martes, 15 de marzo de 2016

Desbarajuste en la deuda autonómica / Primo González *

Hace ya bastantes años que la Deuda Pública viene creciendo sin cesar y el año 2015 no ha sido una excepción, aunque esta vez cabe una matización importante. La relación entre el volumen del endeudamiento y el tamaño de la economía (PIB) se ha moderado debido a que por primera vez desde hace tiempo la economía ha crecido más que el endeudamiento. Con ello, la deuda se queda para el conjunto de las Administraciones Públicas en el 99% del PIB, una proporción excesiva pero que, al menos, no crece. La Unión Europea sentó algunos principios fundacionales en relación a este asunto, al indicar que el objetivo de todos los países miembros debería orientarse a no superar el 60% del PIB.

Como se ve, estamos muy lejos de ese objetivo ya que el país sigue viviendo bastante por encima de sus posibilidades. En la UE tampoco hay virtuosos de la deuda, aunque en el caso de España, el hecho de que el peso de la deuda se haya multiplicado por tres de unos años a esta parte nos convierte en enfermos crónicos y con adicción severa al dinero prestado. Ahora, con la economía española creciendo en el entorno al 3% (2,7% se prevé con un poco de suerte para este año), parece que ha llegado el momento de la moderación, de no ser porque en el sector público español existen algunos riesgos de los que difícilmente vamos a escapar.
De esos riesgos, hay dos de especial vigencia. 

Uno es el inestable momento político en el que vivimos, que no es el entorno más favorable ni para que la economía acelere su crecimiento ni para frenar la incontinencia en el gasto público. Los mecanismos de control son víctimas, como suele ser habitual en estos casos, de la falta de responsabilidad colectiva que se suele instalar en los países con Gobiernos débiles o con ausencia de Gobiernos, como es nuestro caso ahora y previsiblemente en los próximos meses.

El otro riesgo es el derivado de la fuerte descentralización de las decisiones de gasto, que en España tiene un claro exponente en la estructura del Estado autonómico. El Gobierno saliente debería haber ordenado un poco la financiación autonómica porque así se lo había señalado el Congreso. Pero la legislatura ha pasado y se perdió una buena oportunidad para poner orden en las finanzas públicas y, sobre todo, en las finanzas autonómicas. 

El sucedáneo compensatorio que se ha articulado en torno al FLA, el fondo de liquidez puesto en marcha para resolver las urgencias monetarias de las Autonomías a falta de un sistema consolidado y riguroso, ha servido para salir del paso y para evitar la quiebra de algún ente autonómico, pero tiene todo el aspecto de haber generado una maraña de problemas de muy difícil solución, entre las cuales la desigualdad de trato entre Autonomías es posiblemente una de las más graves por su hipoteca para el futuro de un buen sistema de financiación regional, equilibrado, justo en el reparto y sobre todo suficiente en ingresos. 

El funcionamiento del sistema ha dejado además un reguero de problemas para los inversores internacionales, que observan atónitos un panorama seriamente deteriorado, en el que son minoría las Autonomías que se libran del “bono basura” como calificación de las agencias de riesgo, lo que comprometerá su capacidad futura de financiación si no es con el aval del Estado, es decir, con un elevado grado de dependencia respecto al Gobierno.

Los síntomas del deficiente sistema de financiación pública autonómica se han dejado ver en el balance del pasado año, que se acaba de conocer, en el cual ninguna entidad autonómica ha logrado rebajar su deuda y algunas la han elevado muy por encima de lo razonable. La deuda de Valencia, por ejemplo, supera el 41% de su PIB, la de Cataluña el 35, la de Andalucía el 22% y la de Madrid menos del 14%. Tales discrepancias tenderán a generar agravios en el futuro y comprometerán la eficacia del gasto público. 

El nuevo Gobierno tiene por delante una pesada herencia en la articulación de un sistema de financiación global del sector público español más acorde con las necesidades del país y de la economía. De momento, esta insuficiencia es menos aparente debido a la anómala situación financiera internacional, con los tipos de interés cas a cero e incluso en negativo. Pero un cambio de viento en la escena financiera mundial podría ser sumamente peligroso para la estabilidad del país.


(*) Periodista y economista


No hay comentarios: