VALENCIA.- Un joven ingeniero agrónomo valenciano ha buscado una ingeniosa utilidad al huerto que heredó de un tío abuelo, un terreno a diez minutos del centro de Valencia que alquila en pequeñas parcelas de 50 metros cuadrados por 30 euros mensuales para que los interesados se cultiven sus propias verduras.
Es la propuesta ha puesto en marcha desde hace dos meses en la pedanía valenciana de Carpesa y que ha sido todo un éxito, tanto que ya tiene alquiladas las primeras 30 parcelas e incluso hay lista de espera.
En los 30 euros mensuales está incluida el agua necesaria para el riego, la planta de las primeras semillas, las herramientas y el asesoramiento del propio arrendador para aquellos que no tengan conocimientos agrícolas.
Este ingeniero agrónomo ha explicado que la idea se le ocurrió cuando hace dos años trabajaba con un amigo que producía verdura ecológica: "Me di cuenta de que la gente venía a ayudar a cambio de nada".
Entonces pensó que la gente necesitaba "volver a la tierra y salir al campo para despejarse y desestresarse".
Entre los arrendatarios hay personas de todas las edades, "desde gente joven hasta asalariados fijos que vienen para disfrutar del huerto, respirar aire puro y, de paso, llevarse alguna verdura, y aprenden algo de agricultura".
"Hay algunos que vienen antes de comer, cogen una lechuga y se la llevan a casa para prepararse una ensalada", comenta este ingeniero.
Anécdotas divertidas también han brotado de esta iniciativa: alguno pensaba que la lechuga venía en bolsa y otro intentaba plantar las cebollas con la raíz hacia arriba.
Uno de los 'inquilinos' cuando decidió meterse en esta aventura no tenía ni idea de agricultura, "pero poco a poco vas aprendiendo -valora- y además cuentas con la ayuda del ingeniero".
Es autónomo y su negocio se está resintiendo con la crisis, así que confiesa que le viene de maravilla ir todos los días al huerto, donde se olvida de todos sus problemas cultivando acelgas, espinacas, coles, rúcula y rábanos.
Una de las 'inquilinas' más veteranas lleva dos meses sembrando su propio huerto y comiendo la verdura que cría con sus propias manos.
Asegura que siempre había querido tener una huerta: "Incluso hace un tiempo llegué a tener una virtual en Facebook pero como esas lechugas no se pueden comer, al enterarme de esta idea, decidí venir".
Mientras muestra orgullosa las alcachofas, el perejil, la coles de Bruselas o el brécol que están creciendo vigorosamente, indica que son muchos los motivos que le animan a venir una vez por semana a su propia huerta.
"Por un lado te relajas -cuenta-, conoces a gente, aprendes algo de agricultura y encima te llevas a casa lo que cultivas, que además es ecológico, con lo que está mucho mejor que lo que puedas comprar en las tiendas".
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