El nombre de esta calle del céntrico barrio de Mayfair, también llamada "milla de oro de la sastrería", es conocido en el mundo entero como el referente masculino de la alta costura, lo que ha atraído a otros sastres y empresas que tratan de beneficiarse de su ilustre reputación sin respetar las reglas del gremio.
El auténtico traje 'Savile Row bespoke', cuyo exquisito corte sigue seduciendo a monarcas, políticos, artistas y empresarios, está hecho a medida sobre el cliente y a mano de principio a fin en un solo lugar.
"No existe nada antes de que el cliente haga su encargo", afirma Anda Rowland, vicepresidenta de la sastrería Anderson and Sheppard y miembro de la junta directiva de la Asociación Savile Row Bespoke, que agrupa desde 2005 a una docena de establecimientos.
Ante la atenta mirada del 'maestro patronista', Rowland explica que sus expertos dibujan patrones individualizados a partir de las 27 medidas que toman a los clientes, y luego los sastres elaboran las prendas de la misma manera artesanal que hace 100 años.
"Hasta nueve personas participan en la confección de un traje, que implica unas 50 horas de trabajo", además de al menos tres pruebas para que se ajuste impecablemente al cliente, agrega esta mujer que aún no ha cumplido los 40 años y que hace cinco asumió las riendas del negocio familiar.
El precio de este lujo reservado a una elite ronda las 3.000 libras (alrededor de 3.300 euros), seis veces más que los trajes que se venden incluso en la misma calle, a menudo producidos en fábricas a partir de patrones estándar y a los que se les realizan algunas modificaciones en función de las características del cliente.
La movilización se intensificó después de que la autoridad británica de regulación de la publicidad (ASA) dictaminara en 2008 que un sastre instalado de Savile Row que vendía trajes a 500 libras hechos parcialmente a máquina en el extranjero podía a pesar de todo utilizar el término 'bespoke'.
"En estas condiciones, hay que actuar para ayudar a los clientes a entender lo que es verdadero y lo que es falso", declaró Rowland.
Savile Road Bespoke, creada en 2005 inicialmente para luchar contra una brusca subida de los alquileres, ha empezado por registrar la marca en Gran Bretaña, en Europa, en Estados Unidos y en Japón.
El nuevo "sello de calidad" aparecerá pronto en todos los establecimientos asociados y a lo mejor también en sus prendas, una pequeña revolución que suscita todavía reticencias en este discreto mundo que desde siempre oculta púdicamente sus sobrias etiquetas en el interior de los bolsillos.
"La próxima etapa es ver cómo podemos conseguir una 'denominación de origen' europea que nos proteja contra las innumerables personas que usan los términos 'bespoke' y Savile Road", señala Rowland, quien también ha visto estas palabras asociadas a gafas, perfumes e incluso palos de golf.
'Savile Road Bespoke' representa globalmente un muy pequeño mercado de 22 millones de libras anuales, el equivalente de unos 7.000 trajes de chaqueta y pantalón.
Fundada en 1906, Anderson and Sheppard produce 1.500 cada año, todos ellos repertoriados desde el principio en los libros que ornan las estanterías de madera oscura del establecimiento y que encierran los datos y medidas de sus clientes, desde Fred Astaire hasta el príncipe Carlos de Inglaterra, pasando por Kate Moss, aunque es excepcional que vista a las mujeres.
Sin embargo, no todos son supermodelos. "Si uno no es físicamente perfecto, podemos hacer que luzca bien. Somos como un cirujano plástico", explica John Hitchcock, maestro patronista, que supervisa todo el proceso de confección.
El sector, indiferente a las modas, no ha notado los efectos de la crisis, y registra un aumento del número de pedidos del 20% en septiembre y del 15% en los primeros días de octubre con respecto al mismo periodo del año pasado.
"Gracias a Dios no dependemos de la City para ganarnos la vida", señala Anda Rowland, que presume de una clientela compuesta por personalidades del mundo de las artes y empresarios.
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