domingo, 1 de noviembre de 2020

Pedro Baños: "Se tiene a la gente entretenida para que no se desate una revolución"

 


MADRID.- Pedro Baños (León, 1960). Coronel del Ejército de Tierra en la reserva y ex jefe de Contrainteligencia y Seguridad del Cuerpo del Ejército Europeo en Estrasburgo. En El dominio mental (Ariel) revela la nueva forma de hacer geopolítica. Lo ha entrevistado El Mundo.
La geopolítica actual va más allá de los límites geográficos. ¿A qué aspira? 
 
La geopolítica hoy es un verdadero geopoder que, efectivamente, ha abandonado ese constreñimiento a lo geográfico con el que nació a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Hoy en día, ya no se trata sólo de la dominación regional sino de la dominación mundial. De hecho, las campañas psicológicas que se realizan se llevan a cabo en un ámbito planetario. Y en ese ámbito, cada vez tiene menos influencia lo que antes era absolutamente determinante: el armamento convencional. Hoy la guerra se hace de forma muy diferente, es la guerra llamada irrestricta o guerra híbrida, en la que todo lo relacionado con la psicología es absolutamente clave. Tanto es así que los ejércitos, comenzando por la OTAN, a lo que antes era la guerra psicológica ahora lo llaman acciones de influencia. Porque no sólo se trata de realizar esas campañas psicológicas contra el enemigo militar sino sobre todo, y cada vez más, contra las poblaciones civiles. 
 
Pero ese objetivo de dominación mundial ya no lo impulsan sólo los Estados, sino también las empresas, ¿verdad? 
 
Efectivamente. Con la dominación mental, con la dominación psicológica, se persiguen básicamente dos fines. Por un lado, el fin político, que estaría liderado por los Estados; y por otro, el económico. Y ahí es donde entran en juego las grandes multinacionales digitales, que lo que hacen es influirnos para, entre otras cosas, obtener datos que luego son vendidos a través de data brokers y que se venden también a los propios Gobiernos, que los compran para ejercer su propia dominación política y psicológica. 
 
Para poder manipularnos, para influir sobre nuestras mentes y nuestras emociones, primero deben de conocernos bien. ¿Cómo lo consiguen? 
 
Para dominarnos, para manipular completamente nuestra mente y dirigirnos en la dirección que quieran -algo que consiguen todos los días- lo primero es saber todo de nosotros. Y ahí es donde entra en juego la vigilancia, tanto la vigilancia física (que hoy en día es la que menos importancia tiene) como la vigilancia electrónica, la vigilancia digital, que es la trascendente hoy en día. Nosotros mismos aportamos constantemente una enorme cantidad de información, tanto a través de los datos como de los metadatos, lo que permite establecer un perfil absolutamente perfecto sobre nosotros. Nos quedaríamos sorprendidos de lo que pueden llegar a conocer sobre nuestra propia vida, conocen cosas que incluso ni nuestros familiares o amigos más cercanos conocen. 
 
¿Cada vez que metemos en casa un aparato 'smart', como por ejemplo un horno o una cafetera, estamos sin saberlo dando información sobre nosotros mismos? 
 
Por supuesto. La palabra smart significa siempre espía, significa que están obteniendo datos sobre nosotros. Desde las horas que estamos en nuestro domicilio, cuando utilizamos ese electrodoméstico, cuando usamos la televisión... Cuando por ejemplo vemos en televisión películas o series a través de plataformas digitales como Netflix o HBO, estamos ofreciendo muchísima información sobre nosotros. Nosotros vemos la película, pero la película o la serie nos ve a nosotros. Y de ese modo saben nuestros gustos, el tiempo que pasamos viéndola, si repetimos sobre esa misma afinidad... Y por eso saben lo que nos tienen que recomendar para mantenernos el mayor tiempo posible enganchados a esas plataformas. Y sucede exactamente igual con cualquier aparato que esté conectado a internet, a través de él estamos aportando información. 
 
Subraya en su nuevo libro que uno de los métodos para conseguir el control mental de la población es a través del entretenimiento, que el objetivo es mantenernos distraídos para así evitar que pensemos en lo importante. 
 
