En España la corrección política exige criticar
siempre al candidato republicano en las elecciones de EEUU. Sin embargo,
el rigor y la verdad demandan un análisis un poquito más profundo.
Como
abordé en mi anterior artículo[1], la cuestión de fondo de estas elecciones es saber qué candidato plantará cara al poder desbocado del Deep State
(o complejo militar-industrial, sobre el que nos advirtió Eisenhower),
que se ha convertido hoy en una grave amenaza para el proceso
democrático y para la libertad de expresión en EEUU.
Pero
comprender bien lo que está en juego exige recordar qué ha ocurrido en
aquel país desde la llegada de Trump. Lo que van a leer es la historia
fidedigna de lo acontecido, y es muy diferente de lo que han leído en
los medios. La diferencia estriba en que esta historia está basada en
hechos reales.
El Deep State le declara la guerra a Trump
Ante la inesperada victoria de Trump en 2016, el Deep State,
que durante los anteriores ocho años había tenido una fácil
cohabitación con un presidente que se limitaba a admirarse en su
espejito mágico, reaccionó rápidamente: si no había podido impedir la
llegada al poder de quien consideraba un incontrolable outsider,
al menos paralizaría su acción de gobierno.
Con este objeto, supo tejer
una pegajosa telaraña de mentiras que obligó a Trump a estar a la
defensiva durante su primer mandato impidiéndole desarrollar su
pretendida política de distensión con Rusia, que tanto bien habría hecho
al mundo, pero que el Deep State consideraba una amenaza
existencial.
En efecto, si Rusia dejaba de ser un país enemigo perdería
una parte importante de su misión, presupuesto y poder. Ello también
afectaría a la OTAN, convertida tras la desaparición del Pacto de
Varsovia en un simple mercado cautivo para la industria armamentística
norteamericana, es decir, en un puro negocio centrado en la búsqueda de
nuevos clientes (o países miembros, como creo que se les llama) y basado
en mantener vivo al fantasma de la amenaza “soviética”.
La falsa colusión con Rusia: una caza de brujas
El arma principal que utilizó el Deep State
para paralizar a Trump fue pregonar, con el apoyo entusiasta de los
medios, una supuesta colusión de éste con Rusia. El «complot Trumputin»
se convirtió en el relato oficial, aunque ya en 2017 los lectores de
este blog sabían que «la supuesta colusión entre el gobierno de Rusia y
Trump es tan creíble como las armas de destrucción masiva de Irak, es
decir, una patraña, una invención, una infantilidad, una estupidez, humo[2]».
Años después, tuvimos la confirmación oficial: sendas investigaciones
realizadas por dos fiscales especiales concluyeron que todo había sido
un completo bulo.
El primer fiscal especial, Robert Mueller, había
sido director del FBI durante 12 años bajo dos presidentes de distinto
signo. Era, por tanto, «uno de los nuestros» para el Deep State, alguien que «removería cielo y tierra[3]»
para conocer la verdad. ¿Había habido un complot entre el gobierno de
Rusia y Trump?
Tras dos años de exhaustiva investigación, el informe
Mueller concluyó de mala gana que no[4].
Según el resumen que hizo el entonces fiscal general Barr, «la
investigación no ha encontrado que ningún miembro de la campaña de Trump
ni ningún ciudadano norteamericano conspirara o se coordinara con el
gobierno de Rusia en actividades de interferencia en las elecciones».
Tampoco encontró «ninguna conspiración para violar la ley de EEUU por
parte de personas ligadas a Rusia o de ninguna persona asociada a la
campaña de Trump[5]». Todo había sido un invento.
Un FBI politizado
Pero
además de la acusación de colusión, a Trump le acusaron de un supuesto
delito de obstrucción a la justicia, sospecha creada por el director del
FBI James Comey tras ser defenestrado por el presidente.
Sobre esta
acusación, absurda si no había habido un delito previo de colusión, el
dictamen de Mueller fue deliberadamente ambiguo, posiblemente para no
dejar en mal lugar a su amigo Comey: «Aunque este informe no concluye
que el presidente Trump cometió un delito, tampoco lo exonera[6]».
