miércoles, 31 de mayo de 2017

Sogorb admite discrepancias en las previsiones de beneficios de 2011 de la CAM

MADRID.- El ex director general de Planificación y Control de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) Teófilo Sogorb, dijo este miércoles en el juicio contra ocho exdirectivos de la caja que las previsiones de beneficio para 2011 hechas por la propia entidad diferían de los presupuestos que se utilizaron para la fallida fusión con otras cajas.

A preguntas del fiscal, Sogorb explicó que la entidad redactó unos presupuestos con la información aportada por los distintos departamentos, que después eran contrastados con auditores internos y externos y con firmas como Boston Consulting o Analistas Financieros Internacionales (AFI).
De ahí que hubiera discrepancias entre esos documentos de trabajo y los que finalmente se aportaron al plan estratégico al que dio el visto bueno el Banco de España y que se emplearon en la fallida constitución de un SIP (sistema de protección de activos) con otras cajas.
Además, una vez intervenida la entidad, en julio de 2011, el FROB modificó sus criterios, por lo que "resultaba imposible conocer la imagen fiel de la entidad".
Para la constitución del SIP, explicó, previamente a la firma del contrato era necesario que el Banco de España autorizara un plan estratégico de integración, "y así se hizo en este caso", con las cuatro cajas.
En junio de 2010 se hizo llegar a la comisión ejecutiva del Banco de España ese plan estratégico, que fue aprobado por el organismo, que establecía planes de actuación con despidos, cierre de oficinas y otros puntos.
En ese plan estratégico se incluían los objetivos de la caja para 2011, con 218 millones de euros comprometidos como beneficio, aunque después se vio que si no se actuaba, dada la delicada situación económica del país, habría resultados negativos.
Cuando el fiscal Luis Rodríguez Sol le pregunto si en las reuniones previas a la constitución del SIP se llegaron a poner sobre la mesa los documentos que mostraban que la caja tendría unos resultados negativos de 400 millones de euros, Sogorb aseguró que él no lo presentó.
Sí explicó que Roberto López Abad y Dolores Amorós, ambos acusados en la causa, estaban al corriente de toda la información, el primero como director del Banco Base en ese momento y la segunda como directora general.
En el plan estratégico, indicó, figuran unos resultados y en las previsiones tendenciales, otros, siendo éstas últimas peores que las primeras, aunque en todo caso perfectamente conocidas por el grupo de trabajo del Banco Base.
Sogorb expresó la tranquilidad que proporcionaba contar con la presencia constante, "todos los meses del año" de los auditores externos de KPMG, que intervenían en la supervisión de la redacción de los estados financieros y de todo tipo de informes.
Acerca de las titulizaciones de activos, explicó que la caja encargó un peritaje externo realizado por KPMG Asesores para que evaluara si las opciones de las que disponía la caja podían ser dadas de baja del balance de resultados, una maniobra permitida por la normativa contable del Banco de España siempre que no afectara a las dotaciones de capital.
Sin embargo, una posterior revisión de la situación del primer semestre de 2011 puso de manifiesto "otras opciones", desconocidas por el propio equipo de Sogorb, cuyo riesgo no habría sido trasferido y que infló las cuenta de resultados en 168,8 millones de euros.
Un "problema" que, dijo, comunicó a uno de los administradores del FROB que dirigieron la CAM tras su intervención, quien a su vez solicitó un informe específico que llevó a la "reexpresión" contable.
Cuestionado acerca de su papel al frente del departamento, aseguró que sólo el área de inversiones, liderado por el también acusado Francisco José Martínez, conocía que estas opciones no habían aparecido en la contabilidad, descartando cualquier responsabilidad directa sobre estas operaciones como sí le atribuye uno de los peritajes aportados a la causa.
"Yo no he ocultado nada al FROB", insistió a la sala.
Asimismo, defendió la política de dotación de provisiones y recordó que, tras una circular del Banco de España que ampliaba el volumen de estos colchones, la CAM empleó un 90% de fondos genéricos para hacer frente a las nuevas exigencias, aunque hasta ese momento la dotación para provisiones se elevaba al 125 %.

La banalidad de la CAM / Ángel Montiel *

Hannah Arendt nos alertó sobre ´la banalidad del mal´ al detectar que detrás del horror sólo hay mediocridad. Esta evidencia añade horror al horror, pues ni siquiera cabe que las víctimas puedan acogerse a una implacable predestinación, sino que lo son de parte de lectores del Marca y de apacibles jugadores de dominó. Gente corriente. 