Pensar se está convirtiendo en un verdadero acto subversivo. Las sociedades cada vez están más narcotizadas, más adormecidas, incluso ante los hechos más execrables que en el plano internacional se conozcan de nuestros dirigentes. Parece que ya no somos capaces de alzar la voz, o por lo menos no con la suficiente energía. Y uno de los instrumentos principales para conseguir eso es el entretenimiento. Vemos que cada vez hay más gente a la que, lamentablemente, hay que tener entretenida porque no va a encontrar un trabajo digno en el que pueda desarrollarse plenamente como persona. Y obviamente, para que no se desate una revolución social, hay que tenerla entretenida. 
 
¿Nos encaminamos a una especie de 'mundo feliz', la distopía de la que hablaba Aldous Huxley? 
 
Sí, y no sólo en el ámbito del entretenimiento sino también en el de las drogas. Esa droga que en Un mundo feliz de Huxley se llama soma y que la gente toma cuando está deprimida, también nos la tendrán que administrar, porque si no estamos abocados clarísimamente a una revolución. Sobre todo, viendo la situación en la que se encuentra en toda Europa la juventud, una juventud muy desmoralizada, muy frustrada, que ve que no puede ejercer con dignidad -y a veces incluso sin dignidad- aquello para lo que se ha formado durante años. Antes o después a la gente se le terminará agotando la paciencia y, para evitarlo, los dirigentes pretenden tenernos entretenidos y también drogados, drogados con droga digital, porque al final también nos estamos convirtiendo en yonquis digitales. 
 
Con los grandes avances que hay en la neurotecnología, ¿van a ser capaces de leer nuestro pensamiento? 
 
Sí, de leerlo y de condicionarlo. Ahora mismo sistemas como Neuralink, desarrollado por Elon Musk, permiten relacionar el cerebro con un ordenador, es decir, que a través de nuestro pensamiento se pueda manejar un ordenador. Pero también el ordenador, una máquina, va a poder relacionarse con nuestros pensamientos y cambiarlos. Esto no es ninguna fantasía, no es algo que pueda pasar dentro de muchísimos años. De esta situación nos está alertando ni más ni menos que Rafael Yuste, la persona que convenció a Barack Obama para sacar adelante el proyecto BRAIN, que inicialmente era algo maravilloso para intentar paliar enfermedades tan terribles como el Parkinson o Alzheimer. Pero el mismo Rafael Yuste se ha dado cuenta -como sucedió en su momento con los creadores de la bomba atómica- de que puede haber creado un Frankenstein. Y nos está alertando de que si no somos muy prudentes en este campo, si no tenemos unos neuroderechos perfectamente establecidos y aplicados por los gobiernos, estamos abocados a que controlen absolutamente nuestro cerebro, nuestra mente, nuestros pensamientos y a ser verdaderos zombis vivientes. 
 
¿Quiénes son ellos? ¿Quiénes son estas élites que tratan de manipularnos y controlarnos mentalmente? 
 
Siempre, a lo largo de la Historia, ha habido unas élites que han manejado el mundo. Hablamos de las grandes élites económicas de verdad, de quienes tienen el verdadero poder, y hoy eso está relacionado con las nuevas élites económicas y tecnológicas, que van a ser las que verdaderamente estén en la cúspide de la sociedad. Y curiosamente, los miembros de esas élites no permiten a sus hijos que estén involucrados en el mundo tecnológico como lo estamos el resto de la sociedad. Impiden que sus hijos se conviertan en yonquis digitales, a ellos los preparan para dominar el sistema, no para servir al sistema como hacen con los demás. Estas élites también pelean entre ellas para intentar imponernos sistemas sociales y modos de conducta. Pero, desde luego hay alguien que lo está intentando y, en cierto modo, con gran éxito. 
 
¿Sería el fin de la democracia? 
 
Ése es el gran problema. A la democracia hay que darle otra vuelta de tuerca, se nos ha quedado fría y hay que volver a calentarla, hay que darle otro hervor. Y hay que hacer un nuevo contrato social porque si no la democracia como tal, como deberíamos ser, con los ciudadanos como verdaderos soberanos de las naciones, desde luego va a desaparecer. 
 
