domingo, 12 de julio de 2009

Camps contra las cuerdas / Josep Torrent

El espejo se ha roto. Durante años reflejó la imagen de un hombre maduro que en agosto cumplirá 47 años, honrado, austero, afable y cercano a la gente. Capaz de identificarse con los problemas de sus convecinos y, lo que resulta más difícil, capaz de resolverlos. Una persona sencilla, accesible. Uno de los nuestros. Casado, padre de tres hijos, seguidor fervoroso del Valencia CF, un hombre religioso, de los de misa dominical, licenciado en derecho que, en lugar de ejercer la abogacía, eligió desde muy temprana edad la carrera política que ha recorrido con notable éxito. Tanto, que en la actualidad es presidente de la Generalitat valenciana y hasta hace nada, hasta que en el espejo se detectó la primera fisura, uno los políticos más influyentes y con mayor futuro en el Partido Popular.

Ahora, ese hombre que, a base de autodisciplina y autocontrol, consigue que sus gestos sean suaves, sus formas amables y su sonrisa afectuosa está a un paso de sentarse en el banquillo de los acusados por un presunto delito de cohecho pasivo impropio. Una figura jurídica que se introdujo en el artículo 426 de la reforma del Código Penal realizada en noviembre de 1995 referida a los cargos públicos que admitan "dádivas o regalos que le fueren ofrecidos en consideración a su función". Y Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana, no se explica por qué estas cosas le pasan a él que, cada mañana, cuando se levanta y se mira en el espejo, ve a un hombre honrado, austero y afable. Y, como no lo entiende, las pocas veces que habla sobre el caso en el que está implicado dice cosas como: "Quedan uno o dos escaloncitos y entonces toda esta cuestión tan extraña, tan absurda y tan estrafalaria habrá pasado".

"Esta cuestión" es, nada menos, su imputación en un presunto delito de cohecho a cuenta de los trajes que le regaló la red corrupta ligada al PP conocida como el Caso Gürtel. Una implicación a la que Camps, de puertas afuera y dentro de su partido, siempre quitó importancia. Primero se mostró convencido de que no se admitirían a trámite las investigaciones efectuadas por el juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón; luego, que no le imputarían, y más tarde, que se archivarían las diligencias en su contra. Nunca creyó que "el ratito largo" que auguró en una de sus comparecencias en las Cortes Valencianas fuera a ser tan largo. De hecho, todavía no cree que esté pasando lo que le está pasando. Cuando se refiere a su imputación como "esa cosa extraña", expresa su percepción de la realidad. Un catedrático de psicología social de la Universidad de Valencia opina que Camps "se siente ajeno y distanciado de lo que está ocurriendo. No lo entiende ni lo asimila. Él trabaja por el bien común, por la verdad y le contestan con inculpaciones. La sensación de extrañamiento implica una pérdida de identidad. Camps no se reconoce en lo que dicen de él porque no hablan de él. Hablan de otro".

El hombre que se mira al espejo, agrietado desde que el 6 de febrero el juez Garzón abrió una investigación por una trama de corrupción ligada a cargos del PP, empezó en política muy joven. Una tarde de verano de 1982, poco antes de matricularse en tercero de derecho, se dirigió a la sede de Alianza Popular en Valencia para afiliarse y se quedó con las llaves de la sede. Un hecho nada insólito en una época en que la derecha valenciana se encontraba huérfana de bases y de apoyos sociales. El actual vicepresidente del Consejo General del Poder Judicial, Fernando de Rosa, tras abrirle la ficha de militante, se las entregó. En ese momento inició un largo y trabajoso camino en el seno del PP que le llevaría desde la base hasta la cúpula. Su primer trabajo institucional, en 1983, consistió en ser el asistente de un concejal de la oposición, y luego, en una rápida sucesión de cargos a partir de 1991: concejal de Tráfico, primer teniente de alcalde y concejal de Hacienda en el Ayuntamiento de Valencia; diputado en el Congreso por Valencia, consejero de Cultura, secretario de Estado en el Ministerio de Administraciones Públicas, de nuevo diputado y vicepresidente de la Mesa del Congreso de los Diputados, delegado del Gobierno en la Comunidad Valenciana y, por fin, presidente de la Generalitat en 2003. Camps es el paradigma del político: nunca ha sido otra cosa.