Esta ajurídica conclusión que, sin encontrar indicios de delito, obvia
la presunción de inocencia, llevaría al fiscal general Barr a sentenciar
que Trump tampoco había intentado obstruir la acción de la justicia.
Posteriormente,
una auditoría de la actuación del FBI llevada a cabo por el fiscal
especial Durham revelaría que todo había sido una caza de brujas. El FBI
«no había respetado su importante misión de mantener una estricta
fidelidad a la ley» y había tratado de forma distinta a Hillary Clinton y
a Donald Trump.
Asimismo, las intrusivas órdenes de vigilancia física,
telefónica y electrónica de miembros de la campaña Trump fueron forzadas
por el lenguaje manipulador de un abogado del FBI que habría cometido
«una infracción penal».
Durham también denunció que el FBI continuó con
dicha vigilancia a pesar de que ya entonces creía que «no existía causa
probable para creer que el objetivo estaba participando a sabiendas en
actividades clandestinas de inteligencia en nombre de una potencia
extranjera».
Finalmente, el FBI también habría omitido «información
exculpatoria significativa que debería haber impulsado el reexamen de la
investigación[7]».
El Deep State sale del armario
El prestigio del FBI recibió otro varapalo en agosto de este año, cuando, en una carta al Departamento de Justicia[8],
Mark Zuckerberg, presidente de Meta, acusó al gobierno Biden de haberle
«presionado» para censurar contenidos del covid (muchos de los cuales
se comprobaron veraces) y al FBI de advertirle de forma engañosa sobre
una supuesta campaña de desinformación rusa sobre Biden y su familia
poco antes de la aparición de la noticia del contenido de un portátil
del hijo de Biden, que Facebook habría censurado erróneamente por ese
motivo[9].
La
prensa, cómo no, silenció esta carta. Algunos medios mencionaron el
párrafo sobre el covid, pero callaron el siguiente sobre la acusación al
FBI[10].
El
portátil de Hunter Biden no sólo mostraba explícitamente la adicción
del hijo del presidente a la droga, la prostitución y el sexo, sino que
«Hunter Biden había utilizado la posición y la influencia de su padre,
el ahora presidente Joe Biden, en beneficio propio con el aparente
conocimiento del presidente», tal y como resumió el Comité de
Inteligencia del Congreso de los EEUU[11].
Pues bien, a pesar de la absoluta veracidad de la historia del portátil
de Hunter Biden, 51 exfuncionarios de inteligencia (incluyendo
exdirectores de la CIA y de la NSA) intentaron desacreditarla para que
no perjudicara la campaña de Biden asegurando en una declaración pública
que tenía «todas las características clásicas de una operación de
información rusa».
Algunos de los firmantes seguían en nómina de la CIA[12]. ¿Y algunos aún creen que el Deep State no participa en las elecciones?
Todo
lo mencionado pone de manifiesto que el principal papel que ha jugado
Donald Trump en la política norteamericana no ha sido su trascendente
papel provida, al lograr una mayoría conservadora en el Tribunal
Supremo, ni tampoco su afán desregulador o su crítica a la estafa
climática y al globalismo de la corrupta OMS, sino el hecho de obligar
al Deep State a salir a la luz por primera vez en la historia.
Biden recibe una oferta imposible de rechazar
Durante la presidencia de Biden, que posiblemente no sabía ni lo que firmaba, el Deep State logró
el cénit de su poder y se juramentó para evitar a toda costa la vuelta
de Trump. Para ello intentó intimidarle con una serie de ofensivas
judiciales ad hominem basadas en conductas artificialmente
exageradas.
Resulta dudoso que, de ser el acusado otra persona, se
hubiera puesto en marcha ningún proceso. Sin embargo, Trump no se
arredró, y sus procesos judiciales ―alguno de los cuales está pendiente
de sentencia― fueron arrastrados por el viento, algo lógico, dada su
liviandad.
Una vez quedó claro que Trump iba a presentarse y que las encuestas le daban ganador, el Deep State
y la otra parte interesada, el Partido Demócrata, hicieron lo imposible
por lograr que Biden dejara paso a otro candidato.
