domingo, 20 de abril de 2008

El 70% de las empleadas del hogar trabajan en la economía sumergida y la mayoría son inmigrantes

MADRID.- Más del 70% de las empleadas del hogar trabajan en la economía sumergida y la mayor parte de ellas son extranjeras, según un informe presentado hoy por Cáritas y la Plataforma Estatal de Asociaciones de Trabajadoras del Hogar, en el marco de unas jornadas sobre este sector que se han celebrado en Madrid.

Esta estimación se extrae a partir del cruce de datos de la última Encuesta de Población Activa, según la cual 700.000 hogares españoles tienen una empleada de servicio doméstico, y las altas en la Seguridad Social, dónde (a fecha de abril de 2008) sólo figuran 270.000 personas afiliadas en este concepto.

Por otro lado, según expuso la coordinadora del Área de Recursos e Itinerarios de Cáritas Española, Ana Abril, el sector del empleo doméstico está "completamente feminizado", pues constituye el tercer grupo de actividad para las mujeres, con una presencia del 91%. Además, del grueso de empleadas, el 67,9% son extranjeras, procedentes en su mayoría de Ecuador, Colombia y Rumania.

En cuanto al perfil de las trabajadoras del hogar, Abril concretó que son dos muy diferenciados: el de "la inmigrante profesional o líder en su país de origen, cuya primera vía de integración" en España "es el empleo doméstico", y el de la "trabajadora autóctona con cuyo sueldo sustenta un hogar en economía precaria".

Ambas "están aportando valores intangibles imprescindibles para construir la sociedad" como la compañía, el cariño, la cercanía o el cuidado de los hijos lo que, a su juicio, contrasta con "el escaso reconocimiento" que tiene el colectivo tanto a nivel legal como social.

En este sentido, la presidenta de la Plataforma Estatal de Asociaciones de Trabajadoras del Hogar, Luz Quintana, denunció las condiciones de "explotación" en que muchas veces se encuentran estas personas, que llegan a estar internas en un domicilio ofreciendo disponibilidad las 24 horas a cambio de un salario que no llega a los 300 euros mensuales, ya que tanto el Régimen de Seguridad Social que establece sus condiciones de empleo como el Real Decreto de 1985 que lo regula, no protegen al colectivo.

"El nivel de prestaciones está muy por debajo del de otros sectores. El Real Decreto es una ley que permite el contrato verbal, con las dificultades que conlleva; permite que las jornadas se alarguen sin límite horario; permite que hasta un 45% del salario se esté pagando en especies y reconoce el despido libre por desistimiento", denunció Quintana.

En cuanto al régimen de Seguridad Social, el colectivo denuncia que las trabajadoras tienen que darse de alta y cotizar toda la cuota, que es única y fija independientemente de las horas trabajadas; penaliza el pluriempleo; no reconoce derecho a subsidio por desempleo y en caso de baja laboral, no se da prestación económica hasta pasados 29 días.

Es por ello que la organización ha presentado una campaña de sensibilización para informar a los trabajadores del hogar sobre la existencia de negociaciones entre Gobierno, sindicatos y patronal con propuestas de cambios en el régimen laboral y de Seguridad Social que afectan al sector y exponer las principales reivindicaciones, entre las que se encuentra la obligatoriedad de un contrato por escrito, descanso entre jornadas de 10 horas para internas y 12 para externas, salario documentado y prohibición de descuentos por manutención o alojamiento.

El Banco de Valencia obtiene un beneficio de 39,7 millones en el primer trimestre de 2008

VALENCIA.- Banco de Valencia obtuvo un beneficio neto de 39,7 millones de euros en el primer trimestre de 2008, lo que supone un incremento del 13,19 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior, según informó la entidad en un comunicado, en el que atribuyó ese incremento al avance interanual de dos dígitos en todos los márgenes de la cuenta de resultados, lo que caracteriza a sus beneficios como "claramente típicos y recurrentes".

Así, el margen de intermediación aumentó un 13,07 por ciento hasta los 90,88 millones de euros, mientras el ordinario ascendió a 117,02 millones de euros, un 10,78 por ciento más; el de explotación creció un 10,03 por ciento, hasta alcanzar los 75,24 millones de euros y los créditos a clientes alcanzaron los 17.737,56 millones de euros, un 15,08 por encima de lo prestado el año anterior.

Por su parte, el volumen de negocio de Banco de Valencia durante el primer trimestre del año fue de 33.891,04 millones de euros, un 12,16 por ciento más que a marzo de 2007. El ratio de morosidad fue del 0,74 por ciento, con una cobertura superior al 258,3 por ciento, frente al 459,7 por ciento del mismo periodo del pasado ejercicio, y el ratio de eficiencia se situó en el 35,70 por ciento, "prácticamente idéntico" al 35,27 por ciento del año anterior.