En mayo de 2003 el mundo (valenciano) estaba en sus manos: "Ser presidente de la Generalitat es lo más importante que puede ser un valenciano", dijo entonces. Aquel alumno de los jesuitas, que en su etapa de estudiante de derecho fue el animador de una tertulia política en el bar El Agujero, que se encontraba a espaldas de la facultad, en la que participaban dos amigos suyos, Gerardo Camps y Esteban González Pons, se sentía el hombre más feliz de la tierra. La amistad del triunvirato se prolongaría en la política. Gerardo Camps, que fue secretario de Estado en el Ministerio de Trabajo con Eduardo Zaplana, ha formado parte de todos los gobiernos autonómicos de Francisco Camps y ahora es vicepresidente económico del Consell. González Pons, que también formó parte del gobierno valenciano, ahora es diputado nacional y portavoz de la ejecutiva del PP de Mariano Rajoy.

Francisco Enrique Camps Ortiz heredó su primer nombre de su padre y el segundo de su abuelo. La familia procede de Poble Nou, una pedanía de Valencia situada en plena huerta, donde todavía se vive en alquerías y desde donde el abuelo del presidente se trasladaba en tartana hasta el Ateneo Mercantil, en la ciudad de Valencia. El iaio Enrique vivía en la alquería de Felip junto con sus seis hermanos y sus padres. Allí trabajó en la huerta como labrador, al tiempo que participaba en la gestión de la línea de autobús Valencia-Burjassot que explotaba la familia. Persona emprendedora, emigró a Argentina y a su regreso fundó la empresa Transportes Camps, que cubría el trayecto Valencia-Madrid. Su nombre figura entre los fundadores del Valencia CF, que contribuyeron a la construcción del estadio de Mestalla en 1923.

El presidente de la Generalitat siempre se ha mostrado orgulloso de sus orígenes. Valenciano por nacimiento, valencianista en la versión más romántica del concepto e hincha del Valencia CF -"tanto como ser jefe del Consell, me gustaría ser presidente del Valencia", ha confesado en alguna ocasión-, Camps fue el primer mandatario autonómico que realizó su discurso de investidura íntegramente en valenciano, jurando su cargo sobre la Constitución, el Estatuto de Autonomía, un ejemplar de Els Furs (Los Fueros) de Jaime I y una Biblia. En estos cuatro volúmenes se condensa su visión de la política y de la vida.

Los primeros 100 días de su mandato estuvieron marcados por la autoexigencia de desmarcarse del estilo de su antecesor, Eduardo Zaplana. Donde antes hubo boato, soberbia, ambición desmedida, gusto por el gasto y ausencia del idioma valenciano, Camps apostó por la sobriedad ("más importante que la ampliación del museo del IVAM es la construcción de escuelas", dijo González Pons, por entonces consejero de Educación), la cercanía (era fácil verle por la calle paseando con su esposa tras acudir con sus hijos a la cabalgata de Reyes) y un valencianismo militante. Si Zaplana apoyó la fusión de las cajas valencianas, Camps defendió lo contrario y si aquél tenía una visión laxa del presupuesto, éste creó una comisión delegada de asuntos económicos para controlarlo.

Tanta autonomía política fue insoportable para Zaplana, quien confiaba en controlar, con el mando a distancia desde el Ministerio de Trabajo, al bon xiquet (buen chico) que había designado como heredero. La tensión entre ambos llegó a ser tan brutal que Camps se planteó muy seriamente dimitir. La intervención de destacados barones del PP valenciano, entre ellos Carlos Fabra, y de algún notable de la burguesía valenciana frenó la crisis. Camps atravesó un auténtico calvario, con los zaplanistas amagando constantemente con desestabilizar su gobierno y con José María Aznar acusándole poco menos que de catalanista por su valencianismo.

Paradójicamente, la derrota del PP en marzo de 2004 fue la válvula de escape de un presidente que no podía controlar todos los fuegos internos. A partir de esa fecha se produce un punto de inflexión, un giro de 180 grados. Camps, tan sumiso ante el gobierno de su partido, construye un discurso que todavía hoy es imbatible por la oposición socialista. Recupera su discurso valencianista, al que añade, no gotas, sino litros de medievalismo en los que combina religión, historia -con dos velas a Jaime I y una a El Cid- y literatura -Ausiàs March y Joanot Martorell, nada de Joan Fuster ni de Vicent Andrés Estellés-; construye un argumentario victimista contra Zapatero, del que la reivindicación del agua, las infraestructuras y la financiación autonómica eran sus ejes centrales, y descubre que los fastos que tanto criticaba a Zaplana dan un rédito político impagable. Las apuestas por la Copa del América, la puesta en marcha del Palau de les Arts, la Volvo Ocean's Race, la fórmula 1, la visita del Papa... Nada es bastante para un barón territorial que ha conseguido matar a su padre político y que, tras su máscara de bon xiquet, se muestra como un político coriáceo, ambicioso y mejor estratega de lo que muchos imaginaban.