Modesto Crespo, presidente del Consejo de Administración de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, declaró ayer en sede judicial que su función se limitaba a acompañar a señoras a comprar bolsos o a recibir homenajes del Misteri del Elche, y que no tenía ni pajolera idea de lo que se traficaba en la CAM, entidad que presidía. 
Todo esto no lo expuso como autocrítica, sino como excusa para zafarse de responsabilidad. Y en boca de un empresario que, como tal, debiera tener conciencia de lo que significa presidir un Consejo de Administración. Probablemente, como presidente del Consejo de su empresa particular no se dedicaría a comprar bolsos para las señoras de sus clientes, sino que llevaría las cuentas al céntimo. Mediocre hasta el final y, por tanto, exponente del horror. 

Porque podría haber dicho con mayor convicción: yo era un lacayo de Gerardo Camps, consejero de Economía de la Generalidad valenciana; gracias a mi cargo me llevaban en andas en mi pueblo donde hasta entonces era un simple vendedor de coches; mi posición me permitía hacer favores importantes, gozar de privilegios insospechados, acceder a préstamos y concederlos, figurar como un santón por donde quiera que fuera, meter miedo a quien me importunara, ser mirado con alguna delectación imposible en otra circunstancia por determinado tipo de señoras, además de almorzar y cenar en los mejores restaurantes, probar los más exclusivos caldos, ser invitado e invitar, cobrar dietas por fichar en reuniones somnolientas en que se decidía sobre el destino y los sueños de miles de personas, viajar gratis total por el planeta Tierra, dormir en los mejores hoteles, ser transportado en vehículos de alta gama por chóferes expertos y discretos, aparecer ante mi mujer y mis hijos como un hombre extraordinario aunque ocultándoles que no disponía de otro mérito que el de haber sido elegido como un mindundi necesario para hacer el trabajito sordo (es decir, sucio) al estamento político, constituido a su vez por otros lectores del Marca, como el figura que preside el país. 

Todos del mismo nivel intelectual y moral. Y lo peor es que ponen en mal lugar a un gran periódico como el Marca y a un juego entretenido como es el dominó. Arrasan con todo. 
Podría haber concluido Crespo su declaración de manera más sincera: «Sí, soy el responsable por omisión de la ruina de miles de incautos clientes de la CAM que se dejaron engañar por las cuotas participativas, fui el presidente de la entidad que para mantener mi culo en sillones de cuero curado ignoró que se falsificaban los resultados de la entidad sólo con el propósito de que sus gestores cobraran incentivos mientras la marca se venía abajo, soy el tipo que se cargó la CAM, la caja de ahorros más potente y confiable, que tuvo que ser rescatada con el dinero de todos para ser vendida por un euro al Banco de Sabadell».

Pero es verdad que todo esto le sobrepasa, sin duda. Es posible que ni siquiera sea consciente del desastre. Tal vez aún espera que sus amigos vengan a rescatarlo también a él, que sólo se prestó a figurar mientras los más listos, como Roberto López Abad, exdirector general, se jubilaban anticipadamente a la hecatombe con la soldada del historial laboral de mil obreros, según el cálculo espinosiano. 

Lo terrible es que nuestra ruina personal y colectiva se debe a estos pobres hombres, a los que ni siquiera podemos reprochar una maldad intencionada. Son así, un producto colateral y vulgar del poder, que a su vez es una máscara detrás de la cual sólo hay otros lectores del Marca, también inconscientes del daño que nos hacen. Es la banalidad absoluta, conformada por honestos padres de familia a los que políticos desalmados nombraban para altos cargos del poder financiero con la exclusiva obligación de acompañar a las señoras a comprar bolsos y que después se daban golpes de pecho como ridículos meapilas y falsos devotos en las fiestas de Elche. 

Ostentaban la representación de un mundo inamovible, perpetuo, que de pronto se vino abajo, y andan perplejos: «Yo sólo era un mandao». Pero los recuerdo. A los dos. Los veías y veías el Poder. A su alrededor todo eran sonrisas. Había gente que esperaba que le dijeran: «Pasa por mi despacho». Y así podrían llegar a final de mes. Eran dioses. Mediocres y banales. Objetivamente, malvados. 



El horror, según Hannah Arendt.



(*) Columnista

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/05/31/banalidad-cam/833700.html