Según indicó la compañía, "la flexión a la baja en la tasa de ahorro de los españoles, junto con las pérdidas de los mercados bursátiles nacionales e internacionales, plantean una evolución del 9,12 por ciento de los recursos gestionados" hasta alcanzar los 16.153,48 millones de euros.

Los recursos propios computables ascendieron a cerca de 2.000 millones, con un exceso sobre lo requerido superior a los 677 millones, mientras que la entidad "tan sólo tiene vencimientos previstos en 2008 de sus emisiones internacionales en torno a 400 millones de euros, lo que le permite una holgada planificación en la gestión de su liquidez", resaltaron las mismas fuentes.

Por otro lado, destacaron que Banco de Valencia "ha reforzado durante el último ejercicio su ya tradicional fortaleza de balance y solvencia", de modo que su ampliación de capital por 262 millones la llevó a un ratio de solvencia en torno al 11 por ciento y un core capital por encima del 6,20 por ciento.

Además, durante los tres primeros meses de 2008, la acción del Banco de Valencia se depreció el 10 por ciento, por debajo de los principales índices comparables, mientras que desde la perspectiva temporal bursátil de diez años, la acción se multiplicó por 5,3 cuando sus competidores "apenas superan su cotización de hace diez años".

De este modo, los resultados obtenidos por la compañía valenciana "cumplen con las previsiones" para 2008 trazadas en la última junta general de 1 de marzo, que según apuntó en aquella ocasión el consejero delegado de la entidad, Domingo Parra, son de un 10 por ciento de incremento interanual "tanto para el beneficio neto como para inversión crediticia y recursos".

En otro orden de cosas, la entidad valenciana informó también de que a partir del 21 de abril llevará a cabo una ampliación de capital con cargo a reservas disponibles por un importe de 2,27 millones de euros, que fue aprobada en junta y que supondrá el reparto de una acción nueva por cada 50 antiguas.

Al respecto, precisaron que la previsión es "que los más de 34.000 accionistas de la entidad dispongan de sus acciones a finales del segundo cuatrimestre del año 2008".

El declive de la izquierda / Enrique Gil Calvo

El resultado de las pasadas elecciones españolas ha sido interpretado como una victoria de la izquierda que desmiente la creciente derechización europea: ascenso de Sarkozy, predominio de Merkel, retroceso de Gordon Brown, retorno de Berlusconi... Sólo Zapatero resistiría frente al asedio derechista, ante la previsible derrota de Barack Obama a manos del conservador McCain. Lo que vendría a demostrar, paradójicamente, que de nuevo Spain is different, como única excepción progresista a la regla de la derechización general.

Pero ¿de verdad su victoria el 9-M supuso un triunfo de la izquierda? Así lo entienden los publicistas neocon de la derecha extrema, para quienes Zapatero ha sido reelegido por una coalición radical de rojos, republicanos y separatistas. Y, en efecto, si nos fijamos en los resultados electorales, lo cierto es que los votantes centristas o moderados han abandonado al PSOE para pasarse al PP, mientras que a cambio los más izquierdistas se han decantado por apoyar a Zapatero. Es el retorno triunfal del "No pasarán", producto de la creciente polarización del electorado español, en el que los votantes de las zonas más proletarias o industrializadas (Cataluña, País Vasco, Asturias, Aragón) han acabado por imponerse a las clases medias madrileñas y provincianas.

Sin embargo, las cosas no suelen ser tan sencillas como parecen a primera vista. Aquí sucede lo mismo que pasa con el Sol, que parece moverse del este al oeste cuando en realidad está quieto, pues es la Tierra quien gira de izquierda (oeste) a derecha (este). Y a Zapatero le ocurre igual. Él no se ha movido hacia la izquierda, pues su programa electoral continúa fijo en el centro del espectro, con guiños a la derecha (regalos fiscales, repatriación de inmigrantes) y ninguna concesión a la izquierda (renuncia a revisar la ley del aborto o la financiación de la iglesia).

Es verdad que la nueva composición de su electorado parece proceder en mayor medida de la izquierda del espectro: menos centristas y más tránsfugas de IU y ERC. Pero en realidad, estos trasvases de votantes lo que revelan, como en el descubrimiento copernicano de la rotación de la Tierra, es un desplazamiento del electorado hacia la derecha: muchos progresistas que antes votaban a la izquierda radical (IU y ERC) ahora han votado al centro-izquierda del PSOE; y muchos centristas moderados que antes votaron a Zapatero ahora han votado al centro-derecha de Rajoy.