La síntesis de modernidad, tradición y autoestima, acompañados de un endeudamiento sin tasa, el crecimiento económico que proporciona el urbanismo salvaje, más una oposición desnortada conseguirán que en las elecciones autonómicas de 2007 Francisco Camps alcance el 53,3% de los votos, el mejor resultado de la historia en la Comunidad Valenciana. Es su momento de gloria. Nada ni nadie es capaz de prever hasta dónde puede llegar en política el bon xic de Poble Nou. Uno de sus más estrechos colaboradores dirá en ese momento: "Lo hemos conseguido, el PP es a la Comunidad Valenciana lo que Convergència a Cataluña". La conclusión es simple: Camps es Jordi Pujol, quien ataque a Camps, atacará a Valencia.

Tal es su poder y su capacidad de influencia que todos los analistas políticos le incluyen en las quinielas para sustituir a Mariano Rajoy al frente del PP si éste tiene que abandonar la presidencia del partido. Pero no es el caso. Camps, que como gobernante es un Don Tancredo de la política, sabe muy bien cómo moverse en su partido. Tiene estrategia y piensa a medio y largo. Un año antes de la confrontación entre Esperanza Aguirre y Rajoy de cara al último congreso nacional del PP, sabía muy bien a quién no tenía que apoyar: a la presidenta de Madrid. Su apuesta era Rodrigo Rato o Ruiz Gallardón, pero nunca lo dijo. En ausencia de ambos se volcó con Mariano Rajoy.

El congreso del PP en Valencia será su cénit político. El hombre que se maneja como pocos entre las crujías de su partido, que se ha movido con la habilidad de un saltimbanqui de un puesto a otro en su meteórica carrera, parece imparable. Obsesivo y metódico, corrige sus ciclotimias con un autocontrol férreo, tiene al partido en un puño, salvo Alicante, donde los zaplanistas resisten con una escasa pero suficiente mayoría. Actúa sin complejos. Y si cuando llegó al poder en 2003 soñó una televisión autonómica pública, plural y profesional y en valenciano, ahora no le importa que se la considere como una de las más sectarias de España. Incluso parece que le gusta. Se siente omnipotente.

Y esa prepotencia será la causa de sus actuales desgracias.

El espejo en el que se mira el hombre que se ve a sí mismo como una persona honrada y austera se agrieta un poco más cuando EL PAÍS publica el 19 de febrero que el fiscal implica al presidente de la Generalitat en la trama del Caso Gürtel; se rompe cuando este periódico da a conocer sus conversaciones con Álvaro Pérez, cabecilla en la Comunidad Valenciana de la red corrupta, en las que Camps trata de "amiguito del alma" al empresario al que su gobierno le ha adjudicado cerca de ocho millones de euros en contratas (un empresario valenciano con muchos lustros dirá tras leer la transcripción "[Camps] habla como un pijo"); y se caerá al suelo hecho añicos el 6 de julio cuando el auto del magistrado del TSJ de la Comunidad Valenciana José Flors desmonte toda la estrategia del político, confrontando los hechos: las empresas de la trama corrupta hicieron frente a los gastos de vestuario y de zapatos de Camps, frente a sus palabras: "Yo me pago mis trajes".

¿Qué ha ocurrido para que el honrado y austero Francisco Camps pueda acabar sentado en el banquillo de los acusados por la comisión de un presunto delito de cohecho pasivo impropio? La mayor parte de las fuentes consultadas coinciden en una misma palabra: vanidad, y en un mismo nombre: Álvaro Pérez.

