente de este país, su deuda también. Si entraba dinero por tasas urbanísticas, no era suficiente, se necesitaba más. Concejales del gobierno de Pérez Devesa no dejaban de repetir que «es un buen momento para endeudarse» al tiempo que firmaban un nuevo préstamo bancario e hipotecaban la ciudad.
Como ejemplo, si hasta 1996 las previsiones de ingresos por tasas urbanísticas se situaban en torno a los 600.000 euros anuales, en 1998 el Ayuntamiento llegó a ingresar seis millones de euros, diez veces más, por licencias de obras pero pedía préstamos por valor ocho millones y medio.

El brillo se apaga

Pero Zaplana fue reclamado en Madrid y a Benidorm no le dio tiempo a cambiarse la chaqueta. Con Camps las subvenciones siguieron llegando pero no al mismo ritmo, ni mucho menos. Hubo remodelación del Paseo de Poniente y Parque de Poniente y Centro Cultural pero de los dos últimos uno ha sido finalizado esta legislatura y otro aún tiene pinta de esqueleto de hormigón. Los planes parciales iniciados en pleno boom del ladrillo estaban paralizados por distintos procesos judiciales y la deuda municipal por las nubes.
Benidorm perdió peso en la política autonómica y nacional y dejó de ser esa especie de academia de políticos con pedigrí que suministraba cargos a todas las administraciones. El centro derecha local se rompió por una costura zaplanista que se descosió después de un cambio de chaqueta. Hasta los socialistas volvieron a ganar unas elecciones.
Y llegaron los Gürtel, Brugal, Taula, Copa Davis, etc. Pero se saltaron a Zaplana que siempre salía indemne mientras se sonreía viendo a sus sucesores y enemigos políticos pasar por los banquillos.
Muchas sospechas que se quedaron en eso, sólo sospechas. «Era la crónica de una detención anunciada» decían desde Esquerra Unida. Pero lo cierto es que en Benidorm la detención de Zaplana ha sorprendido y mucho. Pero no porque los delitos que se le imputan no puedan estar fundamentados, sino porque «lo han pillado». 
No sorprende los supuestos hechos sino que hayan podido atrapar al mago del escapismo político.
Mientras, en Picassent, Zaplana busca en su manga por si encuentra un último as.

Zaplana deja el consejo de 'Logista' mientras la UCO investiga un posible chivatazo

VALENCIA.- Las empresas para las que trabajaba el exministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, van soltando lastre del ahora preso preventivo. Tras al suspensión de empleo y sueldo por parte de Telefónica, este martes fue la compañía de distribución Logista la que anunció la salida del que fue presidente de la Generalitat valenciana de su consejo de administración. Lo hizo a través de un hecho relevante comunicado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores en el que calificó de "dimisión" la renuncia de Zaplana "como consecuencia de su actual situación procesal penal".

Zaplana era vocal independiente del consejo de administración desde 2012 de la filial cotizada de la antigua Tabacalera, donde percibía una retribución de 60.000 euros más dietas al año. El pasado ejercicio la remuneración total fue algo inferior a los 100.000 euros.
La "dimisión" se hace efectiva el día que se reúne el consejo de administración de Logista, justo una semana después de la detención del expolítico el pasado 22 de mayo. 
Tras dos días de registros, compareció ante la Guardia Civil y la jueza instructora de Valencia, Isabel Rodríguez, y fue enviado a prisión por riesgo de fuga y destrucción de pruebas, una decisión que ha recurrido su defensa por razones de salud.
En paralelo a la investigación sobre las presuntas operaciones de blanqueo de comisiones de Zaplana, personas de su confianza y la familia Cotino, la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha abierto diligencias para indagar sobre un posible chivatazo de la operación que llevaban en marcha. 
El pasado 16 de mayo, seis días antes de que los agentes accediesen a un centro logístico y almacenaje de la Generalitat en la localidad valenciana de Riba-roja, un alto funcionario de la Conselleria de Economía, Alfonso Roselló, accedió al recinto durante algo menos de media hora. Según atestados de la UCO publicados por El Mundo, Roselló pudo consultar y manipular expedientes relativos al proceso de adjudicación del Plan Eólico Valenciano, los mismos papeles que los investigadores requisaron el 23 de mayo, el segundo día de la operación Erial.
Roselló no es un desconocido en las filas del PP valenciano. Marido de Auxiliadora Hernández, ex alto cargo con los populares y hermana de Maritina Hernández, exconsejera de Agricultura. Actualmente, el funcionario ejerce de responsable de Recursos Humanos del Intituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE), empresa pública que integró a la Agencia Valenciana de la Energía, organismo del que que dependió la tramitación del Plan Eólico y en el que trabajaba Roselló.
Aunque, el alto funcionario ha negado haber manipulado expedientes y ha atribuido su presencia previa en el almacén a una casualidad, pero su presencia en un lugar al que normalmente solamente acuden los ordenanzas cuando se solicita algún documento desde alguno de los departamentos de la Adminsitración valenciana ha despertado las sospechas de la existencia de un 'chivatazo' y de si los implicados en la trama de blanqueo y comisiones podrían haber estado alertados de lo que iba a ocurrir.
No en balde, en ámbitos de la Ciudad de la Justicia se venía especulando desde hacía algunas semanas sobre una posible operación policial que iba a implicar a un personaje muy mediático.