En consecuencia, se ha producido un deslizamiento del conjunto del electorado desde la izquierda hacia la derecha, estimable como saldo neto en torno al 2,5% del total (que es lo que gana ésta en detrimento de aquélla). Lo que no llega a ser un landslide (corrimiento de tierras), pues no hubo vuelco electoral y la izquierda retiene el po-der. Pero sí revela una significativa derechización política, porque a pesar de haber ganado las elecciones, la izquierda sigue perdiendo electores.

De modo que tampoco España es una excepción a la regla de derechización occidental, sino que viene a confirmarla aunque sólo sea como clara tendencia.

¿De dónde procede este vendaval derechista? Las razones son muchas y complejas, y aquí sólo cabe aludir a las más significativas. El fin de la guerra fría significó la derrota irreversible del socialismo histórico, sin que hasta ahora sus bases sociales hayan podido recuperarse creando un nuevo proyecto político legitimado por un discurso innovador. Por eso la izquierda se limita a vegetar, viviendo de unas rentas ruinosas (el estéril anticapitalismo comunista) o al menos conservadoras (la defensa socialdemócrata de los derechos sociales), pues el incipiente movimiento antiglobalización aún carece de credibilidad.

De ahí el éxito de la tercera vía social-liberal a lo Giddens-Blair, aquí adoptada por Zapatero, que renunciando a los valores de izquierda sólo propone una derecha con rostro humano. Y ante el vacío de la izquierda en retirada, la derecha ha podido invadir y ocupar toda la esfera del debate público sin encontrar resistencia, imponiendo sus agendas neoliberales, nacionalistas, teocráticas y neoconservadoras.

¿Por qué resulta incapaz la izquierda europea de reconstruir un nuevo programa político adaptado al siglo XXI, cuando ya hace casi veinte años que se derrumbó el socialismo real?

Existen razones estructurales que lo hacen particularmente difícil, pues explican perfectamente la progresiva desmovilización de la izquierda. Lo que Daniel Bell llamó el advenimiento de la sociedad post-industrial ha desintegrado la vieja estructura de clases (antes estratificada en redes de solidaridad colectiva alineadas a uno y otro lado del conflicto industrial entre patronos y asalariados), para fragmentarla en un mero agregado de intereses privados sólo movidos por su individualismo posesivo y consuntivo. Es el nuevo enrichissez-vous que ha convertido a los ciudadanos en competidores arribistas, liquidando su capital social y privatizando la sociedad civil. Y este desclasamiento se ha visto muy potenciado por la llamada globalización, que ha incrementado la flexibilidad laboral y la movilidad ocupacional impidiendo que se reconstruyan nuevos compromisos solidarios.

Por el contrario, la llegada de trabajadores inmigrantes para ocupar los estratos inferiores de la pirámide ocupacional ha generado un sentimiento de rechazo entre los autóctonos que compiten con ellos por el acceso a los servicios públicos. En consecuencia, el concepto de "pueblo" (y el de "clases trabajadoras" o "clases populares"), al que apelaba la izquierda para movilizar la participación ciudadana, ha perdido su sentido al ser desmentido por la realidad multicultural, quedando así desvirtuado.

Ésta es la causa última de la derechización política a la que se va asistiendo en toda Europa, España incluida, elección tras elección: la descapitalización social de la izquierda, producida por efecto de la desintegración del tejido civil (redes de compañerismo, solidaridad y compromiso cívico) que trababa y cohesionaba a las clases trabajadoras, hoy más fragmentadas y divididas incluso territorialmente que nunca. Y esta progresiva debilidad de la izquierda es aprovechada y estimulada por la derecha mediante el recurso a la xenofobia, que culpa a los trabajadores inmigrantes de todos los problemas.

Si en 1848 Marx podía decir que el miedo a los comunistas era el fantasma que recorría Europa, hoy ese fantasma es el de los inmigrantes: la nueva "clase peligrosa" que amenaza con dividir a la izquierda impulsándola a derechizarse. Una derechización que en España se traduce en la obsesión por adquirir viviendas en régimen de propiedad privada y en el auge de los colegios concertados, casi todos religiosos y por tanto étnicamente limpios, a los que llevan a sus hijos las familias que se dicen progresistas o incluso izquierdistas, pero que aspiran a dotarles no con capital humano (pues la enseñanza en colegios religiosos es de muy baja calidad) pero sí con capital social, tanto para trepar con arribismo como para evitarles malas compañías.

Y una derechización que donde más se advierte es en las ciudades dormitorio que rodean a las grandes capitales, como el antiguo cinturón rojo que abarcaba el sur de Madrid, hoy votante masivo y absoluto del PP.

Proceso de derechización en curso que todavía no se ha completado en toda España, pues aún quedan bastiones industriales fieles a la izquierda. Pero que puede intensificarse todavía más, conforme la crisis económica agrave el conflicto social con los inmigrantes y la derecha siga explotando la división de los trabajadores con su demagogia xenófoba.

Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

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