miércoles, 16 de octubre de 2024

Almirante español Garat: "La OTAN, militarmente, es muy superior a Putin"

 

MADRID.- El Almirante español (R) Juan Rodríguez Garat tiene una admirable hoja de servicios y un acreditado historial al servicio de las Fuerzas Armadas y de España. Durante los 47 años de su carrera militar —24 de ellos embarcado—mandó tres buques de superficie y diversas unidades navales colectivas de España, de la OTAN y de la UE. 

En sus últimos años de servicio fue comandante del Cuartel General Marítimo Español (Comspmarfor). El Almirante viene publicando en El Debate sus profundos análisis militares, por lo que nuestros lectores conocen sus afinados puntos de vista en las principales cuestiones de actualidad. 

Rodríguez Garat publica ahora un libro con el inquietante título de «Tambores de guerra» (La Esfera de los Libros), y el no menos explícito subtítulo: «Contra el desarme moral y militar de España». El libro aborda con agilidad numerosas claves necesarias para entender el complejo escenario geo-estratégico a nivel internacional, y que afecta de lleno a España.

Su libro se titula «Tambores de guerra» y evoca una amenaza inminente. ¿Debe la sociedad española concienciarse ante un eventual conflicto bélico?

— Sí, efectivamente. Hay tambores de guerra, y suenan en el este de Europa. Allí, y también en los países del norte, se están tomando ya medidas para prepararse ante esa posible guerra que podría suceder a la de Ucrania. No hay que descartar tampoco un conflicto en el propio Mediterráneo si la guerra actual en Oriente Próximo saliera mal. Si Irán consigue multiplicar su poder sobre esa zona y extender sus tentáculos más lejos, podría afectar a España (en un futuro desde luego no cercano) mucho más directamente de lo que lo hace ahora el problema del Mar Rojo.

— ¿Cuál es el talón de Aquiles de la defensa nacional?

— El poder militar de una nación no se mide solo por sus armas. Carl von Clausewitz definió lo que él llamaba «trinidad de la guerra», en la que había tres vértices. Uno es el liderazgo. El gobierno en aquellos tiempos era un poder absoluto, hoy es un gobierno democrático. En otro de los vértices está el pueblo; y en el tercero, el ejército. 

El triángulo del poder militar español está debilitado por sus tres vértices y por sus tres lados. Los gobiernos de hoy día lideran poco. No solo el español, los europeos en general. Desde hace ya algunas décadas hay líderes débiles que, en lugar de dirigir a la opinión, la siguen. 

 En el propio libro cito que, cuando la Junta Militar Argentina decidió invadir las Islas Malvinas, el mundo miró a Margaret Thatcher para ver lo que hacía. Si algo similar ocurriera con cualquiera de los líderes actuales, pasaría al revés. Ese líder estaría mirando a ver qué hace el Mundo antes de tomar su decisión. Y eso es un factor de debilidad.

Pero también es un factor de debilidad el que las Fuerzas Armadas hayan dejado de financiarse y de comprenderse, sobre todo en las últimas dos décadas. Y el factor quizá más importante, porque son los verdaderos cimientos del edificio de la Defensa Nacional, es el que afecta al pueblo, que adolece de dos asignaturas pendientes. España ha recuperado en el siglo XXI su lugar en el mundo, pero se ha dejado atrás dos asignaturas importantes. 

Una es la conciencia nacional y la otra es la cultura de defensa. Y sin estas dos asignaturas aprobadas es muy difícil realmente levantar un edificio de defensa que pueda disuadir a cualquier enemigo exterior.

Amenazas

— En lo que se refiere a la conciencia nacional, ¿cree que no existe una percepción clara de las amenazas que se ciernen sobre el país?

— Sí, efectivamente. Hay una conciencia nacional muy débil en España, sobre todo por razones históricas. Demasiados españoles piensan que hemos jugado en la historia un papel de villano; y, por lo tanto, que si nosotros dejamos en paz a los demás, los demás nos dejaran en paz a nosotros. Se entiende mal la historia, se entiende mal la contribución a la nación, se entiende mal la unidad nacional...

 Por otro lado, se nos ha educado en pensar que no tenemos enemigos. Esto es una realidad en los distintos gobiernos desde la Transición, y está en los documentos públicos que definen nuestra estrategia nacional y las directivas de defensa. España no quiere tener enemigos, pero eso no significa que no los tenga. 

La mayor parte de los españoles piensan que si nosotros no hacemos mal a nadie, nadie nos va a hacer mal a nosotros. Y eso no es entender ni a nuestra especie ni el juego de las naciones en el mundo.