Aprovecharon su
penosa actuación en un debate para evidenciar un deterioro cognitivo que
llevaba años siendo más que evidente para cualquiera que tuviera ojos, y
ocultaron la razón real, que era simplemente que las encuestas le
mostraban como claro perdedor[13].
Sin embargo, no contaban con la arrogancia de Biden, su adicción al
poder y su miedo a que las dudosas actividades económicas de su familia
pudieran ser objeto de escrutinio público.
Por ello se aferró de
tal modo a la presidencia que hizo falta un golpe de Estado palaciego
muy poco democrático para “convencerle” de que no debía presentarse a la
reelección.
Así, en unos días en los que se mantuvo aislado y encerrado
en su casa de Delaware por un supuesto covid, Biden probablemente
recibió «una oferta que no podía rechazar» y, tras sólo cuatro años en
el poder y tras ganar las primarias
de su partido, comunicó que no se presentaría (algo sin precedentes en
la historia de EEUU) un día después de haber asegurado exactamente lo
contrario.
De forma ciertamente opaca, utilizó para renunciar un texto
de su cuenta de Twitter en vez de hacerlo en persona, como habría sido
lógico. De forma más extraña aún, en dicho texto no anunció su apoyo a
Harris, lo que hizo la misma cuenta 24h después. De forma elocuente,
Obama tardaría cinco largos días en apoyar públicamente a Harris.
La probable victoria de Trump
Y
así llegamos a las vísperas de unas elecciones sobre las que parece
obligado realizar un innecesario pronóstico, pues basta con esperar unos
días para conocer los resultados. En mi opinión, Trump ganará. Estos
son mis argumentos.
Primero, Kamala Harris es una mala candidata
elegida sólo porque no había tiempo ni consenso para elegir otro. Por
distintas razones, varios medios afines han decidido no respaldarla
explícitamente, como el Washington Post, que no va a apoyar a ningún
candidato por primera vez en 36 años[14].
Esto tiene mérito, pues sólo el 3% de los periodistas norteamericanos se identifica como republicano[15] (en España, el porcentaje será inferior, aunque en el gremio no sepan muy bien lo que es un porcentaje).
Harris
siempre fue una vicepresidenta de doble cuota (por sexo y raza), y ha
sido siempre muy impopular, sea por su izquierdismo radical, por su
insondable vacío intelectual o porque no transmite confianza.
Cuando se
retiró de las primarias del 2020 que ganaría Biden, Harris se encontraba
en sexta posición con sólo un 3,9% de apoyo de votantes de su partido[16],
y una vez en el poder las encuestas han mostrado repetidas veces que ha
sido la vicepresidenta más impopular de la historia de EEUU[17].
Esta impopularidad sólo se vio frenada cuando Biden fue forzado a
retirarse, pues el factor novedad y el apoyo entusiasta de los medios de
comunicación contrarios a Trump (casi todos) aupó temporalmente a
Harris en las encuestas.
Sin embargo, los medios están hoy muy
desacreditados (el 70% de los norteamericanos desconfía de ellos, con
razón[18]), y el bluf dependía de mantener a la candidata escondida del ojo público. El tiempo jugaba en su contra. Ahora el soufflé ya se ha desinflado, como pronosticaban no pocas voces de su propio partido.
En
segundo lugar, en estas elecciones no existe la brutal censura que
existió en el 2020 para favorecer a Biden. Por cierto, el hecho de que
existiera una censura destinada a favorecer al líder de la oposición y
no al presidente en ejercicio supone otro indicio más de la existencia
de un Estado dentro del Estado.
Cuatro años más tarde Twitter es de
nuevo una red social libre gracias a ese gran defensor de la libertad de
expresión llamado Elon Musk (que apoya a Trump), y Facebook ha decidido
ser más prudente tras entonar su mea culpa de agosto.
Dos extraños intentos de asesinato
Otro
factor que va a influir en las elecciones es el valor demostrado por
Trump tras sobrevivir a su primer atentado, resumido en su icónica
imagen, desafiante, con sangre en la cara y el puño en alto.
