VALENCIA.- Apenas el 11,25 % de los pueblos de la Comunitat Valenciana -61 de los 542 municipios- no ha notificado aún ningún caso positivo por coronavirus desde el inicio de la pandemia, lo que les deja como el único reducto “limpio” de virus del territorio valenciano.
La radiografía de estos pueblos libres de covid dibuja municipios con una media de población que no llega a los 200 habitantes, con registros de entre 10 y apenas 500 vecinos -el 0,2 % del total de la población de la Comunitat- y situados normalmente en el interior del territorio, en enclaves especialmente atractivos.
Sin tiendas ni servicios muchos de ellos, sin apenas ocio, con visitas de médicos alguna vez a la semana y apenas con un bar -los que lo tienen-, los vecinos, en gran parte mayores, viven confinados en sus propios municipios y si salen lo hacen siempre pertrechados con mascarilla y guardan la distancia de seguridad.
En números, según las estadísticas de la Generalitat actualizadas a 5 de diciembre, son 28 municipios de la provincia de Castellón, el 20,74 % de sus 135 pueblos; 19 de la de Alicante, el 13,47 % de sus 141 localidades, y apenas el 5,26 % de los pueblos de Valencia, 14 de los 266. En población no llegan a 10.700 vecinos (el 0,2 % de los habitantes de la Comunitat).
Son casos como los de Castell de Cabres, en el Baix Maestrat (Castellón), donde viven 10 personas; Sempere, municipio de la comarca valenciana de La Vall d’Albaida con 28 censados pero apenas 15 viviendo allí, y Famorca, en El Comtat (Alicante), con 47 vecinos.
Al contrario, los pueblos “limpios” que rondan 500 habitantes son Vall de Gallinera, con 589, y Benigembla (444), ambos en la comarca alicantina de la Marina Alta, y Guardamar de la Safor, un municipio valenciano, de los pocos costeros sin covid, ubicado en la comarca de la Safor y con 491 vecinos censados, o Gàtova (Valencia, 412).
Si hace dos meses eran 115 los pueblos de la Comunitat que todavía no habían registrado ningún caso positivo por coronavirus, a 5 de diciembre la cifra se ha reducido prácticamente a la mitad, pues ahora son 61. A finales de octubre se habían reducido a un centenar; a mediados de noviembre ya bajaban de los 80 y hace tan solo unos días no llegaban a 70, según las mismas estadísticas.
Esa reducción del número de pueblos “salvados” contrasta con la tasa de incidencia acumulada a catorce días en la Comunitat: si el 8 de octubre -justo antes del puente del 9 y 12 de octubre que disparó la segunda ola en esta región- era de apenas 104,32 por cada 100.000 habitantes (solo por encima de Canarias), el pasado viernes llegaba a 232,64, aunque este lunes ha reculado hasta 210,14.
La alcaldesa de Castell de Cabres, el pueblo con menos habitantes de la Comunitat Valenciana, María José Tena, achaca a la “suerte” que su pequeño municipio aún siga libre porque los diez vecinos que lo habitan tiene que desplazarse a comprar o trabajar a Morella, Benicarló o Vinaròs, pueblos con contagios.
“Nunca sabes por dónde te va a llegar la covid. La gente va a comprar o trabajar a Morella, Vinaròs o Benicarló y ahí está la suerte porque allí sí hay positivos”, apunta, y reconoce que los visitantes apenas llegan al núcleo urbano y se decantan por hacer senderismo o ciclismo en los alrededores, y en el único bar del pueblo apenas hay aglomeraciones y se cumplen las medidas de seguridad.
En el municipio valenciano de Sempere se da una situación parecida, como relata su alcaldesa, María Dolores Ortolá, ya que los apenas 15 vecinos que viven allí salen para comprar en pueblos más grandes y con contagios como Xàtiva o Benigànim.
“Es suerte y también cuidado porque se ponen sus marcarillas, cogen el coche, van y vienen. Son gente mayor, no tienen contactos y sus familias tienen precaución cuando les visitan”, explica; el médico va una vez a la semana y les traen pan a diario, pero apenas tienen visitas en el pueblo aunque sí en los alrededores.
Vicente Ruiz es el alcalde de Famorca, y también cree que mantenerse sin coronavirus es cuestión de “suerte y de concienciación” porque el 80 % de los 47 vecinos del municipio es gente mayor que apenas sale para hacer la compra -suele ser ambulante en el pueblo- y va con mascarilla y evita contactos.
El temor de contagio en este caso viene por el atractivo turístico de la montaña en la que está enclavado, que “ha traído a mucha gente durante el puente y los fines de semana”, cuenta Ruiz, quien reconoce que el bar del pueblo es un punto de encuentro pero que gente joven con vivienda no acude a Famorca por miedo a contagiar a los vecinos mayores.
En Gátova superan los 400 habitantes y tiene todos los servicios, pero según cuenta su alcalde, Manolo Martínez, sus habitantes están “bastante concienciados” y al ir a trabajar o comprar “guardan las distancias y las medidas de higiene”, pero reconoce que al ser un pueblo turístico de montaña “preocupa” que el virus venga de fuera.
“La máxima preocupación son ciclistas y senderistas. Estamos en pleno corazón de Sierra Calderona y aunque eso nos pone a distancia, también hay mucho flujo los fines de semana”, señala y sostiene: “Hay que tener un punto de suerte pero intentamos que llegue lo más tarde posible; si es cuando haya vacuna, mejor, porque llegará”.
La alcaldesa de Guardamar de la Safor, Ana Isabel Ferrer, explica que en su pueblo, uno de los pocos costeros libres de covid, son 300 censados pero viven unos 500 y como “ciudad dormitorio” la gente sale poco por la calle y están “bastante concienciados”.
“Hay un poco de suerte y no nos ha tocado porque los niños van al colegio a Gandia o Daimús, que sí tienen contagios” mientras que en el único bar del pueblo, en el gimnasio o la escuela de música -la biblioteca está cerrada- se toman medidas higiénicas y de distancia y se airea. Incluso en el pequeño ayuntamiento teletrabajan por turnos y se necesita cita previa.
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