domingo, 17 de febrero de 2008

Varios sondeos dan una ventaja al PSOE de entre 2,5 y 4 puntos

MADRID.- El Partido Socialista aventajaría entre 2,5 y 4 puntos al Partido Popular, con una horquilla de escaños de 165-162 para el PSOE y 152-160 para el PP, en las predicciones para las elecciones generales del 9 de marzo publicadas por varios periódicos este domingo.

La brecha a favor del PSOE cuando faltan tres semanas para la cita electoral supone una mala noticia para el PP tras el sondeo del CIS del viernes en el que la ventaja de los socialistas era de tan solo un punto y medio.

El sondeo del Instituto Noxa publicado en el diario catalán La Vanguardia es el que dio una mayor ventaja al PSOE, que recibiría un 43,1 por ciento de los votos y un escaño más que en 2004 (165), frente a un 39,1% del PP, que sumaría cuatro diputados (152).

No obstante, el sondeo de Publiscopio para el diario Público estrechó esa diferencia y otorgaba un 42,6% de intención de voto a los socialistas y un 40,1% a los populares, lo que situaría al principal partido de la oposición a sólo dos escaños del PSOE, que conseguiría 162 escaños, dos menos que en 2004.

El diario ABC consideraba que los resultados de su último sondeo, del Instituto DYM, con un 42,2% para el PSOE y un 39,2% para el PP, sugerían que la crisis y el paro han pasado factura a los socialistas en las últimas semanas.

La encuesta de Metroscopia para El País daba una estimación de voto del 41,9% a los socialistas, frente al 38,9% de los populares, una situación muy similar a la de hace unas semanas por lo que el diario decía que la precampaña "no ha conseguido calentar el clima electoral".

En 2004, el PSOE ganó las elecciones generales con un 42,6% de los votos y 164 escaños, frente al PP que obtuvo un 37,7% de votos y 148 diputados.

La macroencuesta del Centro de Investigaciones Científicas, realizada entre el 21 de enero y el 4 de febrero entre 18.000 personas, otorgaba a los socialistas un 40,2 por ciento de los votos, y entre 158-163 escaños, frente al 38,7 por ciento del PP, que le daría entre 153-157 escaños.

El anterior barómetro electoral del CIS, en noviembre, daba al PSOE un 39,7 por ciento y al PP un 37,4%, una diferencia de 2,3 puntos.

El maquiavélico sistema electoral español / Jorge Urdánoz Ganuza*

El sistema electoral español es infinitamente más original de lo que parece a primera vista, y es bastante maquiavélico".

Quien así habla no es ni un desinformado ni un antisistema resentido, es Óscar Alzaga, uno de los padres del propio sistema. Los dos adjetivos que utiliza describen a la perfección la criatura que él y otros miembros de la UCD alumbraron durante la Transición y que todavía perdura.

Su originalidad es tal que los especialistas no acaban de catalogarlo. Aunque la Constitución habla de "representación proporcional", lo cierto es que las desproporciones en los resultados son de las mayores de la escena internacional.

No sólo no se garantiza una proporción más o menos ajustada entre votos y escaños, es que ni siquiera se salvaguarda el mero orden en el que los votantes colocan a los partidos: una formación con menos votos que otra puede conseguir más escaños.

Por eso muchos estudiosos del sistema no lo consideran proporcional sino mayoritario atenuado.Pero un sistema mayoritario se caracteriza por sobrerrepresentar al partido ganador facilitando así que forme gobierno. Y nuestro sistema no siempre beneficia al primer partido: en 2004 las elecciones las ganó el PSOE, pero el más beneficiado fue el PP.

Mientras los votantes socialistas recibieron un 3.3% de escaños por encima de lo que hubiera sido proporcional, los populares se vieron agraciados con un 3.7%. De hecho, con el actual empate técnico puede suceder que el PP quede segundo en votos pero primero en escaños, perdiendo y ganando a la vez las elecciones (¡!).

Las más elementales leyes de la semántica impiden denominar "mayoritario" a un sistema que posibilita semejante resultado.

Entonces, ¿qué es? Bien, ya se ha dicho: es original. De hecho, lo es tanto que puede afirmarse que su esencia consiste en su inexistencia. El "sistema electoral español" es una construcción meramente verbal que carece de una realidad empírica a la que aplicarse con sentido. Lo que hay son 52 sistemas electorales (50 por provincia más Ceuta y Melilla). Los sistemas en los que se eligen muchos escaños son proporcionales.

Los sistemas en los que se eligen 3, 4 o 5 escaños no. La ciencia política suele estimar que estos últimos tienen efectos "mayoritarios", algo que a mi juicio no merece el noble principio de mayoría. Por eso, si me permiten la licencia, yo les voy a denominar "distorsionantes". Porque lo que hacen esos sistemas es distorsionar, y por partida doble y superpuesta.

Pensemos en Teruel, con 3 escaños. Un sistema así distorsiona en primer lugar el propio voto de muchos ciudadanos. Un voto útil no es otra cosa que una emisión de preferencias distorsionada: "Yo prefiero A, pero he de votar por B". Y distorsiona, en segundo lugar, los resultados. Porque el reparto de escaños va a ser prácticamente siempre de 2 a 1 -aunque el partido vencedor lo sea sólo por un voto- y porque todos los votos a terceros partidos se quedan sin representación.

Conviene entonces no claudicar ante la magia de las palabras: no hay "un sistema electoral español", y es preferible hablar, como empiezan a hacer los especialistas, de "los sistemas electorales para el Congreso".

La imagen mental adecuada no es la de una entidad más o menos unívoca, sino más bien la de una escala. Una escala en la que se sitúan 52 posibilidades y cuyos límites son por un lado la distorsión y por otro la proporcionalidad.