El hecho de
sufrir no uno sino dos intentos de asesinato, y las circunstancias que
rodean a ambos, resulta extraño: los medios han corrido rápidamente un
tupido velo y seguimos sin conocer los motivos de los autores ni ningún
detalle sobre sus vidas pasadas. Tampoco sabemos cómo llegaron tan cerca
de Trump.
Respecto al primer atentado, cualquiera que conozca de
cerca cómo funciona el Servicio Secreto estará de acuerdo en que tal
fallo de seguridad resulta difícil de creer. La entonces directora del
Servicio Secreto, tan woke como incompetente, esgrimió que en aquel tejado no había agentes «porque estaba inclinado»[19],
declaraciones ridículas y, por tanto, poco aclaratorias.
Fue obligada a
dimitir. Tampoco despejaron las dudas las politizadas declaraciones del
director del FBI, que defendió que no estaba claro si lo que hirió a
Trump en la oreja fue una bala o un trozo de cristal (declaraciones que
el propio FBI se vio obligado a desmentir a las pocas horas)[20].
El hecho es que Trump tenía una protección claramente deficiente y que
los motivos de que así fuera son turbios, pues había solicitado
repetidas veces mayor seguridad y se le había denegado[21].
Asimismo, se le denegó protección del Servicio Secreto al candidato
independiente Robert Kennedy (que acabó apoyando a Trump) a pesar de
solicitarlo en seis ocasiones[22].
Por
otro lado, el segundo intento de atentado también genera interrogantes:
¿cómo sabía el tirador, que no era local, que Trump iba a jugar al golf
en ese club ese día? No nos han dado ninguna respuesta y el caso se ha
enterrado con igual rapidez, pero el hecho es que, de no ser por la
profesionalidad de un agente del Servicio Secreto, pocos minutos después
el tirador habría tenido un blanco sencillo.
La sombra del 2020
Otra cuestión que marca una diferencia con las elecciones del 2020 es la inexistencia de agitación en las calles como la de Black Lives Matter.
Este movimiento típicamente marxista, supuestamente surgido a raíz del
homicidio de un hombre negro por parte de un policía blanco, no tenía
nada de espontáneo y desapareció mágicamente el día que Biden ganó las
elecciones.
Ahora su fundadora ha sido acusada de usar como vivienda
personal una mansión comprada gracias a las ingenuas donaciones
recibidas por su movimiento[23] (comportamiento típicamente marxista).
Pero
quizá el elemento que más apunta a una victoria de Trump es la
motivación de una gran masa electoral que cree que en el 2020 hubo
fraude. En efecto, más del 36% de los norteamericanos cree que las
elecciones del 2020 fueron fraudulentas y que Biden ganó ilegítimamente[24],
y no les culpo.
Los resultados definitivos tardaron semanas en
conocerse, en estados clave se dieron vuelcos estadísticamente extraños
(de una probabilidad a priori enormemente baja) , por lo que la duda es
racional y no fruto de ninguna fiebre conspiratoria.
No debe sorprender,
por tanto, que las más recientes encuestas muestren que casi el 60% de
los norteamericanos (y el 88% de los republicanos[25])
están preocupados por la posibilidad de que también pueda haber fraude
electoral en estas elecciones.
No obstante, la existencia de un
precedente disminuye la probabilidad de que se repita, y el voto por
correo, punto flaco de cualquier proceso electoral (al no garantizarse
la cadena de custodia) ha vuelto a niveles normales tras doblarse en
2020 por el covid.
Finalmente, la Administración Biden-Harris ha sido muy mediocre en todo salvo en su agresiva promoción de la barbarie woke,
y la población le culpa de la empobrecedora inflación post-covid, la
mayor en los últimos 40 años, y del increíble aumento de la inmigración
ilegal, causada en gran medida por la derogación de varias órdenes
ejecutivas de Trump.
Se calcula que en los últimos cuatro años han
podido entrar ilegalmente en EEUU entre 10 y 20 millones de personas[26], más del triple que durante la presidencia de Trump[27].
