VALENCIA.-
Responsabilidad. Humildad. Honor. He querido que estas tres palabras
fueran las primeras en este solemne acto, primer 9 d’Octubre como
President de la Generalitat Valenciana.
Como ciudadano de esta Comunitat, soy consciente de la alta
responsabilidad otorgada por los valencianos hace apenas unos meses. A
su decisión -libre y soberana – debo el inmenso honor de presidir hoy
esta institución.
Una obligación que asumí con la misma humildad con la que hoy me
dirijo a todos ellos y a todos ustedes. Con humildad, pero también con
convicción.
Convicción para seguir avanzando en el desarrollo de nuestro
autogobierno, que tanto ha aportado al progreso de los valencianos y del
conjunto de España.
Y también con el compromiso de hacerlo con la ayuda de todos y desde
un escrupuloso sentido de servicio público, respeto a la pluralidad, y
defensa de las instituciones y de nuestras señas de identidad.
Es 9 d’octubre y, como cada año, no se engalana sólo esta casa.
Presidido por la misma Senyera, es 9 d’octubre en Alicante y en Alcoy;
es 9 d’Octubre en Gandía o Ademuz; es 9 d’Octubre en Vinaròs y en
Almedíjar.
Es el día de nuestra gran fiesta, la de todos los habitantes de esta
tierra. La fiesta de una Comunitat grande, abierta y hospitalaria, donde
caben todos los que quieran sentirse en casa. Como quieran sentirse,
como quieran expresar su manera de ver la vida, como quieran construir
su proyecto personal.
Porque aquí serán un valenciano más si así lo quieren. Uno más entre
todos los que nos sentimos valencianos en cualquiera de las cinco
millones de maneras que hay de vivir ese sentimiento de pertenencia a un
proyecto cargado de historia, de presente y de futuro.
Un proyecto con 5 millones de maneras de sentirlo, y donde todas valen por igual.
Porque somos ese pueblo que, desde una larga y fecunda historia que
se acerca a los 800 años, ha cimentado una sólida impronta de
modernidad, ansias de progreso y voluntad de transformación.
Palancas que queremos seguir impulsando
Para generar nuevos espacios de mayor apertura y mejor convivencia.
Para promover entornos acogedores y libres.
Para consolidar, en definitiva, nuestra condición de tierra fértil
para las oportunidades y para ese progreso económico y social que ha de
alcanzar al conjunto de los ciudadanos sin distinción y, de forma
especial, a las personas más desfavorecidas.
Porque lo que queremos es un futuro justo, libre e igual para todos.
Hacerlo posible pasa por seguir mostrando firmeza en las
reivindicaciones, unidad en las acciones y visión de altura para
identificar las mejores soluciones.
Porque esta tierra necesita una solución a nuestro déficit de financiación.
Una solución satisfactoria, no cualquier solución.
Y una respuesta en materia de inversiones que sea acorde al peso y proyección de la economía valenciana.
Una adecuada respuesta, no una respuesta cualquiera.
Y necesitamos sentido de estado a la hora de fijar y priorizar
infraestructuras estratégicas como la ampliación del Puerto de Valencia,
que no es un capricho autonómico, sino una necesidad de toda España.
Como el Corredor Mediterráneo no es una cuestión de los ciudadanos de
Alicante, Valencia y Castellón, sino del desarrollo de hasta cuatro
comunidades que tienen el derecho a mejorar su conexión económica con el
corazón de los principales mercados de Europa y África.
Y queremos, porque la necesitamos, una respuesta sensata y sostenible
al problema del agua en provincias como la de Alicante, que aplique los
principios constitucionales de justicia distributiva y solidaridad
entre regiones.
Y una respuesta para nuestra industria, y permítanme que destaque a
la industria cerámica, especialmente desatendida a pesar de su
contribución estratégica a la riqueza común.
Ninguna de las grandes materias que he citado son cuestión de dinero o de recursos, aunque lo sean. Son cuestión de personas.
Nuestra reclamación de más recursos no empieza y termina en una
cuenta de debe y haber. Distribuir recursos es distribuir oportunidades.
Y detrás de cada oportunidad hay una persona.
Hoy reivindicamos nuestras legítimas aspiraciones, pero nuestro objetivo es cumplir con expectativas igualmente legítimas.
– Las expectativas de una sanidad pública que merece ser dignificada,
– Las de unos sanitarios, que merecen atención y reconocimiento.
– Las vinculadas a las necesidades de unos servicios sociales que deben ser dignos al fin,
– Las de nuestros mayores y las personas más vulnerables.
– Las de aquellos que llevan años esperando una política de vivienda que de verdad funcione;
– Las de una educación de futuro para nuestros hijos,
– Las expectativas de nuestros jóvenes, que esperan de su gobierno algo más que palabras.
Para cumplir con esas expectativas no es suficiente con la petición
de más recursos, sino con la garantía de una gestión eficiente que avale
nuestros propios argumentos.
Más autonomía es simplificar los procedimientos a personas y empresas.
Más autonomía es más protección para las mujeres.
Más autonomía es más seguridad en nuestras calles.