Los investigadores sitúan al sucesor de Zaplana en la Generalitat valenciana en el ‘caso Erial’

VALENCIA.- Los investigadores de la Operación Erial sitúan al sucesor de Eduardo Zaplana en la presidencia de la Generalitat valenciana, José Luis Olivas, en la misma “red criminal” que al exministro del PP y creen que también cobró comisiones por la adjudicación a Sedesa, empresa de la familia Cotino, de tres zonas de explotación del Plan Eólico Valenciano, según han asegurado fuentes del caso a El País. Las mismas fuentes adelantan que Olivas será citado a declarar como investigado. Su abogado ha declinado hacer declaraciones.

En 2017, Olivas ya fue condenado a un año y medio de cárcel por el misterioso pago de 580.000 euros que en 2008 le hizo Sedesa, dirigida entonces por Vicente Cotino, detenido la semana pasada en la Operación Erial.
La Fiscalía y la Abogacía del Estado, que representaba a Hacienda, mantuvieron en aquel juicio que aquella entrega de dinero, que Olivas intentó justificar con una labor de asesoría en la venta de la participación de Sedesa en la sociedad Proyectos Eólicos Valencianos, escondía la contraprestación por un “favor inconfesable”. Las acusaciones lograron las condenas de Olivas y Cotino por falsedad documental y fraude fiscal, pero no lograron ir más allá.
Las pesquisas del caso Erial, desarrolladas desde 2015 por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y la Fiscalía Anticorrupción, bajo la dirección de la juez de Valencia, Isabel Rodríguez, que el martes pasado condujeron al arresto de Zaplana y otras seis personas, han cambiado la perspectiva. 
El pago de 580.000 euros es visto ahora como la concreción de una mordida del Plan Eólico Valenciano, el programa de la Generalitat para instalar parques de aerogeneradores a lo largo de la Comunidad Valenciana. Las 15 zonas de explotación fueron repartidas en 2002 entre las propuestas presentadas por Unión Temporales de Empresas. Sedesa se benefició de tres de las 15 adjudicaciones.
Los investigadores creen que Olivas cobró la mordida cinco años después de abandonar el Gobierno valenciano, cuando la empresa de la familia Cotino obtuvo una plusvalía de cerca de 40 millones al traspasar a Endesa su participación del 25% en la sociedad Proyectos Eólicos Valencianos. Una práctica, la del pago de comisiones a plazo, que también se habría producido en el caso de Zaplana.

Zaplana, el príncipe descubierto / Julián Quirós *

Cuando leí la penetrante biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte ya había tenido dos largos encuentros con Zaplana, un Zaplana ya (supuestamente) retirado de la política que volvía a pasear por la calle Caballeros gracias a la caída a los infiernos de Paco Camps y el posterior indulto de Alberto Fabra. Había en el libro un juramento belmontiano a modo de destello, propio de un torerillo desesperado y muerto de hambre; una declaración de principios predestinada a que un muchacho de Cartagena la hiciera suya muchas décadas después: «me haré torero en Valencia o me matará un toro». 

Ambos se arrojaron al coso con el coraje de la juventud y aquí triunfaron como primeras figuras. Valencia los hizo toreros. Y se acabaron los parecidos. Punto. A Belmonte, la fama y el dinero le dieron posibilidad de vivir como lo que era, un individuo sensitivo, raro, de profunda espiritualidad, icono de la intelectualidad. Puro misterio. 

Eduardo Zaplana en cambio era un libro abierto y estas aspiraciones debían producirle hilaridad o indiferencia; sus ansias fueron entonces profundamente terrenales, tangibles y concretas. Esto es de dominio público. Si algo define al expresidente de la Generalitat es su constante voluntad de poder, de llegar y permanecer; una ambición notable sujeta a un estricto autocontrol. 

En realidad, son condiciones muy aptas para ejercer la política. Sabe calibrar las oportunidades y los límites propios y calcular las debilidades y deseos ajenos; por eso usaba teclas diferentes según las pulsiones de cada interlocutor. A gente distinta, táctica distinta.