El Bigotes. En el PP valenciano reniegan de la hora en que Ricardo Costa -hermano del ex ministro de José María Aznar, Juan Costa, diputado autonómico desde 1993 y persona de la absoluta confianza de Camps, quien le hizo secretario general del PP valenciano en 2007- puso en contacto a Camps con Álvaro Pérez. Ocurrió a principios de 2006. En julio de ese año el Papa iba a venir a Valencia a celebrar el Encuentro Mundial de las Familias y el presidente valenciano sintió la necesidad de contar con un vestuario adecuado para la ocasión. Costa, que conocía con anterioridad a los responsables de la trama, como se ha comprobado por las grabaciones efectuadas a sus cabecillas, puso en contacto a los dos personajes.

Pérez desplegó todos sus encantos, halagó la vanidad del presidente, le convenció de la necesidad de disponer de unos ternos más adecuados a su situación social y Camps, que hasta entonces se hacía sus trajes en El Corte Inglés de Valencia, se fue de la mano de Pérez a Madrid, donde cambió de tienda y de sastre, cayendo, en palabras de una persona próxima al presidente, "en manos de un pelota profesional que explotó todas sus debilidades".

Camps conoció a El Bigotes en 2006, aunque cuando estalló el escándalo sufrió una amnesia temporal, borrando de su memoria a su "amiguito del alma" hasta que la publicación en EL PAÍS de unas conversaciones telefónicas pusieron en evidencia la estrecha relación que ambos habían establecido a lo largo de dos años. Quedó claro que Pérez obsequió con regalos de mucho valor -"te has pasado 20 pueblos"- a la mujer. Tanto se había pasado que ésta dijo que se los iba a devolver: "No, en serio, no me los voy a quedar".

Pero antes de la relación personal con Camps, Álvaro Pérez se había instalado profesionalmente en Valencia. Orange Market se había registrado en julio de 2003 en Algemesí, una ciudad de 28.000 habitantes situada a 40 kilómetros de la capital. La filial de la trama corrupta del PP empezó a trabajar para el PP y la Generalitat, a la que llegó a facturar cerca de ocho millones de euros en diversas contratas. La relación de El Bigotes con el partido era muy estrecha, tanto que entraba y salía como Pedro por su casa de la sede regional del PP y tenía un acceso fácil al Palau de la Generalitat. En el seno del Gobierno y del PP valenciano, Pérez tenía fama de ser un profesional competente.

Pero vanidad más amistades peligrosas no tienen por qué ser sinónimos de corrupción. No, al menos, para alguna gente. "Paco", dice una fuente del PP, "no se venderá jamás por dinero; pero hay algo que le puede: el halago, le encanta que le hagan la pelota y tiene debilidad por la ropa". Dentro del PP, partidarios y detractores del presidente coinciden en subrayar que Camps sigue siendo una persona honrada. Una persona cercana a Eduardo Zaplana es categórica: "Camps no es maleable en sus convicciones. Es mucho más duro de lo que aparenta, nunca se relaja y no es comunicativo, pero no es un tipo de llevárselos". Los más críticos no le ahorran puyas por la deriva que ha seguido en estos últimos años: "Ha pecado de soberbia. Tiene el pecado capital de la vanidad". "Cómo va a entender lo que le pasa si se cree omnipotente", comenta un destacado cargo del PP. "El poder se le ha subido a la cabeza. Se ha visto cerca del Papa, mantiene relaciones fluidas con presidentes de empresas que cotizan en Bolsa, Ecclestone condiciona la celebración de un campeonato de fórmula 1 a su elección... Está tan por encima del bien y del mal que por eso se equivocó al negar sus relaciones con Álvaro Pérez y negar lo de los trajes".

No es ésta la opinión de un estrecho colaborador del presidente valenciano: "El mejor de la historia en nuestra Comunidad. Un hombre que pone los intereses generales por encima de los particulares. Véase cómo ha afrontado el tema de las células madre. Por sus creencias debería de haber frenado su investigación; pero ha apostado por facilitarla".

Ángel Luna, portavoz socialista en las Cortes Valencianas, no se cree la imagen de bon xic ni la del personaje honesto y austero. "¿Es deshonesto? Con lo que sabemos no se puede sostener la imagen de austeridad ni de honestidad. ¿Buen chico? Es un bonapartista, si por él fuera no se convocarían ni elecciones. Es un personaje con un tremendo apego al poder que desprecia todas las opiniones que no sean las suyas. Implacable contra quienes cree que son sus adversarios. No repara en ningún tipo de manipulación. Miente, oculta y amenaza. Tiene todas las características de una persona autoritaria".