Más autonomía es soberanía energética.
Más autonomía para reivindicar, de forma unitaria, el derecho civil
valenciano, una iniciativa justa en clave valenciana y que hemos de
conseguir desde aquí, nosotros.
Por tanto, la Generalitat quiere ser una referencia para los que
creen que la trayectoria del pasado y la labor que le queda por delante a
nuestro autogobierno merecen ser dignificadas.
Una Generalitat donde se reconozcan todos los ciudadanos de las tres
provincias, y que reivindique siempre el interés de todos por encima del
de unos pocos.
Creo, con toda sinceridad, que la magnitud de los retos que tenemos
por delante es equivalente a la cantidad de oportunidades que representa
cada uno de ellos.
Pero las oportunidades nunca llegan sin esfuerzo, sin sacrificio. Por
eso es crucial apostar por un clima institucional y político que aporte
seguridad y confianza a nuestros ciudadanos.
Un reto que nos convoca a los servidores públicos y que está
directamente relacionado con nuestro papel en las instituciones y
nuestro compromiso con lo que representan.
En nuestro paso por ellas -que necesariamente es efímero y puntual-
no se puede prescindir de los valores asociados a la institución.
Valores como objetividad en el cumplimiento del interés general,
imparcialidad, eficiencia y equidad.
Creo, honestamente, que los políticos debemos atender a los valores
que definen las instituciones por las que pasamos, y no a los dictados
de la refriega partidaria.
Por eso, en un día como este, me parece oportuno y justo reconocer
que, aun siendo con un nuevo Consell de la Generalitat, un acto como el
de hoy está asentado en la historia y la tradición de aquellos que nos
han precedido.
Por muchas discrepancias y diferencias ideológicas que puedan haber
existido, en las actuales reivindicaciones de este pueblo sigue presente
la memoria de todos aquellos que, en otro momento, fueron designados
por los ciudadanos para alzar su voz en nombre de las legítimas
aspiraciones de nuestra tierra.
Mi reconocimiento por ello a todos y a cada uno de los Presidents,
miembros de los Consells y parlamentarios de la etapa democrática
valenciana.
Representantes, desde su ideología, de la pluralidad democrática, la
diversidad ideológica y la normalidad en las alternancias de los
distintos gobiernos que, desde hace más de 40 años, los ciudadanos de la
Comunitat Valenciana han elegido en las urnas.
No hay un pasado de unos y un pasado de otros. Hay un pasado compartido.
No hay un presente que discurra a un lado de la calle y otro que discurra en su contrario. El mismo presente nos acoge a todos.
No hay un futuro por el que valga la pena pelear si no es un futuro que nos acoja a todos.
No puede ser de otro modo: las instituciones deben ser el reflejo de
la sociedad -que es plural- y de las inquietudes de los ciudadanos, que
son diversas.
En su día, con esa premisa, los valencianos nos dotamos de una
arquitectura institucional, la de la Generalitat, diseñada con la
perspectiva del consenso de la inmensa mayoría de la sociedad.
Hoy quiero hacer un llamamiento a todos para que no abandonemos esa
perspectiva. Ha sido fructífera. Es la que ansía la inmensa mayoría de
la sociedad. Será la que nos lleve a nuevas cotas de progreso y
bienestar.
Mantengámosla, cuidémosla. Hacer lo contrario sería manipular ese
espejo de inquietudes, y proyectar una imagen deformada de la realidad
del día a día de nuestros ciudadanos.
La perspectiva del consenso siempre nos ha permitido avanzar. La del conflicto siempre nos va a paralizar.
Decidir seguir avanzando es elegir la perspectiva de la normalidad.
Una perspectiva abierta, tolerante, sin asfixias. La que no necesita
copiar o inspirarse en otras hojas de ruta territoriales que poco o nada
se parecen a la fijada en el espíritu y la letra de nuestro Estatuto.
En nuestro mano, en la mano de todos los valencianos, está la
posibilidad de proyectar el afecto y la estima por nuestras señas de
identidad. Recuperando la sensibilidad de consenso. Reeditando el
propósito de que el trabajo de las instituciones esté basado en la rica,
diversa y genuina diversidad de nuestra identidad y nuestro idioma, el
valenciano.
Me niego a pensar que la diversidad de esta tierra tenga propietarios.
Nuestra diversidad es la rica y variada realidad de lo que somos, valencianos y españoles.
Nuestra diversidad no tiene más garante que la normalidad que debe
marcar la vida en las calles de Alicante, el trabajo en las empresas de
Castellón, la colaboración en nuestros centros tecnológicos y de
investigación de Valencia y la formación en nuestras escuelas y en
nuestras universidades de cualquiera de las tres provincias.
Por eso hoy, en la trayectoria de los premiados que reconocemos,
palpita esa diversidad de talento y esa normalidad cotidiana del
trabajo, el esfuerzo y la pasión por un proyecto.