— ¿Hay realmente un desarme moral y militar en España?

— Sí lo hay. Y ese desarme moral, en distintos grados, existe en toda Europa. Borrell ha afirmado que Europa está indefensa porque los europeos no creen en la guerra y no están preparados para ella. Pero en España se acentúa más por razones históricas, que incluyen esos complejos que tenemos con relación a nuestra Historia. Son demasiados los españoles que creen que no solo debemos pedir disculpas por nuestros fracasos, como hace todo el mundo, sino pedir perdón por nuestros éxitos.

 Y eso debilita. Nos hace débiles contra el exterior. La incomprensión de cómo funciona el mundo también ayuda a que el poder militar español no resulte disuasorio. Y no es un problema de no tener municiones en las estanterías, algo que también es verdad, pero que se soluciona con dinero. No es suficiente. Hay que hacer algo más si queremos que España cuente como un país influyente en la escena internacional.

Una llamada de atención

— En base a su experiencia y su dilatada trayectoria, ¿piensa que en la actualidad, octubre del año 2024, nuestras Fuerzas Armadas están capacitadas para afrontar los riesgos de los que usted alerta?

— No. Si lo estuvieran, créame que no habría escrito el libro. El libro es una llamada de atención porque realmente no estamos preparados. No solo nosotros. No deberíamos de ser los españoles tan pesimistas como a veces nos comportamos. Nadie está preparado para la guerra. Ni siquiera Estados Unidos. Ya se ha visto lo mal preparada que estaba Rusia para la guerra que ellos empezaron. 

Pero dicho esto, nos hemos quedado muy atrás ante esa eventualidad. Si queremos estar listos para la guerra, en España tenemos un camino importante por recorrer; es decir, si queremos disuadir a cualquiera de tratar de obtener objetivos políticos relacionados con España por la fuerza militar.

— Le recuerdo, no obstante, que el Ministerio de Defensa está incrementando progresivamente el porcentaje del PIB que se dedica a defensa.

— Sí. Y eso es importante, pero es solo el tejado del edificio. Los cimientos estarían en la conciencia nacional y en la cultura de defensa. Los pilares son las Fuerzas Armadas y la industria de defensa, a la que el aumento presupuestario, evidentemente, le viene muy bien. 

El pilar de las Fuerzas Armadas, sin embargo, no requiere solo armas. Requiere también que la nación entienda lo que son las Fuerzas Armadas. Hay un problema adicional que es el difícil encaje que tiene el militar, tal como lo dibujan las reales ordenanzas en vigor.

— ¿Podría concretar este problema de falta de encaje del militar?

— Es difícil armonizar dos mundos opuestos y hasta ahora no se está haciendo ningún esfuerzo. Si la gestión de una unidad militar se hace según un modelo empresarial, no termina de funcionar bien. Porque a la hora de desplegar una unidad hay una parte de ella que, a lo mejor, se ha adiestrado junta y que no se puede desplegar porque tiene un régimen de conciliación familiar, o cualquier otro motivo para quedarse en casa. La unidad se despliega disminuida de efectivos o añadiendo a otras personas que no se habían adiestrado con los que están. 

Esa forma ineficaz de gestionar a las unidades militares, de gestionar el poder militar, no ha tenido gran importancia hasta ahora, porque vivíamos en escenarios de baja intensidad. En escenarios donde el enemigo eran los piratas en el Océano Índico; o la guerrilla talibán en Afganistán, un enemigo duro, pero no es el ejército ruso enfrente.

— ¿Hay que cambiar entonces la regulación legal?

— Si se llega a un escenario de guerra, la forma de gestionar que tenemos las Fuerzas Armadas no es suficiente. Los españoles tienen que darse cuenta de que la profesión militar tiene sus propios valores y hay que respetarlos, y crear un marco legal que permita el respeto. De la misma manera que hay un marco legal que exige a los militares neutralidad política y que se abstengan de determinadas actividades sindicales o políticas, debería de haber una legislación que armonizara esas necesidades de disponibilidad y de disciplina que tienen las Fuerzas Armadas, que son distintas a las de los conductores de autobuses, sin que un colectivo sea mejor que el otro. Pero tienen necesidades de una regulación distinta que en este momento no existe.

—En el escenario bélico más cercano que tenemos, ¿estamos desnudos ante Putin pese al escudo de la OTAN?

—No, no. La OTAN, militarmente, es muy superior a Putin. Incluso la OTAN alicaída que vivimos ahora. Dentro de ella hay países muy poderosos que han seguido utilizando sus Fuerzas Armadas para conseguir objetivos políticos en todo el Mundo. Desde luego, Estados Unidos es el paradigma. Es la nación más poderosa de la Tierra. El problema de Rusia no está en que no podamos enfrentarnos a ella. Podríamos hacerlo incluso sin Estados Unidos, aunque sería mucho más complicado.