El espejo en el que se miraba Camps desde que empezó en política está roto. Partidarios y adversarios lo saben. Como lo saben los empresarios que acuden a los actos públicos y le aplauden para que la demora en los pagos de la Generalitat no se alargue en demasía.

Pero no está tan claro que lo sepa el personaje que en él se mira. Está convencido, "sabe", que al final se le absolverá. El catedrático de psicología ve en Camps a una persona "entregada a una causa, consistente en salvar Valencia, hacerla más honesta y más auténtica. Pero sus creencias, más que sociales o políticas, son religiosas. Cuanto más duro sea el camino, más valioso será el esfuerzo. Camps se ve a sí mismo como un bon xic que tiene un gran destino por delante que debe cumplir. Salvo que se rompa por el camino".

El personaje se mira en un inexistente espejo en el que sólo se ve él. Tal vez por eso no percibe las sombras que le rodean y que ha tolerado y apoyado a lo largo de sus años de mandato. Políticos tan turbios como Carlos Fabra y otros implicados en múltiples escándalos de corrupción con los que convive sin aparentes muestras de incomodidad.

Cuando se tiene un destino histórico, y Camps siente que lo tiene, todo lo demás es accesorio.

www.elpais.com/articulo/reportajes/espejo/roto/Camps/elpepusocdmg/20090712elpdmgrep_1/Tes

Las entregas de coches bajan un 34,4% en el arranque de julio en la Comunitat Valenciana

VALENCIA.- Las entregas de automóviles han bajado en los diez primeros días de julio un 34,4 por ciento en la Comunitat Valenciana, según datos del Instituto de Estudios de Automoción (IEA).

En toda España, las matriculaciones de automóviles se situaron en 33.634 unidades en los diez primeros días de julio, lo que supone una reducción del 12,6% respecto al mismo período de 2008.

El mes de junio ha resultado de lo más dispar en la Comunitat, en lo que a matriculaciones de todoterreno se refiere. La provincia de Valencia ha tenido un comportamiento bastante positivo, dentro de la continuidad de la tónica bajista de los últimos meses. Respecto al mes de junio de 2008 se ha experimentado un descenso del 18,7 por ciento, inferior incluso al promedio del mercado nacional (-19,3%). El acumulado enero-junio 2009 (-26,8%) también es sensiblemente mejor que el producido en el conjunto del Estado (-27,9%).

En el reverso de la medalla están las otras dos provincias de la Comunitat, con unos datos ciertamente desalentadores para los concesionarios del sector. En el caso de Castelló, realmente un batacazo (-60,12%), que además deja un acumulado anual del -55,2 por ciento, muy alejado del promedio estatal.

Para terminar de enrarecer la situación de nuestro mercado autonómico de TT, Alicante registra también un muy mal dato en junio (-50,8%) pero, en cambio, su acumulado anual (-5,7%) es francamente positivo y tendente a recuperar el tono del año pasado.

En lo atinente a las marcas concurrentes en el mercado TT, destaca la fortaleza en Valencia de dos marcas premium como BMW y Toyota, obteniendo liderazgo Ford. La firma del óvalo también ha sido la más vendida en Alicante, donde le siguen Volkswagen y Toyota. En Castelló ha habido empate en el primer puesto, otra vez con BMW y Ford como protagonistas y con todo un clásico, Land Rover, en la tercera posición.

A nivel nacional es líder Ford, con otros dos clásicos del TT como Suzuki y Toyota en las otras dos posiciones de honor.

En el mes de julio, el mercado automovilístico sigue atenuando las fuertes caídas con las que comenzó el ejercicio, después de cerrar el mes de junio con un retroceso del 15,9%, la menor caída desde abril de 2008, gracias principalmente a las ayudas directas a la compra contempladas en el Plan 2000E.

Al mismo tiempo, las ventas de coches a particulares, principal canal del mercado y al que se dirigen las ayudas del Plan 2000E, cerraron los diez primeros días de julio con un crecimiento del 24,2% y un volumen de 21.821 unidades. En junio, las matriculaciones por parte de particulares aumentaron un 14,5%.

Por su parte, las compras efectuadas por parte de empresas de alquiler siguen marcando una acusada tendencia a la baja, con una reducción del 47,5% en los diez primeros días de julio y un total de 5.756 unidades.

Las ventas a empresas no alquiladoras se situaron en 6.057 unidades entre los pasados días 1 y 10 de julio, lo que se traduce en una notable disminución del 39,2% en comparación con el mismo período del ejercicio precedente.

