Además de esta masacre silenciosa, cientos de miles de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares; y, en general, toda la población de la región (que se reconoce como rusa, aunque ni siquiera pueda expresarse públicamente en su lengua materna) ha sido sometida a bloqueo económico y bancario.
Mientras la población civil del Donbass era asesinada por el Gobierno ucraniano -con el patrocinio y la provisión de armas estadounidense-, los medios occidentales guardaban silencio; y las colonias europeas -en especial Francia y Alemania, que se comprometieron a ello- no velaban por el cumplimiento de los acuerdos de Minsk.
Pero ha bastado que Rusia, tras ocho años de muerte y destrucción, haya lanzado una ofensiva para que, de repente, nos enteremos de la existencia de una guerra ante la que durante ocho años hemos cerrado los ojos. Los medios se han apresurado a divulgar (amén de muchas fotos y videos trucados) imágenes de civiles durmiendo en estaciones de metro; pero antes han ocultado durante ocho años las imágenes de civiles del Donbass en sótanos en ruinas, porque sus casas habían sido bombardeadas.
Desde luego, a Rusia se le pueden lanzar muchos reproches. Se le puede reprochar, por ejemplo, haber pretendido resolver una amputación de su territorio, perpetrada al socaire del colapso de la Unión Soviética, mediante unos frágiles acuerdos de paz que mantenían a millones de rusos (toda la población del este de Ucrania) bajo la férula de unas autoridades rusófobas.
También se le puede reprochar que utilice ahora una retórica antifascista (o ‘desnazificadora’) cuando antes reconoció tanto a Poroshenko como a Zelenski, quienes han sufragado -y militarizado- a muchos grupos de extrema derecha. Y, desde luego, se le puede reprochar también a Rusia que su respuesta militar no se haya circunscrito al Donbass y regiones limítrofes (aunque, desde luego, si hubiese dejado operativos los centros militares ucranianos, tal vez se habría desatado una guerra más cruenta).
Se le puede reprochar, en fin que acabe en fracaso (o en guerra enquistada) lo que fue concebido como una ‘blitzkrieg’; pues entonces todos los países fronterizos se incorporarán a la OTAN, que así estrechará más el cerco sobre Rusia, hasta asfixiarla.
En cambio, no creemos que se pueda reprochar a Rusia que decida intervenir para atajar una masacre de compatriotas en el Donbass que dura ocho años. ¿Cuántos muertos más eran precisos para que la intervención rusa estuviese justificada?
(*) Escritor
https://www.abc.es/opinion/abci-juan-manuel-prada-otra-guerra-ucrania-202202272237_noticia.html
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