Termino recordando que estas elecciones son entre Trump y “Deep State” Harris y no entre Trump y la Madre Teresa de Calcuta, como parecen creer algunos que se centran en críticas ad hominem
de uno solo de los candidatos. En EEUU (al contrario que en España) sí
hay diferencias acusadas entre ambas alternativas.
Como han entendido
muchos, Trump significa menos regulaciones y menos impuestos, una
reversión de la perversa ideología woke, un freno al globalismo
de Davos, con su estafa del cambio climático y su intento de golpe de
Estado de la OMS y, ante todo, una defensa de la libertad de expresión y
una contención del poder del Deep State.
Harris personifica
exactamente lo contrario.
Quizá por ello, el respetado historiador
británico Niall Ferguson ha escrito que Harris supone una mayor amenaza
para la democracia que Trump, en EEUU y en el resto del mundo[28].
Por
todo ello, a pesar de los obvios defectos de Trump, de sus jactanciosos
simplismos en política exterior, de su afán proteccionista y de su
imprudente expansionismo fiscal (algo que comparte Harris), reconozco
que, si fuera norteamericano, tendría meridianamente claro a quién votar
la semana que viene.
(*) Economista español
[1] EEUU en la encrucijada – Fernando del Pino Calvo-Sotelo (fpcs.es)
[2] El complot Trumputin – Fernando del Pino Calvo-Sotelo
[3] Robert Mueller: ‘Incorruptible’ G-man stalking Trump presidency – BBC News
[4] Report on the Investigation into Russian Interference in the 2016 Presidential Election – Volume 1
[5] Letter from Attorney General Barr to the House and Senate Judiciary Committees, April 18, 2019
[6] Report on the Investigation into Russian Interference in the 2016 Presidential Election – Volume 2
[7] Report on Matters Related to Intelligence Activities and Investigations Arising Out of the 2016 Presidential Campaigns
[8] House Judiciary GOP
en X: «Mark Zuckerberg just admitted three things: 1. Biden-Harris
Admin «pressured» Facebook to censor Americans. 2. Facebook censored
Americans. 3. Facebook throttled the Hunter Biden laptop story. Big win
for free speech. https://t.co/ALlbZd9l6K» / X
[9] Zuckerberg le explica a Joe Rogan por qué Facebook censuró la historia de la laptop de Hunter Biden (fee.org.es)
[10] Zuckerberg says Biden administration pressured Meta to censor COVID-19 content | Reuters
[11] New
Information Shows CIA Contractors Colluded with the Biden Campaign to
Discredit Hunter Biden Laptop Story | Permanent Select Committee On
Intelligence (house.gov)
[12] Ibid.
[13] Trump Leads in 5 Key States, as Young and Nonwhite Voters Express Discontent With Biden – The New York Times (nytimes.com)
[14] The Washington Post will not endorse a candidate for president – The Washington Post
[15] Survey
of journalists, conducted by researchers at the Newhouse School,
provides insights into the state of journalism today | Newhouse School
at Syracuse University
[16] National : President: Democratic primary : 2020 Polls | FiveThirtyEight
[17] Kamala Harris is the least popular vice president in history (telegraph.co.uk)
[18] Americans’ Trust in Media Remains at Trend Low (gallup.com)
[19] ABC Exclusive: Trump rally shooting ‘unacceptable,’ Secret Service director says – ABC News (go.com)
20] FBI confirms Donald Trump was struck by bullet during July 13 assassination attempt | AP News
[21] US Secret Service rejected previous Trump team requests for more resources – reports | Donald Trump | The Guardian
[22] Biden Administration Denying Secret Service Protection to RFK Jr. | National Review
[23] BLM co-founder admits using mansion bought with donations (thetimes.com)
[24] More than a third of US adults say Biden’s 2020 victory was not legitimate | Donald Trump | The Guardian
[25] Poll: Concerns about fraud, noncitizen voting before election : NPR
[26] The Legacy Media Can’t Win it for Kamala – The Daily Sceptic
[27] Comparing Biden and Trump’s Immigration Policies in 12 Charts – Newsweek
[28] NIALL
FERGUSON: Why Kamala Harris poses a greater threat to democracy – both
at home and abroad – than Donald Trump | Daily Mail Online