Por comunidades autónomas, llama la atención el fuerte incremento de las matriculaciones durante los diez primeros días de julio registrado en Navarra (+60,3%), en Galicia (+42,8%) y en Extremadura (+36,1%).

Además, las ventas de coches crecen en otras seis comunidades autónomas: Asturias (+28,4%), Castilla-La Mancha (+21%), Baleares (+20,8%), Castilla y León (+17,8%), Murcia (+12,9%) y País Vasco (+5,5%). Las matriculaciones aumentan también un 0,9% en Ceuta y Melilla.

En cambio, las entregas de automóviles bajan en el arranque de julio en Canarias (-47,2%), Comunitat Valenciana (-34,4%), Madrid (-19,9%), Andalucía (-15,8%), Cataluña (-10,1%), La Rioja (-7,8%), Aragón (-3,4%) y Cantabria (-0,9%).

Llamazares pregunta al Gobierno sobre la actuación de la Inspección en la empresa en la que perdió un brazo un empleado

VALENCIA.- El diputado de IU en el Congreso Gaspar Llamazares ha registrado una pregunta al Gobierno para conocer la actuación de la Inspección de Trabajo en la empresa de Real de Gandia en la que el pasado mes de mayo un trabajador perdió su brazo izquierdo presuntamente como consecuencia de un accidente de trabajo.

Llamazares señala en el texto de la pregunta, que después del accidente "se ha hecho público y notorio" que el trabajador, un inmigrante de origen boliviano, había ocupado durante dos años un puesto de trabajo en la empresa Horno Rovira Safor, S. L., por el que percibía una remuneración diaria de 23 euros, "sin que interviniera contrato, alta en la Seguridad Social ni formación para el trabajo que ocupaba".

El diputado de IU pretende conocer si se había producido algún tipo de actuación de la Inspección de Trabajo en esa empresa antes del accidente, registrado en la madrugada del 27 al 28 de mayo, y, si fue así, "cuándo se realizó la intervención y con qué resultado". Además, inquiere sobre "qué medidas piensa tomar la Inspección de Trabajo" tras lo ocurrido.

Frans Rilles Melgar, de 33 años, perdió el brazo el pasado 28 de mayo en una panificadora de la localidad valenciana de Real de Gandia, en la que trabajaba sin contrato desde hace algo más de año y medio. En el momento del accidente, el trabajador se encontraba amasando 40 kilos de harina y, cuando se le cayó una bolsa, se le quedó enganchado el brazo izquierdo en la máquina.

Tras el incidente, el jefe del joven lo subió a su vehículo para llevarlo al hospital San Francisco de Borja de Gandia, aunque unos 50 metros antes de llegar, le obligó a bajar y lo abandonó en plena calle, según denunció la hermana del herido, Silvia.

Un viandante fue el que ayudó al joven a llegar al servicio de Urgencias del hospital de Gandia, y una vez allí los médicos se pusieron en contacto con el cirujano Pedro Cavadas y su equipo para ver si le podían reimplantar el brazo, que había sido tirado por los empresarios a un contenedor, según la denuncia.

El trabajador fue trasladado hasta el Hospital Virgen del Consuelo de Valencia, para tratar de llevar a cabo el reimplante, aunque no se pudo realizar dado que el brazo amputado se encontraba en muy mal estado.

El número de inmigrantes irregulares aumentó en el último año por la crisis económica, según el Consell

VALENCIA.- El número de inmigrantes irregulares aumentó en el último año por la crisis económica, tal y como se dio a conocer en la V edición de la Escuela de Acogida, 'Solidaridad en Tiempos de Crisis', organizada por la Fundación CeiMigra abordó este año.

Entre otras causas que explican el incremento de la irregularidad, se encuentran el freno de los canales regulares de la inmigración, la no ejecución de las órdenes de expulsiones que, a su vez, impiden acceder al arraigo, la pérdida del empleo y la imposibilidad de incorporación de los menores a la vida social y laboral, según informaron fuentes de la Generalitat en un comunicado.

Durante tres días, los más de 50 participantes tuvieron la oportunidad de abordar la situación actual de la inmigración desde un punto de vista social y laboral. Unas jornadas, que tal y como señaló el representante de la Fundación CeiMigra, Josep Buades, concluyeron con la "necesidad de ir más allá de la mera sensibilización, de detenerse en los derechos humanos, y abordar la inmigración desde la lógica social y ética".