¿Y qué sistema se impondría? 
 
Nos encaminaríamos a sistemas mucho más totalitarios que ejercerían un control pleno sobre los ciudadanos, por más que aparentemente sigan manteniendo el nombre de democracia. 
 
Habrá quien le considere un conspiranoico... 
 
Sí. Pero para evitar eso, en el libro hay ni más ni menos que 334 referencias, que se dice pronto. Y si se va a ellas y se ve la bibliografía, se observa que prácticamente todas son referencias a artículos científicos, artículos científicos además muy recientes, de los dos o tres últimos años e incluso de hace muy pocos meses. Precisamente, para que nadie tenga la tentación de pensar en paranoias y conspiraciones. Es más: antes de escribir El dominio mental yo habré leído más de 50 libros y más de 1.000 artículos, muchos de ellos artículos científicos publicados en algunas de las principales revistas. Lo que escribo en el libro está respaldado por una amplia bibliografía y por algunos de los principales científicos. De hecho, hay cuatro apéndices redactados por neurobiólogos, por psiquiatras, por psicólogos.... 
 
Como experto en geoestrategia, ¿cree posible que el coronavirus sea un arma biológica, que haya salido de un laboratorio, que fuera creado a conciencia? 
 
Eso es lo que dice la doctora Yang, esa doctora que ahora está exiliada en Estados Unidos. De momento no hay ninguna prueba en ese sentido, y lo cierto es que todo el mundo científico la ha contradicho. Lo que es verdad es que ahora mismo sigue habiendo muchas dudas sobre cómo surgió el virus, cómo se ha expandido, por qué hay cepas distintas, por qué afecta más a unos países que a otros, a unas razas que a otras.... Y cuando hay dudas, hay incertidumbre. Surgen todo tipo de teorías, pero hoy por hoy no hay nada que demuestre lo que dice la doctora Yang. 
 
Algunos creen que la esperada vacuna contra el coronavirus podría ser un medio para que nos inserten un microchip y completar así ese proceso de dominación mental. ¿Es posible? 
 
No va a hacer falta que nos lo inyecten a través de la vacuna. Yo estoy convencido de que antes o después todos vamos a llevar un chip. De hecho, cada vez hay más personas que llevan un chip, aunque sólo les sirva para abrir unas puertas electrónicas. Por no hablar de los transhumanos, una corriente cada vez más importante en el mundo. Yo estoy convencido de que iremos avanzando en este proceso, y todo lo que ahora tenemos en la mano lo iremos teniendo en el cerebro. Ahí están todos los avances que se están desarrollando en el mundo militar y de los que hablo en el libro, y recordemos que el mundo militar siempre ha sido pionero en estos inventos y que luego éstos se trasladan al ámbito civil. Y no, no son conspiraciones. Muchas cosas de las que hablo están extraídas de la web de DARPA, la agencia de Tecnología Disruptiva del Pentágono de Estados Unidos, donde ponen todos aquellos avances que están llevando a cabo en este campo. Avances para mejorar la visión y la audición, para conseguir verdaderos soldados transhumanos. No, no va a hacer falta que nos inyecten un chip con la vacuna del coronavirus. 
 
¿Estamos a tiempo de frenar todo esto? 
 
Lo tenemos que hacer entre todos los ciudadanos. Yo con el libro pretendo precisamente alertar de esta situación, del punto en el que ya nos encontramos y de lo que se nos viene encima. Los ciudadanos debemos exigir una política diferente. Debemos exigir una política verdaderamente transparente, con personas altísimamente capacitadas, con los mejores, y con un nuevo contrato social que nos permita recuperar la soberanía popular que es la esencia de la democracia. 
 
¿Y cree que lo lograremos? 
 
De momento no soy demasiado optimista. Lo que quiero en ese sentido es abrir muchas mentes y romper muchas conciencias para ver que todos los ciudadanos logramos imponernos verdaderamente, por supuesto de forma pacífica porque la violencia nunca lleva a buenos resultados. Tenemos que alzar la voz con la suficiente energía para que nos escuchen.

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