—¿Cuál es el problema entonces?

—Putin iría poco a poco, y sin presentar ninguna escalada suficientemente grave como para que la OTAN declarara la guerra a Rusia. El problema es que si le salen bien las cosas en Ucrania, un día empiece a reclamar los derechos de los habitantes de etnia rusa en las repúblicas bálticas. Y que, a continuación, les proporcione armamento para que organicen una especie de sedición, o una guerra civil; y que más tarde decida que va a apoyar a los habitantes de la etnia rusa en Lituania, con comunidades seleccionadas del ejército; y que finalmente tome Lituania, por ejemplo. 

Rusia es una gran potencia nuclear. Y en qué momento la OTAN va a decidir: «¿Voy a arriesgar la seguridad de Washington, o Nueva York, para parar los pies a Putin»? Europa necesita capacidades convencionales para asegurar que el ejército ruso no va a poner un pie en Lituania. Aunque somos superiores a Rusia, no tenemos el nivel para garantizar que sus soldados no van a poder poner el pie en ninguna de las repúblicas bálticas o en Polonia.

—Usted define Marruecos como el vecino incómodo. ¿Tenemos un problema en el sur?

— Tenemos un problema político en el sur, un problema relativo, puesto que Marruecos está entrando en la órbita occidental. Pero Marruecos tiene contenciosos históricos con España que todos conocemos. Ellos aseguran que son herederos del imperio almorávide y que, por lo tanto, les hemos arrebatado Ceuta y Melilla. Cada vez que hay problemas internos en Marruecos, enfrentan a los marroquíes con un enemigo exterior, preferiblemente Argelia. 

Pero por qué no España, sabiendo que nosotros no vamos a responder de la misma manera. A mí me recuerda que en tiempos pasados en España pasaba lo mismo con Gibraltar. Si llegaba un momento en que en que había apuros, pues se esgrimía el «Gibraltar español». 

No digo que no tengamos razón en todo esto, pero también se utiliza políticamente para distraer a la gente cuando la gente tendría que estar gritando en la calle. Un gobierno prefiere que la gente grite que Ceuta es marroquí o que Gibraltar es español, a que salga a la calle para protestar por el precio del pan. Se manipulan las opiniones y, en ese sentido, Marruecos hace uso de esos contenciosos que tiene con España algunas veces para calmar a su pueblo. Y otras, también, como medida de presión.

—Sin embargo, Marruecos está inmerso en un proceso de rearme.

—El problema de Marruecos no es militar. Su material fundamentalmente es norteamericano. Le pasa lo mismo que a España en el pasado. Estados Unidos no va a apoyar una guerra entre dos aliados, como son Marruecos y España. La única forma en que Marruecos podría meter la pata en sus relaciones con España es con una guerra. Pero sí existen acciones híbridas de distinto nivel. La manipulación de la inmigración es la más obvia. Pero hay más. 

Por ejemplo, las acciones de espionaje que hemos leído en la prensa o las reclamaciones territoriales, casi siempre en foros no oficiales. Hay otra limitación en el caso de Marruecos: la Unión Europea considera las fronteras de España como fronteras propias, nada menos. Con lo cual Marruecos, por razones económicas, tiene que llevarse bien con la Unión Europea.

—¿Es más preocupante la inestabilidad en el Sahel?

—La preocupación con Marruecos para los militares de hoy no es que el ejército marroquí vaya a asaltar Ceuta y Melilla. Eso, obviamente no está en el menú. La preocupación es que la inestabilidad en el Sahel, el conflicto con Argelia, un posible fracaso económico... haga de Marruecos un Estado fallido. El problema sería llegar a una situación parecida a la de Yemen en Marruecos. 

Cualquier grupo fundamentalista en cualquier zona de Marruecos podría encontrar padrinos suficientes para hacer lo mismo que está haciendo Yemen. Y entonces sería nuestro tráfico marítimo, el Mediterráneo, el que estaría amenazado. Los cohetes que hoy caen sobre el norte de Israel, podrían caer sobre las ciudades autónomas. O sea, que el riesgo en Marruecos es a largo plazo. Está más en la desestabilización del país, que en la amenaza que puede suponer ahora un aliado de Occidente.

https://www.eldebate.com/espana/defensa/20241012/almirante-garat-espana-quiere-estar-lista-guerra-tiene-camino-importante-recorrer_235201.html

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