Zaplana tuvo su oportunidad en Benidorm y la aprovechó como catapulta, tomó la alternativa en Valencia con éxito pero no se conformó con ser una estrella. Quiso ser un príncipe, amado y temido, sobre todo temido, el príncipe de su propia república aprovechando el presupuesto desmedido que en aquellos años malgastaban los jerarcas autonómicos. 

Podría haberse eternizado en el cargo de presidente de la Generalitat, pero esa voluntad suya de avanzar, de ascender por la escalera social, lo empujó a renunciar al terreno conquistado para instalarse en Madrid, la capital del poder. Seguramente buscaba la presidencia del gobierno, pero pronto se dio cuenta de que le era inaccesible («yo llegué tarde a la sucesión de Aznar; sabía que no tenía opciones, eso estaba entre Rato y Rajoy»). 

Tampoco le importó, Madrid es muy grande, bastaba con formar parte de la mesa camilla donde se tomaban las decisiones y anclarse a ella. Cambió de registro, comprendió que moverse en Madrid con las ínfulas que usó en Valencia lo hubiera hecho parecer un patán con pretensiones. Refinó su estilo político de una manera extraordinaria y encontró su sitio en los despachos y salones de la corte. 

Madrid también es la capital del dolor o rompeolas machadiano donde casi todos fracasan. Pero él logró anclarse a la mesa del poder hasta este mismo martes, cuando fue detenido en su vivienda de Pascual y Genís. El príncipe ha quedado al descubierto y nada volverá a ser igual, aunque escape del trance judicial. Apostaría a que Zaplana lleva tiempo psicológicamente preparado para esta eventualidad, o no sería Zaplana. 

El mediodía del jueves estuvo declarando en la Ciudad de la Justicia, pero en su agenda figuraba un almuerzo con Las Provincias. Hacía año y medio que no hablábamos a fondo. Desde que aparecieron sus grabaciones con Ignacio González en el caso Lezo había desaparecido, ni siquiera llamaba para protestar o matizar las alusiones que le afectaban. 

Todo aquello tenía algo muy intrigante: ¿cómo una persona que ha superado los sesenta años y ha pasado por experiencias vitales traumáticas como perder un hijo o someterse a un trasplante de médula, una persona enferma que ha logrado sortear las sospechas de corrupción mientras todos sus sucesores quedaban cautivos de la telaraña judicial, cómo esa persona seguía especulando sobre poner o quitar jueces y fiscales o presionar a la ministra de Defensa? 

Pese a disfrutar de un estatus fabuloso como directivo de la primera compañía del país. La mayoría de la gente en su situación habría echado el freno, se habría retirado, pero eso demuestra que Zaplana está hecho de otra pasta y le domina una voluntad indesmayable. Lo fue todo en el PP, pero fue mucho más. Ha mantenido su acceso privilegiado a todos los estamentos. Puestazo en Telefónica, presidencia del principal foro de opinión del país (Club Siglo XXI), contactos con las grandes empresas, interlocución con el establishment catalán, componedor de fichajes diversos, fuente de los periodistas nacionales más influyentes, estrechos vínculos con Rubalcaba (al que le hizo un favor personal de los que no se olvidan), Blanco, Javier de Paz o José Bono (al que curiosamente ningún fiscal ha tenido la curiosidad de investigar), reclutador de cuadros para Albert Rivera y susurrador de consejos y experiencias a los inquilinos palaciegos de turno. 

Por supuesto el Zaplana previo, el más conocido en Valencia, cuando ostentaba la condición de Molt Honorable y todos sus resortes, no era tan fácil de sobrellevar. No debió ser cómodo hacer periodismo en Valencia durante su mandato. Hace una década, la primera vez que asistí al acto oficial del 9 de Octubre, lo tuve claro con una escena que dejaba boquiabierto al neófito. 

Al entrar Paco Camps en el salón de autoridades, todo el público se puso en pie y empezó a aplaudirlo con fervor, simplemente por hacer acto de presencia, en un gesto de adhesión y servilismo a un cargo público que no disfrutaban ni los reyes de España. El presidente de la Generalitat homenajeado por encima del Día de la Comunitat, de los premiados, entrando en escena bajo una especie de palio metafórico. Aquella costumbre medievalista, que afortunadamente acabó con el pobre Fabra, venía heredada de Zaplana y retrataba una época y unos modos jerárquicos peligrosos. 