En la Comunitat residen actualmente un total de 131.398 inmigrantes extracomunitarios sin la documentación pertinente. Una cifra que supone que el 32,9 por ciento de las personas llegadas desde países no miembros de la Unión Europea son indocumentados.

El conseller de Inmigración y Ciudadanía, Rafael Blasco, destacó que "espacios como el CeiMigra posibilitan el contacto y el trabajo conjunto entre la administración y los actores sociales, y que desde el Gobierno Valenciano se está "trabajando por la construcción de un marco normativo y social que permita garantizar los derechos de los extranjeros en toda la Comunitat y su integración".

Las previsiones de los extranjeros que se acogen al retorno voluntario "no se cumplieron", según Blasco. Entre los motivos se encuentran, por una parte, la "fuerte burocracia" que conlleva el trámite. Por otra, los extranjeros que se acogen al retorno voluntario son aquellos que, por regla general, no llevan mucho tiempo en la Comunitat y, por lo tanto, no se encuentran integrados plenamente ni a nivel social ni laboral.

En este sentido, Blasco destacó que los inmigrantes "seguirán llegando a las costas españolas a pesar de la situación económica". Conscientes de ello, la Generalitat "ha apostado por un pacto de inclusión social y empleo", como son el Pacto Valenciano por la Inmigración y el Pacto Local por la Inmigración, que reúnen a la administración autonómica y local, así como a empresarios, sindicatos y sociedad civil.

La Escuela de Verano ha puesto de relieve la "dualidad" del mercado laboral --regular e irregular--; así como una tendencia hacia un mercado que "requiere menos mano de obra y más cualificada, y el surgimiento de nuevos mercados y oportunidades como el Medio Ambiente"

Tal y como pusieron de relieve estas jornadas, la formación de los extranjeros es crucial para la integración. De ahí que el Consell y el CeiMigra pusieron sus esfuerzos en la formación. Más de 2.411 inmigrantes se formaron durante el primer semestre del 2009.

De ahí que está edición haya contado, también, con la presencia de una gran representación de entidades del mundo laboral, como son Fevecta, Imedes, Luna Promotora Social, Obreras de la Cruz o CC.OO, que abordaron la importancia de las redes sociales desde lo laboral.

De la Vega dice que el PP "no entiende que no hay arreglos a medida" y exige que "dé cuenta" de sus actos

MADRID.- La vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, indicó hoy que el PP "no entiende que no hay arreglos a medida" y añadió que la única vía posible para los 'populares' es "el cumplimiento de las obligaciones y dar cuenta de los actos", ya que en esto se sustenta la democracia.

En una clara referencia a las acusaciones que pesan contra el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, en la investigación sobre el 'caso Gürtel', durante su participación hoy en un encuentro-coloquio con jóvenes en el marco de los cursos de verano de la Fundación Jaime Vera que se celebran en Galapagar, la vicepresidenta aseguró que "cada día" se puede ver como el PP "falta a la responsabilidad".

"El PP hace una muestra clara y constante de no saber lo que es responsabilidad y respeto, de no saber que el fundamento del Estado de Derecho es respetar a la ciudadanía, y darle cuentas", indicó.

Explicó que resulta evidente que "han perdido" estos valores cuanto se les "oye decir" que "es estrafalario o absurdo dar explicaciones".

"La primera obligación de un político es explicar y dar cuentas y no entienden que esa responsabilidad no es medible ni cuantificable ni tiene precio".

"La dignidad no se somete a rebajas ni la ética política es susceptible de un arreglo", apostilló.

Fernández de la Vega citó, durante el encuentro en el que participaron más de un centenar de jóvenes, una frase pronunciada por Mariano Rajoy: "los políticos tienen que tener unos comportamientos acordes con lo que dice la razón, la ética y la propia convicción del político".

Después de pronunciarla, la vicepresidenta explicó que el líder de la oposición pronunció estas palabras en referencia a un miembro del PSOE que "no tenía ningún procedimiento judicial abierto".

"¿Se puede tener más cinismo?", se preguntó.

A este respecto concretó que el PP "no conoce la razón y la ética o la ha perdido".

"Ninguna de ambas cosas es admisible, frente a esta situación hay que hacer valer la prioridad del interés público y la responsabilidad", concluyó.