Soria, con 2 diputados, es un extremo de esa escala; Madrid, con 35, es el otro. Y cada provincia se sitúa de acuerdo a su número de escaños. El 62% de los españoles votan en circunscripciones de 10 escaños o menos, por lo que saben que si su primera preferencia no supera aproximadamente el 10% de los votos, su voto será electoralmente inútil.

En ellas se impone a fuego el bipartidismo, ya que sólo el PP y el PSOE pueden en la práctica verse representados (o, en su caso, los nacionalistas).

En las cinco provincias en las que habita el 38% de españoles restante serían a priori posibles nuevos partidos e iniciativas, pues la proporcionalidad es elevada. Pero recordemos a Alzaga: no sólo original, también maquiavélico.

Como en un taller de alquimia, la escala que acabamos de describir se encuentra salpicada con unas cuantas gotas de sufragio desigual. Las provincias más pequeñas eligen más escaños de los debidos, disfrutando así de un poder de voto mayor. En las últimas generales el precio del escaño basculó desde las 20.000 papeletas de Soria hasta las 100.000 de Madrid.

Tenemos así dos escalas que corren paralelas pero en sentido contrario. La primera nos divide en 52 grupos de acuerdo a nuestra mayor o menor proporcionalidad (sistemas electorales diferentes). La segunda nos divide en otros tantos grupos de acuerdo a nuestro mayor o menor poder de voto (sufragio desigual).

Maquiavelo habría tomado apuntes: los electores cuyos votos son fuertes se hallan en los sistemas "distorsionantes" y por tanto presionados para votar útil o, lo que es lo mismo, a los dos grandes; los votantes eximidos de esa losa psicológica son libres, pero sus votos son débiles.

En cifras: en Teruel bastan 25.000 votos para alcanzar un escaño, pero es que eso es un 33% de los votantes turolenses y por tanto sólo el PP y el PSOE pueden permitirse tales escaños de saldo. En Madrid un 3% de los votos suponen 3 escaños, pero es que eso equivale nada menos que a 300.000 votantes.

Aunque centrarse sólo en ellos es ya a mi juicio parte del problema, los efectos del entramado son obvios. Por un lado se impone el bipartidismo y se fomenta la polarización, siendo casi imposible que surja un partido de centro que pueda ejercer un factor moderador. Por otro, la única alternativa para pactar la ofrecen los nacionalistas.

¿Qué hacer? La decisión sobre el sistema electoral configura una situación en buena medida excepcional desde el punto de vista de la filosofía política. Nadie defiende, por ejemplo, que sean las empresas las que redacten las leyes anti-monopolio: esa labor ha de corresponder a instituciones que, situadas por encima de ellas, vayan más allá de sus intereses.

Pero el sistema electoral lo deciden los partidos y, ¿qué hay por encima de ellos? "La ley y el Estado de Derecho", se dirá, pero es que la ley y por tanto el derecho son, empezando por la propia Constitución, creaciones suyas.

Si hay otro cuerpo en el Estado que comparte esa situación soberana de los partidos es el militar. El ejército no tiene por encima nada que pueda controlarlo, lo que explica el destacado papel que el honor y la obediencia han desempañado siempre en su código moral: son nuestra única garantía.

De ahí que, de la misma manera que la democracia sólo germinó cuando las cúpulas militares interiorizaron de verdad su acatamiento al poder civil, compartieran o no sus designios, la regeneración de la democracia sólo será posible cuando las cúpulas partidistas asuman ciertos principios, convengan o no a sus intereses.

Por eso, a pesar de que de ellos no se escuche ya últimamente ni el más leve susurro, resulta fundamental volver a hablar de principios. Cuando uno lee a los viejos defensores del ideal de la proporcionalidad descubre los valores que la nutren: a los electores les garantiza libertad; a los resultados, justicia.

Y cuando uno vuelve a los clásicos de la democracia, recuerda que hay un valor que bajo ningún concepto puede claudicarse: la igualdad del voto. Son las élites de los grandes partidos las que han impedido que esos tres valores sean hoy y ahora una realidad entre nosotros.

Llevar los principios al centro del debate y recordar lo que significa "inalienable" es el primer paso para evitar que puedan seguir haciéndolo.

*Jorge Urdánoz Ganuza es doctor en Filosofía y Visiting Scholar en la Universidad de Columbia, Nueva York.

Bancaja coloca cédulas en un 'mercado cerrado' desde octubre

MADRID.- Bancaja ha colocado cédulas hipotecarias por valor de 650 millones de euros durante este mes entre inversores privados. Fuentes financieras destacan que con esta operación la caja trata de recuperar un mercado que lleva cerrado desde octubre, mes en el que el Banco Santander colocó 1.500 millones de euros en cédulas hipotecarias, según www.americaeconomica.com

Las mismas fuentes afirman que esta es una buena forma de financiarse. Las entidades financieras españolas se han visto obligadas a cancelar diversas emisiones de estas características debido a la sequía en los mercados financieros. Algunos banqueros destacaron que no estaban dispuestos a pagar las mayores primas de riesgo en medio de los mercados enrarecidos por las turbulencias ocasionadas por el subprime.

Más coste
La emisión de Bancaja se produce en un momento en que los mercados son reticentes a comprar deuda referenciada a activos, debido a la crisis de confianza. Por tanto, los precios pagados por la colocación de estas emisiones son mayores a los que presentaban antes de la crisis financiera.

En el caso de la caja española, una de las tres emisiones realizadas durante el último mes, de 250 millones tiene una rentabilidad de Mid Swaps más el 0,22% con una duración de siete años y las dos anteriores fueron de 100 y 300 millones de euros respectivamente, con una rentabilidad del Euríbor más 0,08%.
La emisión del Banco Santander tuvo una rentabilidad del 0,13% durante cinco años.