La famosa sociedad civil apenas fue nada con el zaplanismo, que lo acaparó todo bajo su férreo control. Empresas, personalidades, patronales, colectivos, medios de comunicación. Todo. La propiedad de este periódico tuvo que dar un golpe de timón en la dirección para liberarse de las maniobras de uno de los principales colaboradores del President. Los tentáculos del poder no dejaban nada suelto. Hasta llegar a fabricar nuevos operadores en todos los ámbitos con el dinero de los presupuestos; Valencia fue tierra de promisión para muchos agentes llegados de todas partes. También esto lo sabe todo el mundo. La leyenda quizá sea exagerada, pero hay preguntas que retratan las reglas de juego: «¿qué puedo hacer por ti?»... «¿qué necesitas?»

En definitiva, el Zaplana de su época valenciana mandó mucho e intensamente. Y también dio frutos indudables, aunque ahora pretendan ocultarse. Sacó esta tierra del ostracismo, de la tristeza, de los complejos. Inventó un relato ganador que supuso un impulso considerable a la autoestima y el bienestar colectivo. Zaplana fundó la Valencia moderna, admirada en toda España, y sus sucesores mantuvieron ese relato tal cual, estirándolo más allá de lo razonable hasta que se fracturó de golpe con la crisis de 2007. 

El PP no tuvo más modelo que el que Zaplana puso en marcha y tanta ventaja electoral le otorgó durante veinte años. Si aquel proyecto llevó aparejado corrupciones, sobornos y fuga de capitales es algo que siempre estuvo presente en el imaginario colectivo, pero nunca hubo pruebas ni denuncias. Sólo ahora la policía, los fiscales y los jueces se han puesto a investigarlo. Sorprende que todo ese tinglado haya podido permanecer tanto tiempo oculto, hasta que casualmente aparecen cuatro folios manuscritos en el falso techo de una vivienda. Si te lo ponen en una película, no te lo crees.


(*) Periodista y director de Las Provincias



Eduardo Zaplana / Francisco Pérez Puche *

Sin duda hay un gen, una neurona, un anticuerpo de yo-qué-sé, que actúa como barrera protectora. La acción judicial contra Zaplana me pilla en Sevilla, cuando estoy comprobando que el Ayuntamiento del Guadalquivir sigue usando el sistema ancestral de postes clavados en el pavimento para sustentar los enormes toldos de la procesión del Corpus. 

'Els homenots de la vergonya' no han muerto en la ciudad hermana del sur, que se aferra a las tradiciones sin complejos. Han sido días de disfrute de apacibles paseos turísticos, de redescubrir Triana y Santa Cruz sin las viejas prisas, en los que no he conseguido alcanzar ni el menor asomo de rencor. ¿Me habré quedado ya tonto para siempre?

Empujado por la competencia entre ciudades, el periódico me pidió un serial de reportajes en la Sevilla que en los setenta empezaba a hablar del Metro. Pero ahora es fácil comprobar que a Sevilla le basta con ser ella misma para tener todo el encanto del pasado convertido en recursos del presente. El éxito no está en que las tortitas de camarones tengan muchos camarones, sino en la gracia amistosa con que el camarero explica las malas prácticas de la competencia.

En tres días, Eduardo Zaplana ha pasado de la gloria a la prisión provisional y yo, en Sevilla, solo consigo un sentimiento de melancólico abatimiento por Valencia, por la reputación de una tierra que uno no quisiera ver manchada -¡en Sevilla además!- por comentarios del estilo «Joder, estos valencianos...». No se producen, por fortuna: cada cual lleva su mochila e intenta poner la mejor cara al viento.

Ante el 92, Sevilla fue uno de los motores de la ambición valenciana. Queríamos el AVE, queríamos eventos, autopistas, cartujas, santajustas y miradas comprensivas del Gobierno. No era envidia, sino hambre de infraestructuras y sed de justicia. Y llegó un político nuevo que nos hizo creer que no había que esperar mucho de Madrid, sino arremangarse y conseguir cuanto anhelásemos: Zaplana trasformó la melancolía de Cenicienta en una autoestima que llevábamos esperando casi un siglo.

Julián Quirós, el domingo, hizo el trabajo impecable de describir lo que los valencianos vivimos a caballo entre dos siglos: Zaplana sabía aplicar a cada cual su medicina adecuada a cambio -eso no se duda- de una lealtad que tenía que atravesar las fronteras de la sumisión. Un día, para fastidiarle, le regalé las poesías de nuestro fundador, Teodoro Llorente; y para pasmo de mi impericia, escuché, en dos minutos, el mejor dibujo posible sobre los problemas clásicos del conservadurismo valenciano. 

¿Insaciable? Como es natural. Con Rita Barberá, Valencia cambió de arriba abajo aunque ya no supo detenerse ante el borde del abismo de la crisis. En aquellos años, por cambiar, hasta cambiaron, dos veces, todos los directores de todos los medios informativos de la región. 

Pero ocurre que, tantos años después, no me encuentro el rencor en ningún bolsillo. Cosas de la edad...


(*) Periodista