Hace casi un siglo, otro valenciano ilustre como vosotros, alicantino para más señas, me refiero a Azorín decía lo siguiente:
“Valencia ha sido fecunda en la universalidad humana. En todos los
lugares del planeta, por dondequiera que caminemos, encontraremos
hermanos nuestros en el trabajo, puesto que todos los que trabajan, y
sufren, y alientan por un ideal de Justicia y de Progreso, son nuestros
hermanos. Pensemos en ellos. De lo particular -que es nuestra tierra-
elevémonos a lo universal. La contemplación de nuestros paisajes nos
hará sentir mejor los paisajes de otras patrias.”
Cada una de las personas y entidades premiadas han construido su
biografía y su trayectoria sin perder de vista esa premisa azoriniana.
Han actuado pensando en los demás, que es la única manera de pensar para crecer y seguir avanzando.
Así lo hacemos en esta tierra: desde la generosidad, desde la Comunitat Valenciana para todo el mundo.
Trabajando por el desarrollo económico, por la calidad de vida, por
la solidaridad, demostrando un contrastado amor por lo propio, pero no
un amor egoísta, un amor irritado y huraño, como advertía Azorín.
Cada esfuerzo individual es necesario, pero ninguno de ellos por separado supera el resultado de la suma de todos ellos.
Hoy distinguimos la suma de todos vuestros esfuerzos, la suma de
todos los latidos. Y su resultado. Un resultado que multiplica la suma
de lo realizado.
Ese es el camino que ha sido siempre beneficioso para la Comunitat Valenciana.
Nuestra tierra quiere vivir y progresar en un mundo global, un mundo
multilateral, y queremos que nuestro territorio, nuestro comercio,
nuestra industria, nuestras Universidades, compitan y colaboren de forma
generosa.
No hay dueños de la pluralidad territorial. Nosotros somos también
parte de esa pluralidad, como acredita este Palau, con una historia
milenaria, con un pasado que demuestra que la Generalitat Valenciana es
una institución que se asienta en fundamentos muy sólidos, y quiere
seguir viviendo en la apertura, sin exclusiones.
El auténtico protagonismo no es hoy, el de este discurso. El protagonismo es el de los premiados.
Hoy es vuestro premio, porque los premiados, de sus actitudes, de su
trayectoria, de sus primeros pasos y de sus éxitos, de sus dificultades y
de la manera que consiguieron regatearlas, nos refleja cómo somos.
Es la Comunitat Valenciana tal cual es. No la que sólo algunos
quieren que sea. No un relato interesado y deformado para que parezca lo
que no es y se imponga una caricatura que, en realidad, jamás existió.
Esa tentación totalitaria de definir el canon de cómo son las
sociedades, y cómo tienen que pensar y comportarse, no ha desaparecido
en nuestros días.
Afortunadamente para todos, sois vosotros, día a día, los que
demostráis que no hay una única manera de expresar el talento, ni un
camino exclusivo para llegar a la excelencia, o en el ejercicio de la
solidaridad.
En la soledad de una mesa escribiendo la letra de una canción.
Al aire libre, pasando frío o calor, en un polideportivo entrenando niños…
En un viaje a una Feria para promocionar vuestros productos…
Esa es la realidad de la Comunitat Valenciana real con la que me identifico…
Sois nuestra principal riqueza. Vosotros sois el premio.
La letra de nuestro himno identificaba hace más de un siglo el campo y
el taller como los espacios desde los que cultivar la riqueza, “ja en
el taller i en el camp remoregen”, y convocaba a despertar esas energías
colectivas, “valencians en peu alcem-se”.
Hoy, el taller y el campo de principios del siglo XX tendrían que
transformarse en la letra del himno en las fábricas, en los hospitales,
en los escenarios, en las instalaciones deportivas donde se entrena para
el éxito y también para las derrotas.
Esa perspectiva no caduca, hay valores que conviene reiterar, y objetivos colectivos que siempre vale la pena repetir.
Porque la convocatoria colectiva, no consiste tan solo en efectuar una proclama anual que se agote al acabar el día.
Los ciudadanos de la Comunitat Valenciana, representados hoy aquí por
las personas y entidades premiadas, levantarán, también mañana, la
persiana. Y la mañana les alcanzará despiertos, en pie, convocados un
día más por el talento, la creatividad y el esfuerzo.
Ante el espejo en un camerino, en un estudio de grabación, en un
gimnasio, en un polígono industrial, en la oficina de una empresa
familiar, la Comunidad Valenciana se levanta cada día con la perspectiva
inagotable de nuestra generosidad.
Porque hay perspectivas que no caducan. Y valores que no se doblan. Y palabras que siempre merece la pena repetir.
Con tres palabras inicié esta intervención. Con otros tres valores quiero concluirla.
Igualdad, para crecer, para seguir aportando al desarrollo de España.
Unidad, para que se nos escuche mejor.
Libertad, para ser, para sentir y pensar, para vivir sin miedos ni imposiciones.
Libre.
Como el ave que escapó de su prisión y puede al fin volar.
Libre.
Como el viento que recoge mi lamento y mi pesar
Camino sin cesar detrás de la verdad
Y sabré lo que es, al fin, la libertad.
Feliç Nou d’Octubre
Muchas gracias.